Llegadas las 19:30 en Berlín eran las 13:30 en Ushuaia,
las 21:30 en Moscú, la una y media de la madrugada en Pekín y de nuevo las
13:30 en Washington, y el Mundo se asomaba de nuevo al caos.
La tormenta dodecagonal, como era denominada en las principales
cancillerías, amenazaba con sobrepasar el Trópico de Capricornio. Las bajas
temperaturas habían congelado el sur del Atlántico, del Índico y del Pacífico
haciendo descender el nivel del mar de forma significativa en el acomodado
hemisferio norte, y las televisiones daban a conocer sus tremendas dificultades
para conectar unas con otras a lo largo del globo ciñiéndose a las noticias locales y documentando con imágnes de archivo las crónicas telefónicas de sus corresponsales.
Dice un viejo proverbio chino que con la bajamar,
aparecen los arrecifes.
Y vaya si estaban aflorando cosas: Los americanos
espiaban a europeos, rusos y chinos gracias a los servicios on-line “gratuitos”
que usaban todos. Los rusos tenían antivirus instalados por todo el mundo que en realidad se comportaban como virus-espía. Los chinos espiaban a los rusos, a los americanos y a los
europeos gracias a que todos estaban conectados a la Red con aparatos fabricados
en China.
Si buscabas algo en internet, el buscador lo primero que hacía era transmitir tus deseos, tu ubicación, tus favoritos y tus costumbres a una base de datos en algún lugar recóndito y luego te daba el resultado.
Si buscabas algo en internet, el buscador lo primero que hacía era transmitir tus deseos, tu ubicación, tus favoritos y tus costumbres a una base de datos en algún lugar recóndito y luego te daba el resultado.
Millones de procesos automáticos vomitaban cada décima de
segundo ingentes cantidades de datos en ordenadores atiborrados de bytes. Las bases de
datos se habían convertido en montruosos vertederos donde nadie en su sano juicio
se hubiera atrevido a meter la mano.
Incluso los programas “mineros” se veían en serias
dificultades para no quedar atrapados en estructuras circulares de información
cuasi infinitas.
Las agencias de seguridad de las grandes
potencias, presas de una suerte de síndrome de Diógenes de información, habían terminado convirtiendo sus sistemas de información en inmundas pocilgas.
Un dato flotaba sobre toda esa mierda: Nadie se fiaba de
nadie.
Así que de pronto, de la noche a la mañana, alguien decidió cortar por lo sano.
Y la Red cayó cuando los troncales de conexión entre subredes fueron bloqueados.
Y la Red cayó cuando los troncales de conexión entre subredes fueron bloqueados.
Ahora, cuando pedías una información los servidores se
hacían la picha un lío y terminabas obteniendo lo que no querías, si es que
llegabas a alguna parte.
Y claro, eso tendría serias consecuencias en la economía
porque ni los propios bancos eran capaces de encontrarse a si mismo.Pero como dice otro proverbio chino, los ojos de la rata
no ven más allá de una pulgada. O dicho en román paladino: nadie se estaba
dando cuenta de la gravedad de las cosas. Por ahora.
Y todo empezó cuando medio mundo, el medio mundo que nunca figura en los planes de las grandes potencias, cayó en Edad del
Hielo.
Sólo había un puñado de personas que sí tenían claro
dónde estaba el problema. Ese grupo, denominado la Alianza Inverosímil por lo
extraño de sus componentes, estaba a punto de interrumpir un relato de chimenea
que era escuchado con atención y sorpresa en el Hotel La Nación de Ushuaia, a
pocas millas del vórtice dodecagonal que la estaba liando parda.
-Pero entonces…-Interrumpió Nicolás a la Ninja no sin
cierto temor-Vos sos en realidad tres, como la Santísima Trinidad.
-Nicolás, no digas pelotudeces. Esto no tiene nada que
ver con Dios… ¿No es así “señora”?
-Realmente no sabría qué contestar.-Dijo la voz hombruna
de la criatura.-En principio, Dios aquí aún no ha dicho esta boca es mía.
-Pero lo podría decir.-Intervino Lucas en un arranque de
misticismo provocado sin duda por el humo de la chimenea, a falta de otros
humos.
-No saquemos las cosas de sitio.-Dijo en perfecto
castellano el expolicía tokiota Tetsu Watanabe.-Estamos hablando de una lucha
en un universo moribundo en el que uno de los bandos quiere absorber
la energía del nuestro para revitalizar el suyo.
-¡¿De que mierda desitio hablás cuando decí que no saquemos las cosas de él?!
Stella se agarró al brazo de su marido intentando tranquilizarle.
-Sé que es complicado y difícil de entender, pero os puedo asegurar que es lo que está pasando, y la realidad es tozuda, no podemos darle la espalda.
-¡¿De que mierda desitio hablás cuando decí que no saquemos las cosas de él?!
Stella se agarró al brazo de su marido intentando tranquilizarle.
-Sé que es complicado y difícil de entender, pero os puedo asegurar que es lo que está pasando, y la realidad es tozuda, no podemos darle la espalda.
-Pero vos… vosotros sois “de los buenos”
-Somos de los buenos, no debéis pgeocupagos. Aunque
estamos un poco pegdidos. Hemos dejado de gecibig intgucciones desde el otgo
lado.
La valenciana, cuando hablaba el musculado Jean Baptiste,
no tenía ojos para otra cosa, así que la cabeza, normalmente lenta, le funcionaba
aún peor.
-Bueno. El caso es que ya nos conocemos, estamos aquí
encerrados y no podemos hacer gran cosa, yo propong…-Un codazo de Lucas la
detuvo.
-No proponemos nada.-La miró con severidad sabiendo qué es lo que iba a proponer.-En realidad,
no sabemos qué podemos hacer, o por qué nos habéis contado vuestra historia.
La Ninja hizo una señal a Watanabe y éste le acercó una
bata impropia para la envergadura del engendro. Ante los ojos de los ya bastante atemorizados espectadores, el cuerpo acerado se empezó a derretir como si
fuera de hielo hasta ir tomando el aspecto de un hombre de unos treinta y pocos
años, pequeño aunque bien proporcionado y de aire oriental. Se puso la bata rápidamente.
-¡Anda… ahora eres un tío!-Dijo la valenciana admirando
lo poco que le dio tiempo a ver.
-Hola. Soy Paco el Camboyano, del que os acaba de hablar
la Ninja. He dejado a Antonia en el otro lado para ver si ella es capaz de
obtener información. No hace falta que me dejéis un hueco, no suelo tener frío.
-¡Hola amigo!-Dijo Jotabé levantándose.-Ya te echábamos
de menos.
-Hola franchute…-Ambos se estrecharon la mano.
-Pero… ¿Y la pibeta?-Stella no entendía nada.
-La pibeta no
existe en realidad.
-¡Por las patillas de mi viejo!¡Qué lío!
-Un momento.-Watanabe miraba un extraño teléfono móvil
que acababa de sacar de un bolsillo.-Noticias de la Fundación.
Castro miró extrañado su propio teléfono que continuaba sin cobertura.
-Guarden silencio, por favor.
-¿Cómo está la cosa?-Sonó la voz metálica de Gallardo en
el pequeño aparato.
-Bueno.-Dijo Watanabe con impotencia.-Sin novedad.
Nuestros amigos del Hotel están a la escucha y están al corriente de todo-Les miró inseguro. No parecían realmente al corriente.-¿Vosotros tenéis algo?
-Creemos que sí. José Antonio se ha leído todo el informe
transmitido desde Ushuaia al Observatorio de La Plata. Cuando quieras…
Se escucharon algunos ruidos y el carraspeo de El Notario
antes de que empezara a hablar.
-Hola a todos. Hola Antonia.
-Hola.-Dijo Paco poniendo voz de mujer. Los presentes
sonrieron nerviosos, atentos como estaban a escuchar algo que no sabían muy
bien en qué iba a consistir.
-De acuaerdo, hola Paco. Bueno.
Intentaré resumir, y no creáis que va a ser fácil. El informe era realmente largo y complejo, con demasiados tecnicismos.
Watanabe dejó el teléfono en el centro del semicírculo
formado por los refugiados en el edificio, cubierto
por la nieve casi hasta la mitad de las ventanas de la segunda planta. El vestíbulo se hallaba práctiacamente a oscuras, por lo que los congregados sólo recibían el resplandor rojizo de la hoguera. El semicirculo de rostros espectactes miraban el pequeño aparato en una suerte de ritual mágico.
El japonés se echó hacia atrás, dispuesto a escuchar
largo rato. Los demás se relajaron al verle, el silencio sólo era interrumpido
por el crepitar de los troncos al arder.
-El documento contiene anotaciones de campo, tablas de
mediciones, fotografías, que no hemos recibido aún, y algunas hipótesis
respecto de un trabajo realizado por el astrónomo Sancho Bermúdez Molina en la
estación antártica Profesor Julio Escudero en los últimos tres meses.
-¡Yo conozco a ese!-Interrumpió la valenciana.
-¡Y nosotros!-Dijeron al unísono Lucas, Stella y Nicolás.
-Y yo…-Dijo uno de los agentes rescatados por la Ninja.
-¡Joder…! La primera en la frente.-Apuntilló Paco.-¿Y aún
os preguntáis porqué os hemos contado toda la historia? A ver… tú, chavala, de
qué conoces al tal Sánchez.
-Sancho… se llama Sancho. Era el astrólogo que conocí en
el barco. El que los rusos me dijeron que distrajera.
-Un tipo grande, cincuentón, con barba y pinta de
currante.-Apuntilló Lucas.
-Sí, fue la persona que se iba a alojar aquí, le reservó
la india esta… ¿cómo se llamaba Nicolás?
-Iris Kiepja, una ona que vino a poner una denuncia hace
unos días por la desaparición de Sancho Bermúdez. Yo mismo le tomé la
filiación.
-De acuerdo.-Sonó la voz del teléfono.-Ponemos gente a mirar
datos sobre esa chica, Iris Kiepja de Ushuaia. Continúo.-Unos susurros callaron
al Notario.-Me preguntan por aquí… ¿Qué es eso de los rusos?
Lucas detuvo a su amiga, que ya estaba
dispuesta a contar algunas cosas de más,
y se decidió a contarla él, eliminando los aspectos más turbios.
-La tripulación del Crucero Antártico era rusa, en su
mayoría. Algunos marineros le pidieron a Encarnación que distrajera al
astrónomo por alguna razón desconocida. Luego nos enteramos al llegar aquí que
había desaparecido.
-De acuerdo. Gracias.-El Notario hizo una pausa.-La
verdad es que en estos días, los hoteles de Ushuaia se han llenado de chinos,
rusos, americanos, alemanes… está claro que algo trama alguien. Continúo pues…
“De los trabajos se deduce que Sancho Bermúdez tomaba
notas de las dimensiones, ubicación y altura de las auroras australes durante
todo el tiempo. Aunque las auroras no son visibles durante el día polar, él
disponía en la Estación de los instrumentos necesarios para medirlas.
Alguien carraspeó junto al Notario.
“Las Auroras son
fenómenos ópticos que produce el viento solar al pasar sobre la atmósfera justo
en el lugar en el que nace el campo magnético de la Tierra, campo que produce
la rotación del núcleo de hierro del planeta al girar a distinta velocidad que
el manto y la corteza terrestres.
De nuevo murmullos al otro lado del teléfono.
“Lo siento Gallardo, pero creo que tengo que dar algunos datos previos, y no
son mis datos favoritos, puedo asegurarlo.
De nuevo se hizo el silencio.
“Este campo magnético forma un escudo alrededor del planeta que nos protege del viento solar y de sus nocivas consecuencias. Sancho observó que las radiaciones electromagnéticas habían perdido fuerza observando cómo las auroras australes se producían cada vez a menos altura.
“Creía que esto sólo se podía deber a que el núcleo de
nuestro planeta, por alguna razón desconocida, había empezado a rotar más lentamente. Ese asunto le traía de cabeza. Necesitaba hacer más
mediciones pero se había quedado sin fondos, así que tuvo que salir de la
Estación Antártica sin concluir el trabajo.
“Sin embargo, algo le conectaba con el Observatorio de La
Plata porque desde Ushuaia alguien, que ahora suponemos era esa tal Iris, les
transmitió el trabajo esperando a que él, una vez en Buenos Aires, pudiera mostrar su teoría a la dirección del mismo, quizá con la promesa de obtener fondos para seguir
investigando. Al menos eso cree Gallardo.
Se escuchó un cuchicheo suave.
“Ahora voy con ello, Pepo, tranquilo.
“Nosotros hemos descubierto algo que el propio Sancho no
había visto en sus datos. Comparando algunas tablas de mediciones vimos que la reducción del campo electromagnético mostraba un patrón
dodecagonal casi exacto.
-¿Dodequé?-Preguntó la valeciana.
-Dodecagonal-Apuntilló Stella-Un dodecágono es un
polígono regular de doce lados.
Nicolás miró sorprendido a su esposa.
-¿¡Qué…!? ¡Yo no soy una indocumentada, me recibí de periodista!
-Efectivamente, un polígono regular de doce lados. La tormenta que os cubre a
vosotros, y a medio mundo, tiene su centro en el polo sur, y tiene exactamente esa forma.
-¿Esta tormenta es provocada?
-Tras hablar y hablar entre nosotros, dedujimos algunas
cosas que el pobre Sancho Bermúdez no podía ni siquiera sospechar.-Gallardo
parecía haberse acercado al micrófono.
“Los vértices del polígono de doce lados parecen amortiguar
la radiación electromagnética absorbiéndola. Esos puntos, cuya naturaleza
sólo podemos imaginar, se han vuelto extremadamente calientes lo que ha
provocado la sublimación del hielo en el que se encuentran y la formación de la
tormenta que os está afectando.
-Entonces.-Intervino el cabo Guerrero, que hasta ese
momento estaba escuchando muy atentamente.-La tormenta sería el efecto
colateral de la acumulación de esa… energía.
En el otro lado permanecieron en silencio un segundo.
Guerrero intervino de nuevo presentándose.
-Como el descenso de altura de la auroras
australes.-Continuó la voz de Pepo.-En realidad, nada de lo que está ocurriendo
resulta realmente peligroso para nuestro mundo, en terminos globales, naturalmente.
-Pues si una tormenta apocalíptica y la pérdida del
escudo ese que nos libra de las radiaciones malignas no son lo peligroso. Por
el amor de Dios, decíme qué es lo que viene a continuación.-Nicolás estaba
realmente asustado.
Unos murmullos en el otro lado fueron toda respuesta.
Paco tuvo la sensación de que a la parte de la Alianza
Inverosímil que se partía la cabeza en la Fundación no le parecía adecuado el
auditorio para dar la respuesta. Pero al ver las ventanas cegadas por la nieve,
que no paraba de caer, no tuvo más remedio que decir.
-Dejaros de tonterías. Estos amigos están con nosotros,
aun a su pesar, así que desembuchad.
-Está bien.-Era la voz de locutor de De la Fuente, ausente hasta ahora de la conversación.-Después de mucho discutir entre el tecnólogo, el Notario y el pesado de Gallardo, y te puedes imaginar
cómo ha sido ese debate, hemos llegado a una conclusión bastante afinada y
compleja que supondría en sí misma la misión ineludible para la Ninja de los
Peines.
-¡Ay por favor… soltadlo ya!-Dijo la valenciana, que
ahora sí, parecía haber entendido la importancia del momento.
-En los doce puntos que forman los vértices del polígono
dodecagonal alguien, no sabemos quién aunque sí que no ha sido nadie de
Mörgendammerung, ha colocado lo que podríamos
denominar doce súper condensadores.
-¿Súper condensadores?-Lucas parecía intentar imaginarse los
artilugios-¿Hablamos de inmensos acumuladores?
-Visto lo visto-Dijo la voz de Pepo.-Igual tienen el
tamaño de una caja de zapatos, recordad que los de “el otro lado” tienen una tecnología
muy superior a la nuestra. Pero sí, podríamos decir que son acumuladores de
energía. Energía producida por el núcleo de la Tierra, de ahí que la fuerza del
campo magnético se haya reducido tan significativamente. Esos súper condensadores la están robando.
-¿Y por qué han tenido que venirse al fin del mundo a hacer esto?-Dijo uno de los policías.
-Muy sencillo. La energía pasa por los polos magnéticos
antes de formar el escudo. Para capturarla hay que situar los condensadores al rededor del polo magnético. Hacerlo en el Polo Norte hubiera sido más
complicado y demasiado cerca de las zona civilizada de nuestro planeta.
-Pero si el fin no es dejarnos sin escudo ni provocar una inmensa tormenta, ¿para qué robar la energía?
-Está claro…-Dijo la voz de Gallardo.-Para usarla.
Suponemos que para facilitar desde este lado la apertura del agujero que
comunicará ambos universos.
-¿Y eso cómo se hace?-Preguntó Stella.
-No tenemos ni idea. Podemos imaginar qué es lo que
pretenden, pero no cómo lo van a lograr.
-Y entonces, si no sabemos cómo lo van a hacer, ¿cómo podemos evitarlo?
-La respuesta es muy sencilla.-Intervino Paco alejándose
de nuevo del grupo mientras se quitaba la bata que le cubría.-Destruyendo los doce
condensadores.-Las últimas palabras las pronunció La Ninja de los Peines.
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