13 - De cabras y cabrones

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El puesto fronterizo de Rafah separa la península del Sinaí, territorio egipcio, y la franja de Gaza, uno de los reductos palestinos que dejó el extraño final del Mandato Británico de Palestina, en 1948.
Tras ocupaciones egipcias e israelíes, la franja de Gaza vive hoy una suerte de martirio inmerecido del que son autores su propio gobierno, los radicales de Hamás, y el gobierno israelí, en manos igualmente de los radicales.
No todos los palestinos e israelíes son radicales, en general ambos pueblos son pacíficos. ¿A quién le gusta vivir entre bombas? Sin embargo, la Historia y un cúmulo de intereses ajenos los han llevado a una convivencia insufrible que soportan, sobre todo, los más débiles. Como siempre.

Y si algún sitio hay en el mundo donde el odio y la desconfianza se palpen con más claridad este es el puesto fronterizo de Rafah. Es la única vía de suministro “garantizado” para la franja de Gaza, sin embargo ha sido utilizada para suministros más que dudosos y el estado de Israel, a pesar de que la frontera separa Egipto de Palestina, cree que tiene mucho que vigilar y controlar.
Como el Mundo es consciente de los conflictos de la zona, también ha puesto allí puestos de control, de forma que entre los aduaneros egipcios, los de Naciones Unidas, los de Israel y los de Gaza, pasar la frontera de Rafah es más difícil que jugar al Assassin's Creed con las manos debajo del culo.

Y allí, en una cola inmensa, sobre una camioneta cargada de musulmanes, Paco el Camboyano contemplaba el atardecer mirando en dirección a Alejandría y pensando para sus adentros: “Estos tíos que nos han dado los poderes podían habernos dejado volar, como Supermán, o teletransportarnos como el capullo ese de las orejas de pico, pero no, ellos tan listos prefirieron el tranvía de San Fernando, un ratito a pie y otro andando”.
Era una queja que siempre le venía a la cabeza cuando el que tenía que moverse era él. Normalmente era Antonia López la que trasladaba al “Complejo Ninja de los Peines”, como les llamaba el Notario, pero dadas las circunstancias y el personal, ir de tía por allí podía entrañar ciertos riesgos. Sobre todo para el personal.

-¿Quieres un cigarrillo?-Le ofreció su compañero de remolque. Hablaba en árabe, pero Paco lo entendía perfectamente.
-No gracias. Creo que te voy a dejar sin tabaco.-El, en cambio, sólo hablaba castellano, por lo que el otro no debía entender ni papa.
-¡Venga hombre, total, si la vida son tres días!
Paco aceptó el pitillo. Le hubiera gustado con algo de aliño, ya me entienden, pero allí había más policías que en los alrededores del Congreso de los Diputados y no era cuestión de tocarle las pelotas a nadie. El tipo le dio fuego y Paco dio una larga y profunda calada.

-Se que no me entiendes.- Le dijo encendiendo su propio cigarrillo.-Pero esto que tú ves lo tengo que hacer todos los días. Una vez por la mañana y otra ahora, de regreso. Pero prefiero trabajar en Arish a hacerlo en Askelon. Los egipcios son buenos conmigo, en cambio, mi cuñado que trabaja para los judíos solo tiene quejas.
Paco lo miraba comprendiéndole, pero no podía avisarle de que no debía fiarse de los cuñados. Volvió a dar otra calada.
-Me voy a bajar un momento, para estirar las piernas.- Le dijo al cabo del rato mientras intentaba acercarse al borde del remolque.
-¿Dónde vas?
Le hizo un gesto con los dedos como si caminara.
-¡Vas a perder tu turno!- Dijo el otro haciendo aspavientos.-¡Los de a pié van por otro sitio!

Paco se encogió de hombros y saltó de la camioneta. En cierto modo estaba un poco harto de la chapa que le estaba dando el palestino y también estaba cansado de estar de pié sin hacer nada, así que abandonó al grupo y, casi de inmediato, fue sacado de la carretera por un agente egipcio.
-¡Eh, tú!¡No se puede ir a pié por aquí, los peatones van en aquella fila!
Paco miró sin demasiado entusiasmo.
Era una fila un tanto caótica: en algunos sitios podría haber hasta siete personas a la misma altura, en otros, una o dos. Todos ellas sobrecargadas de cajas, bolsas y hatillos. Probablemente servían de transporte humano para pasar una y otra vez mercancía por la frontera. La mayoría eran mujeres ataviadas de mucha ropa, demasiada para el calor que hacía allí a pesar de estar en noviembre y haberse puesto el sol casi por completo.

-Olvídelo amigo, me pienso transformar en la Ninja de los Peines y saltar al otro lado sin que os deis ni puta cuenta.- Contestó el guitarrista en la seguridad de que el policía no le comprendería. No obstante, se cambió al carril de los peatones.

Caminó en dirección contraria a la frontera, luchando contra la marea humana hasta que se fue aclarando, a unos dos kilómetros. El húmedo aire del mar le refrescó casi de inmediato y le hizo relajarse un poco. Echaba de menos a Antonia, tenía ganas de preguntarle otra vez eso de poder volar, la ponía frenética, y eso a él le gustaba. Pero aún no tenía ganas de transformarse. Le apetecía ser Paco, con sus cosas.

Después de otro trecho, ya casi en completa oscuridad, vio la luz de un cafetín en un recodo del camino y decidió parar allí a refrescarse la garganta antes de incendiarse como una falla.

El sitio era el típico lugar de paso, lleno de business por debajo de las mesas, tipos extraños, entradas y salidas, discusiones acaloradas, alguna que otra mujer con pinta de buscar alguien que la quisiera, en definitiva: Un sitio de los que le gustaban a Paco.
-¿Puede ponerme uno de esos?
El camarero le saludó con una leve inclinación y le sonrió mientras le preguntaba.
-¿Quiere un té o prefiere una copa?
Paco lo pensó un instante.
-Mejor una copa. Un whisky.
Mientras veía como el camarero le servía en un vaso lleno de churretes un líquido de extraño color ambarino, pensó sobre la paradoja del idioma: él entendía al camarero y el camarero lo entendía a él. Uno por poderes y el otro por gestos. Cuando uno se quiere hacer entender es fácil. No comprendía por qué los palestinos y los israelíes no habían descubierto eso aún.

··
-Aquí tiene su copa. Son 50 libras.
Paco sacó un billete de diez euros y lo puso sobre el mostrador.
-Sólo tengo euros.
Antes de que hubiera acabado de hablar, el billete había desaparecido.
-Me temo que no tengo cambio.
-Ya. Ya me habían advertido. ¿Puedo salir fuera?
-Por supuesto… salga, hace una noche estupenda.
El camarero, un hombre alto y bastante mayor, sonrió viendo cómo se alejaba aquél tipo pequeño con pinta de turista de los años setenta y se volvió a sus quehaceres.

Efectivamente hacía una noche estupenda. Quizá un poco fresca, pero a Paco, después de haber pasado casi toda la tarde en una camioneta abarrotada de gente aquél fresco le sabía a gloria. El whisky no le sabía demasiado bien, pero había tomado cosas peores.
Mientras miraba hacia el sur, contemplando la Vía Láctea como realmente la tuvieron que ver aquellos que le pusieron nombre, blanca y nítida como un río de leche, oyó unos pasos justo detrás que le hicieron volverse.
-Hola amico.- Le dijo en un español con fuerte acento un hombre de unos treinta años vestido al uso occidental, aunque nada elegantemente.
-Hola.- Contestó Paco dando un sorbo al matachinches.
-¿Va o viene?
-Depende de a dónde sea ir y a dónde venir.
La duda era razonable. Estaban justo en la frontera.
-¿Va a Gaza?
-No lo sé. Me lo estoy pensando.
-Si no se da prisa cerraran el paso y tendrá que esperar a mañana.
-Gracias. Lo tendré en cuenta.
-¿Quiere antes conocer a alguien?
-¿A quién?
-A una chica. Tengo chicas muy bellas que además son muy amables con los españoles.
-No lo dudo.- Dijo algo incómodo.-Pero como ya me ha dicho usted, me queda poco tiempo.
-¡Oh…!- Dijo animándose.-¡Pero sólo serán unos minutos!¡Los españoles son rápidos!
-Ja, ja.- Rió de buena gana.-Si que es cierto. Unos minutillos de nada.
-Venga conmigo. No se arrepentirá.
Paco pensó un segundo. El cuerpo le pedía un desahogo, pero la cabeza le decía que tenía que ponerse en marcha. Claro que a hipervelocidad podía recuperar el tiempo perdido.
Sin embargo, la que se daría cuenta de que iban tarde era Antonia, y no tenía ganas de llevarse una bronca como un vulgar marido entrando borracho en su casa.
-Lo siento amigo, mejor otro día.
-Si lo prefieres, también tengo chicos muy cariñosos.
-¡Uag…! Déjalo tío. Esas cosas no me van.
El egipcio se quedó un segundo mirándolo, como barajando algún tipo de negocio.
-¿Qué? ¿Piensas ofrecerme una camella?
-¿Camella?- Ahora era él el que lo miró con asco.-¡Estáis pervertidos los españoles!-Y se dio media vuelta moviendo apesadumbrado la cabeza y murmurando algún tipo de maldición.
Paco sonrió mientras lo veía alejarse.

Al cabo del rato, la copa se había acabado y el alcohol movía con cierta soltura los pensamientos del guitarrista. Serían las siete o siete y media de la tarde y debía ponerse en marcha, así que se encaminó al porche del cafetín, donde la parroquia seguía discutiendo, negociando y bebiendo te y dejó el vaso vacío en una de las mesas. Luego siguió caminando para rodear el edificio y se adentró en la negrura de la noche seguido por la mirada de todos.
-¿Seguro que te ha pedido una camella?
-Como lo oyes. ¡Qué asco!
-Yo tenía un primo que lo hacía con sus cabras.-Dijo un viejo tomando su te.
-Pero no es lo mismo, una cabra es…
-¡Mucho mejor!
-¡Donde va a parar!
De pronto, un fogonazo en la oscuridad los sacó de sus cuitas.
-¿Qué coño ha sido eso?
-Ha tenido que ser por donde se ha ido el español.
-Habrá sido una mina
-¿¡Una mina!?- Dijo el joven proxeneta.-¡Cómo va a ser una mina!
-Aquí siempre ha habido minas.-Volvió a intervenir el viejo.
-¡Y cabras!
Todos rieron con alegría y olvidaron el asunto.

···
Pepo apareció por fin en el comedor convertido en sala de mando. El Notario, Gallardo y De la Fuente parecían aburridos y preocupados.
-¿Qué os pasa?
-Jotabé no contesta. Llevamos toda la tarde llamándole. Tememos que le haya pasado algo.
-Eso es casi seguro.- Dijo Pepo acercándose a la mesa donde aún quedaban algunos trozos de bizcocho preparado por las maravillosas manos de Fernanda.
-¿¡Cómo!?- Dijo De la Fuente levantándose de golpe.-¿Sabes algo?
-Sí. El móvil de Jean-Baptiste lleva casi tres horas en el mismo sitio. No se ha movido de Wadi-Halfá. O se le ha caído o se lo han robado.
-Pero, entonces, puede que…
-No se lo puedo decir. Sólo sé lo que sé.
-¡Joder Pepo, parece que hasta te guste!
-No. Estoy muy cansado, es sólo eso.
-De todas formas, el francés tiene ahora poderes.-Apuntó el Notario, como queriendo quitarle hierro al asunto.
-Músculos. Sólo tiene músculos.-Contestó Pepo con la boca llena.
-No debemos preocuparnos.- Dijo Gallardo cortando la dinámica penosa del grupo.-Seguro que está bien. No le van a dar poderes para luego dejarlo tirado por ahí. Vamos, no es demasiado lógico.
-No sabemos muy bien qué piensan “las voces”.-Intervino de nuevo el Notario, que parecía querer llevar siempre la contraria.
-En cualquier caso, no podemos hacer nada.-Volvió a intervenir Gallardo.-¿Y tú, has descubierto algo?

Pepo se limpió la boca con el torso de la mano. La bata de rizo americano que le habían dado por la mañana ya no era blanca sino gris con manchas.
-Hemos dejado sus sistemas minados de robots, perdón, de programas espía. Tienen un buen sistema de defensa, pero nosotros somos más y más listos.
-¿Y aparte de eso?
-Esperad un momento.- Se levantó y escribió en el teclado de uno de los portátiles que había sobre la mesa. Apareció un cuerpo humano esquematizado con un objeto en el abdomen.
-Hemos concentrado nuestra búsqueda en los ordenadores de Sudán y esto es lo que hemos encontrado.
-¿Un tío con un marcapasos?-Preguntó De la Fuente.
-No exactamente.- Pepo señaló el objeto destacado.-Al parecer, la organización sin nombre captura hombres jóvenes y sanos y los somete a una operación quirúrgica mediante la cual le extirpan el bazo y lo sustituyen por un dispositivo especial.
-¿El bazo?¿Se puede vivir sin el bazo?
-Sí. Sólo hace falta durante el crecimiento, más o menos.
-Más o menos.-Continuó Pepo tecleando en el ordenador. La imagen cambió.-El dispositivo es extremadamente avanzado. Tiene una conexión con el sistema sanguíneo y con el aparato digestivo y contiene una serie de microdepósitos con hormonas y neurotransmisores específicos: adrenalina, endorfinas, morfina y algunas inas más.
-Una caja de drogas.
-Exacto. El sujeto operado puede recibir una carga de una u otra hormona según las órdenes suministradas por una diminuta unidad de control que podemos ver aquí.
-¡Joder, qué cabrones!
-Así consiguen que el sujeto actúe según sus intereses.
-¿Y no se puede luchar contra las hormonas?
-¡Pregúntale a mi mujer!
-No creo. Pero si pudieran hacerlo...-Pepo señalaba un depósito un poco más grande que los otros.-Aquí hay una sustancia especial. Es un derivado del cloruro de hidrógeno. Un ácido extremadamente potente encapsulado en un complejo proteínico específico, con una molécula muy complicada, y que es capaz de expandirse por el torrente sanguíneo del sujeto en cuestión de segundos.

Los tres adultos miraban boquiabiertos al tecnólogo esperando más datos.

-La proteína tarda exactamente ese tiempo en deshacerse ante el poder abrasivo del ácido que, una vez liberado, disuelve completamente el cuerpo del individuo en lo que sin duda debe ser una de las muertes más dolorosas imaginables.

Los cuatro quedaron en silencio mirando con aprensión aquél pequeño depósito de la pantalla.

-Es una especie de espada de Damocles: Si no haces lo que te decimos, te matamos entre tremendos sufrimientos.
-¡Qué cabrones!-El Notario se levantó indignado.-¡Seguro que aún así habrá gente que se rebele!
-Seguro.-Pepo cogió el último trozo de bizcocho.-Pero también es seguro que esa gente ya no está.
-Ahora sólo tienen sumisos drogados.
-Y muy peligrosos.
-¡Qué perros!
-Ya está bien, Notario, ya sabemos que no son buena gente.

-¿De cuántos zombis podemos estar hablando?
-Dos mil ochocientos treinta y cinco.
-¡Joder!
-¿Y qué piensan hacer con ellos?
-Aún no lo sé. Están esparcidos por todo el mundo. Principalmente por oriente medio.
-¡Ahí está el objetivo de la Ninja!
-¿Objetivo?
-Si-Aclaro De la Fuente.-La Ninja no va camino de Sudán sino de Gaza o Israel.
-Pues le va a costar trabajo luchar contra tantos objetivos tan dispersos. Por mucho que corra.

Los cuatro quedaron en silencio de nuevo. Ahora sabían mucho más pero eso no les daba ventaja sino todo lo contrario. El enemigo era fuerte y grande.

-¿Y esto qué es?-El Notario señalaba a una pequeña cápsula que estaba justo en el centro del dispositivo.
-Quizá esto sea nuestra única oportunidad.

1 comentario:

Fran dijo...

jeje, la referencia al Assasin Creed me ha encantado.