05.90: Monstruos de tiempos pasados
Inmediatamente de que abandonaran su despacho, Haipong ordenó el despegue de un dron de reconocimiento en dirección a la bahía de la Herradura, donde aquella mujer le había indicado podría encontrar un viejo submarino nuclear americano.
Las imágenes de radar del aparato mostraron la inequívoca presencia en aguas no demasiado profundas de un objeto del tamaño de un submarino clase Ohio. El reconocimiento de su marca sonora les indicó que probablemente era el USS Louisiana, el más nuevo de la clase.
Según pudieron comprobar en las bases de datos de inteligencia, alimentadas hasta minutos antes del estallido de La Guerra, el USS Louisiana disponía de 24 tubos lanzamisiles balísticos de los cuales la mitad habían sido adaptados para el lanzamiento de misiles crucero con carga convencional y una cuarta parte para albergar plataformas de lanzamientos de vehículos no tripulados. Aún parecía contar con seis misiles Trident II con doce cabezas nucleares cada uno.
En realidad, no tenía porqué salir de la bahía de la Herradura para acabar con toda la costa. Los misiles balísticos tenían un alcance de 12.000 kilómetros.
Los estrategas del Alto Mando Chino llegaron a la conclusión que con el sólo uso de los más de ciento cincuenta Tomahawk que portaba le bastaría y le sobraría para borrar del mapa a Benalmádena y sus alrededores, incluido el Xin Shi Hai.
—No parece que deba contemplarse la idea de atacarle. —Haipong intentaba medir mucho sus palabras. —Creo que no han podido localizar nuestro aparato, pero si no fuera así y les diera por desplegar su arsenal de aviones teledirigidos nos podremos ver metidos en una batalla de la que no tendría nada claro quién saldría vencedor.
La voz del almirante Wang Min sonó rotunda.
—¿Se le ocurre alguna idea, coronel?—Haipong era un militar de tierra, era capaz de pensar en cómo rodear la bahía de La Herradura y ocupar su playa, pero no sabría luego cómo atacar a ese monstruo de más de cien metros que se escondía bajo sus aguas.
—Lo cierto es que no, mi general. Este barco fue concebido como una ciudad flotante, dispone de fuentes de energía, factorías y almacenes y una pequeña fuerza aérea para su autodefensa además del contingente que comando cuya función es exactamente la que está desempeñando: ocupar un pequeño territorio en situación de no conflicto. Un submarino de la clase Ohio es todo un arma. Su adaptación tras la Guerra Fría lo ha convertido además en un arma polivalente y peligrosa.
Sus palabras provocaron que decenas de voces al otro lado empezaran a dar su opinión. El coronel reconocía algunas de ellas, gente bien situada, cerca de los generales, pero tan inexperta como irresponsable en el planteamiento de estrategias, así que intentó razonar por su cuenta.
No había allí, en el Xin Shi, nadie que pudiera ayudarle a tomar una decisión táctica. El medio centenar de marineros que formaban la tripulación se limitaba a ejecutar las órdenes que le llegaban desde el Pacífico Sur sin rechistar. El personal civil y comercial nada podía aportar y sus hombres entendían de lucha cuerpo a cuerpo y poco más. Sólo…
Haipong se giró hacia el intercomunicador y pulsó un código, la algarabía de voces fue sustituida por una voz grave y nítida.—¿Coronel?
—Haz que me traigan Wei Shou. Necesito verle en mi despacho.
Cinco minutos más tarde sonaron los nudillos de su secretario contra la puerta.
—Coronel.—La puerta se abrió y el joven grumete apareció en el dintel.—Creo que ha llamado al operador de la sala de control.
—Sí, dile que pase.—Conestó cerrando definitivamente el intercomunicador.
Wei Shou ya no era un jovencito, aunque se empeñara en vestir como uno haciendo un uso imaginativo y nada reglamentario del uniforme de la Armada. Su rostro reflejaba preocupación y cansancio. Ambos justificados, según el propio Haipong ya que de él habían partido las órdenes de no dejarlo descansar hasta que hubiese adiestrado a los dos soldados más familiarizados con la tecnología de que disponía.
—Siéntese marinero. Olvídese del protocolo.
La última indicación era innecesaria. Aquel muchacho no disponía ni del entrenamiento ni de la disciplina suficiente para comportarse como un auténtico marino de guerra.
Sin embargo para Wei estar en presencia del temible Haipong lo colocaba en una situación singularmente embarazosa. En cierto modo lo conocía. Lo había observado moverse por las cubiertas y entre sus hombres a través del circuito cerrado de cámaras y también había sufrido sus órdenes en propia carne aunque de forma indirecta. Ahora que lo tenía en frente su persona le pareció mucho más temible.
No obstante le hizo caso. Estar sentado le permitiría disimular el miedo que hacía temblar sus piernas.
—Parece ser que su confinamiento en la Sala de Operación no le ha impedido hacer amigos.
Wei se puso pálido.
—Supongo que esto habrá tenido algo que ver.—El coronel sacó el teléfono Quatum de su cajón y lo puso sobre la mesa. El golpe hizo que la pantalla se iluminara con el mismo mensaje que llevaba mostrando un mes: “Sin conexión”
—Ya… ya se lo dije al capitán. Es un viejo móvil de antes de la Guerra, lo usaba como grabadora para poder hablar… la soledad me estaba volviendo…
—No se esfuerce, Shou. Sus amigos han solicitado que le deje ir con ellos a donde quiera que sea es lugar.
Wei se quedó mudo.
—Supongo que para evitarle esa soledad enloquecedora.
—Yo… eh…
—No diga nada. Déjeme continuar.
—Si… si, señor.
—Bien. He de comunicarle que he accedido a su “solicitud”. —Shou levantó la mirada por primera vez. Los ojos del coronel parecían poder taladrar su cráneo.—Es una decisión estratégica, no me pregunte más. Sus sustitutos me han hablado muy bien de usted. Ha sido colaborador y les ha mostrado todo lo que tienen que saber para realizar las tareas de mantenimiento que realiza usted. Espero que eso sea cierto y que nada se le haya quedado en el tintero.
Wei intentaba digerir toda aquella información que cambiaba de golpe todas sus expectativas de futuro mientras asentía mecánicamente a cada frase del coronel.
—Cuando vuelva a su camarote dispondrá de unas horas para hacer su equipaje, si en ese intervalo recuerda algo olvidado le agradecería que lo pusiera en común con sus compañeros.
—No.. yo… A sus órdenes, coronel.
—Eso está mejor. Ahora me gustaría que me ayudara a mí.
—Lo que desee, coronel.
—Este aparato no ha dejado de decirnos que no tiene comunicación. También nos ha dicho más cosas. Hemos descubierto en su interior una célula de comunicaciones por entrelazamiento de partículas. Al parecer esto exige que exista una central de partículas emparejadas en algún lugar del mundo. Es evidente que esa central no está operativa. Quizá tenga usted razón y sólo le servía de grabadora.
«Pero sin duda lo más importante que nos ha revelado es que está provisto de una minúscula célula de combustible capaz de autorecargarse. Los ingenieros del Estado Mayor suponen que de algún modo es capaz de extraer hidrógeno de la humedad ambiental. Un invento que ha interesado sobremanera al Estado Mayor. ¿Cómo consiguió este aparato?
—Fue un prototipo coreano de justo antes del estallido de la Guerra. La unidad es un producto de pruebas, no llegó a comercializarse.—En aquella ocasión, Wei no mintió.
—Nuestros ingenieros están deseando ponerle las manos encima, como podrá imaginar, aunque tendrán que esperar algunos meses para poder destriparlo.
El rostro del operador se ensombreció cuando el aparato volvió al cajón del que había salido.
—Dígame otra cosa. Supongo que sabrá lo que acabamos de descubrir.—Los ojos de Wei abandonaron el espacio que antes ocupaba el teléfono sobre la mesa y volvieron a mirar al coronel.—Me refiero al submarino norteamericano.
—Creo que si. Señor.
—Naturalmente. Usted lo ve todo.
Ahora el rostro de Wei se sonrojó.
—No se preocupe, no hay forma de evitar eso. Como habrá podido escuchar, allá abajo no se ponen de acuerdo en cuál sería la mejor acción para acabar con el peligro que representa ese navío para nosotros.
—Lo… lo siento, es que…
—Ya, ya… se estaba volviendo loco.—La sonrisa del coronel no transmitía felicidad pero al menos no daba miedo.—En esta ocasión me viene bien su inocente indiscreción. Quizá pueda ayudarnos.
—No sé cómo podría hacerlo.
—¡Oh vamos!—El coronel se echó hacia atrás.—¡Usted sabe más de las posibilidades de este barco que los que lo construyeron! Todos esos días y noches solo, sin nada más que mirar aquí o allá. Seguro que habrá trasteado por sus entrañas.
—Bue… es que…
—¡No se excuse más, me pone enfermo!—Un golpe en la mesa le hizo saltar en su silla.—Necesito que nos diga cómo podemos acabar con ese submarino sin poner en peligro la nave.
—No pueden.
—¿Eso es todo?—El coronel se puso de pié si se echó sobre él apoyándose en la mesa.—¿No se puede?
—Este no es un barco de guerra, al menos no para esa guerra.
—Dígame algo que no sepa.
—Existe una posibilidad, pero es muy arriesgada.
El coronel se volvió a incorporar. La ira desapareció de repente, como si una droga hubiese hecho efecto inmediato. Wei pensó que probablemente eso era justo lo que había pasado. Haipong, como el resto de militares, tenía insertado una unidad de control biológico remoto. Quizá él por su rango pudiera darle algunas órdenes.
—El escudo subsónico.
—¿Qué pasa con él?
—Es poderoso.
—Está diseñado como un arma defensiva, su propio nombre lo indica.
—Su nombre está relacionado con la función para la que fue creado: proteger al barco de un ataque con torpedos. Pero en realidad es un generador de ondas de baja frecuencia tan potente que es capaz de detonar un torpedo a medio kilómetro de distancia.
— Bueno, si quiere puede llamarle “escudo activo”, pero no deja de ser un escudo.
—¿Sabe cómo funciona?
—Tengo una ligera idea, no soy ingeniero.
—Entre la quilla del Xin Shi Hai y su línea de flotación, a lo largo de toda la estructura, hay dispuestos unos generadores electromagnéticos de alta potencia. Cuando se activa el escudo subsónico éstos emiten dos secuencias de pulsos que hacen reverberar el propio casco del barco. A pesar de sus diez centímetros de grosor, la cobertura del barco se comporta como una membrana elástica, supongo que gracias a su composición de fibra de carbono, acero y caucho sintético.
«La reverberación viaja por el mar comprimiendo el agua a su paso. Cada una de las ondas se comporta como una semiesfera de pura roca que barre todo lo que encuentra a su paso. En otras palabras, los torpedos o bien detonan porque creen chocar con su objetivo o porque son destrozados por esas dos densas burbujas de agua.
—Creo que sé lo que me intentas decir. Si nos ponemos a medio kilómetro del submarino y activamos el escudo subsónico, esas ondas lo aplastarán como si le echáramos encima toneladas de hormigón.
—Más bien como si aumentara la presión sobre ellos, al menos esa es mi teoría. —Wei había perdido sus temores entusiasmado con las explicaciones técnicas. —Pero deberíamos estar a exactamente medio kilómetro del submarino como máximo.
—Porque imagino que la fuerza de las ondas disminuye conforme se alejan del Xin Shi.
—A razón de π x r2. Si estamos demasiado cerca, la propia explosión del submarino podría hacer que perdiéramos integridad estructural, si nos alejamos demasiado, el casco del Lousiana podría resistir el impacto de las ondas sin apenas daños.
—Veo que lo tenía todo calculado.
—Me aburro bastante. —Ahora no mostraba vergüenza sino algún tipo de reproche que el coronel pareció no captar. —Lo que nos soy capaz de calcular es cómo podríamos acercarnos al Lousiana sin despertar sus sospechas.
—Deje eso en nuestras manos.—De nuevo golpeó el comunicador. El caos de la discusión inundó el despacho.—General. Creo que tengo la solución.
Tuvo que repetirlo varias veces, pero al fin, se hizo el silencio.
—Hable coronel.
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