Una mancha rosácea se fue materializando sobre el fondo blanco.
Luego empezó a tomar formas geométricas. Un cuadrado, dos círculos. Dos ojos
grises, grandes y saltones, aparecieron en el lugar adecuado. Una fina línea
trazó unos labios entre dos paréntesis justo debajo de lo que, sin duda, era
una gran nariz. La voz del Teniente Schwarzschild sonó cálida y afectuosa.
-Manuela. ¿Estás bien?
La doctora aún no podía responder. La blancura del techo le
hería al mirarle. Su mente ya casi le
había olvidado.
-¿Dieter?
-Sí. Soy yo. ¿Cómo te encuentras?
-¿No estabas…?
-¿Disuelto? No. No era yo, aunque todo el mundo se lo ha
tragado.-Sonrió mostrando una blanca fila de grandes dientes.
La doctora intentó incorporarse. Le dolían los pies y las
manos. Y todo el cuerpo. Pero además estaba atada a la cama.
-¿Dónde estoy?
-Estás en Mörgendammerung, estás en casa.
Manuela no contestó. No tenía demasiado claro que aquello fuera
su casa. Empezó a recordar el último instante antes de perder la consciencia.
Aquellas figuras que se acercaban en la ventisca mientras temblaba de frío en
el interior del coche-patrulla prácticamente cubierto por la nieve.
-¿Qué ha pasado?
-Te fuimos a buscar al hotel. Antes de llegar nos avisaron que
ya te habías ido en un coche de la policía robado. Afortunadamente llegamos a
tiempo para sacarte de él. Tienes quemaduras de congelación en los dedos, puede
ser que haya que amputarte alguno, pero creo que sobrevivirás.
-¿Por qué te fuiste?
El teniente alejó su rostro del de ella y se puso rígido. No
esperaba aquella pregunta, no en ese tono de reproche casi de enamorados. Tosió
para darse tiempo a buscar una respuesta que no sonase a escusa.
-Te llamaron. No quise que te arriesgaras por si era una
trampa.
Manuela Klein giró la cabeza hacia la pared. Sabía que aquello
no era cierto, pero le gustaba. Y no quería estropearlo mirando la cara de
mentiroso del teniente. Suspiró y volvió a mirarle.
-¿Dónde estamos exactamente?
-En una base naval de la armada argentina. Están todos los
jefazos, incluido Hideiki.
-¿Toojo Hideiki? Pero si había fallecido.
-Lograron revivirle. Mörgendammerung sigue siendo poderosa.dijo
con orgullo.
-¿Y qué hacemos todos aquí?
-Estudiamos… estudian un cambio de estrategia. No entiendo muy
bien lo que pasa pero creo que han… hemos perdido un apoyo muy importante. Eso
les tiene muy preocupados.
-A perro flaco todo se le vuelven pulgas-respondió en español.
-¿Cómo dices?
-No es nada. ¿Sabes si me han…?
-No. Aún no te han implantado la unidad de fidelización.
-¿Aún?-Intentó levantarse sin éxito.
La sonrisa del teniente no parecía corresponderse con sus
nefastas palabras.
-Sí. El doctor Don Jorge Gebel estaba preparando el quirófano
para mí cuando nos avisaron de tu paradero. Hideiki ha dicho que prefiere
implantártelo antes a ti.
-¡Dios mío!
-Ya. No te preocupes. Sé que te mereces esto antes que yo, pero
en un par de días también tendré mi propia unidad.
-¿Quieres decir que quieres
que te implanten la unidad?
La sonrisa de Schwarzschild se congeló convirtiéndose en una
mueca forzada.
-Compréndelo. Es la forma de ofrecer mi lealtad a la
organización. Y deberías estar contenta de que te permitan hacer lo mismo.
Manuela volvió a mirar a la pared. La ira le quemaba.
-El quirófano está a punto. Sólo he entrado para ver cómo
estabas antes de que te anestesien.
-Dieter.-Se giró con furia.-Eso no es lealtad, es esclavitud.
El teniente volvió a alejar su rostro. Ahora se mostraba
severo, casi enojado.
-Llámale como quieras. Cada uno
de nosotros juega un papel en la vida. Ese es el mío. No tengo porque
desafiar a la Naturaleza.
-¡El tuyo quizá, pero no el mío! Hideiki seguro que no tiene
ninguna unidad implantada.
-Él está por encima de nosotros.
-¡Yo no soy como tú!
-No somos nosotros los que debemos determinar eso.
-¡Dios… te han lavado el cerebro!
-Ahora estoy mejor. Ahora me siento seguro. Necesito que
alguien decida por mí, y está claro que tú no sabías hacerlo.
-¡Dame tiempo, Dieter, dame tiempo!
La puerta de la habitación sonó detrás de él. Se volvió un
instante.
-Ya es la hora. Verás como todo irá mejor. Te lo aseguro.
Los camilleros empezaron a mover la cama de Manuela ante la
mirada entre esperanzada y compasiva del teniente.
-¡No permitas que me hagan esto! ¡Ayúdame!
-Todo irá bien, Manuela, todo irá bien.
En una de las habitaciones vacías del edificio principal del
Hotel La Nación, Jean-Baptiste dirigía las hábiles manos de Stella que
preparaba unas gasas untadas de Pervinox. Él continuaba sujetando el torniquete
del malogrado brazo izquierdo de la agente Irma Gutiérrez. Ella jadeaba medio
adormecida.
La puerta de la habitación se abrió y dejó paso a la pequeña
Toni con su osito colgando de una de sus manitas.
-¿Cómo va eso?
-Está… bien.-Mintió
Jotabé.-Pego cgeo que segía mejog llevagla a un hospital.
-Es imposible.-Toni dejó el osito sobre uno de las sillas de la
pared.-Todo está rodeado de nieve, estaremos así al menos un par de semanas.
Stella miraba acercarse a la niña hacia la pobre agente
malherida hablando como si fuese una adulta.
-¡Pero mi niña! ¿Qué hacés vos aquí? Esto no es para niños.
La niña la miró y le sonrió condescendiente.
-No te fíes tanto de las apariencias, Stella, pueden jugarte
una mala pasada.
-¿Cómo me hablás así? Jean-Baptiste, decíle algo a esta mocosa.
-No es una mocosa, es una lagga histogia. ¿Qué cgees que
podemos haseg?-Dijo volviéndose hacia Toni.
-Le cauterizaremos la herida, no queda otro remedio.
-¿Cómo?
-Déjame a mí. Aparta, no vaya a hacerte daño.
-¡Pero…!-Stella soltó las vendas sobre el botiquín y se dirigió
alarmada hacia la niña.
-¡Atrás…!-Ordenó Toni con la mano extendida hacia ella.-¡Sólo
será un minuto… no hay otra posibilidad!
La dueña del hotel, involuntariamente, se quedó clavada en el
suelo, mirando como la manita de la niña se empezaba a poner naranja, rubí, de
nuevo naranja, blanca. El calor que desprendía llegaba a oleadas hasta su
rostro. Cuando Toni consideró que tenía el suficiente calor, abrió sus deditos
y puso la mano abierta sobre el muñón de la agente. Una humareda extendió un
fuerte olor a carne asada. La policía empezó a gritar de nuevo
desesperadamente. No pasaron más de treinta segundos cuando Toni retiró la mano
y ésta recuperó su color rosáceo habitual. La herida había sido quemada
levemente. Los vasos sanguíneos que terminaban abiertos en el muñón había sido
soldados, todo palpitaba, rojizo y vivo.
-Ahora puedes vendarlo.-Dijo Toni mientras volvía a recoger su
osito.
-¡Dios…!¿Qué clase de cosa sos?
-Una lagga histogia. Tendgemos tiempo de contágosla.-Jotabé
aflojaba lentamente el torniquete comprobando que no había ninguna herida
abierta.-Ahoga pgepaga las vendas, Una quemaduga también se puede infectag.
Cuando Toni abrió la puerta, el sargento Castro, Nicolás, Lucas
y Encarni estaban a punto de entrar alarmados ante los gritos de dolor de Irma.
La niña los detuvo con autoridad.
-No es nada. Sólo que le duele mientras le curan. Me han dicho
que no molestemos.
-Pues sonaba como si le estuviesen quemando viva.-Dijo la
valenciana estremecida aún.
-Vayamos al vestíbulo.-Invitó Nicolás.-No conviene dejar solo a
los otros dos policías, están aún algo desorientados.
-¡Y qué lo digas!-Contestó Lucas abrazando a su chica.-No paran de hablar de la mujer
de negro que los ayudó.
-La única mujer de negro que se conoce por aquí es la
parca.-Dijo sombrío el sargento.
-En este caso, parece ser que no fue ella… de otro modo no
estarían aquí. Por cierto pequeña.-Nicolás cambió el tono.-El chinito se asomó
preguntando por vos. Sos más escurridiza que Messi.
-Ahora subo. Perdón.-Dijo con cara de no haber roto un plato.
En la planta superior, Watanabe hablaba con Gallardo, en la
Fundación.
-¡Ah. Aquí está Antonia! Ponedla al corriente.
-Ya sé todo. Lo he estado escuchando mientras curaba a la
policía.
-Bueno, pues a ver qué te parece lo que estamos pensando por
aquí.-Sonó el pequeño altavoz del extraño móvil de Watanabe.
La niña se sentó sobre el borde de la cama dejando sus
piececitos colgando. El colchón se combó como si pesara cien kilos.
-Efectivamente, como te dijeron las voces, los de la
organización tienen ayuda desde el otro universo.
-El Gran Guía, creo que le llaman.-Era la inconfundible voz de
El Notario.
-Y ahora han perdido contacto con él.
-Es probable que los hayan descartado, no creo que los que le
ayudan a ellos tengan el mismo problema que los nuestros.
-¿Te refieres a que no crees que estén en dificultades?
-Claro.-Los ojos de Toni resplandecieron un instante.-Los
nuestros son cuatro gatos, los otros son la mayoría, no deberían tener ningún
tipo de impedimento. Si no contactan es porque no quieren.
-Nunca se sabe-Dijo la voz de Pepo-Existe la posibilidad de que
un grupo pequeño desarticule o al menos desoriente a una gran organización. Es
la vieja leyenda de David y Goliat, puede que funcione en cualquier universo.
-Eso es muy bonito,-Dijo Toni con sarcasmo,- pero muy
improbable. Casi seguro que Mörgendammerung ha sido descartada para sus planes.
Ahora están solos, lo que no les quita peligrosidad.
-Pero…-Watanabe hablaba mirando al móvil-Eso quiere decir que
hay “otros” que trabajan para aquellos que quieren abrir una brecha
interuniversal.
-Eso nos tememos-Gallardo siempre sabía algo más.-Los estamos
buscando por todas partes, pero como ya sabéis, las comunicaciones se han
vuelto enrevesadamente crípticas. Tenemos que ir tanteando por datos
colaterales.
-¿Tenemos algo colateral?-La
niña estaba especialmente mordaz, lo que demostraba que no estaba de muy buen
humor.
-Tenemos varias cosas, pero nada claro ni concreto.
-Yo creo que una de ellas es interesante.-Intervino Pepo.
-Los amigos argentinos de aquí, el tecnólogo, han interceptado
la transmisión de un largo archivo encriptado desde un ordenador de Ushuaia,
nada que ver con la base naval de la organización ni con ningún gobierno o
agencia de seguridad.
-La gente normal también encripta sus mensajes.-Intervino
Watanabe.
-Eso he pensado yo, pero los argentinos tienen una corazonada.
-¡Corazonadas! Son datos-Protestó Pepo a través del altavoz.
-Bueno, y cuáles son esos datos.
-El mensaje Iba dirigido a un departamento del Observatorio
Astronómico de la Plata.
-Indagando en cabeceras, anteriores mensajes no encriptados
entre el remitente y el receptor parece que el documento contendría información
sobre fenómenos observados en el cielo de la Antártida.
-¿Qué clase de fenómenos?
-Es imposible de saber, pero expresiones como “algo gordo”, “algo
importante”, “un descubrimiento que pondrá a la humanidad en alerta” aparecen
en esos mensajes previos.
-¿Es fiable?
-El destinatario es muy fiable, el remitente es una estudiante
de astronomía recién licenciada. El trabajo es de un tercero, un investigador
sobre el terreno. Ni siquiera se cita su nombre. Es importante que leamos el
contenido del archivo.
-¿Podemos conseguir una copia desencriptada?
-Ni el remitente ni el destinatario saben cómo hacerlo.
-¡Leches!-Dijo la niña-¡Entonces para qué se lo envían!
-El remitente teme que alguien robe el archivo, siente que la
siguen.
-¡Um…!-Los ojos color miel volvieron a refulgir.-Tiene buena
pinta.
-Ya lo dije.
-Bien. Pero tú y tus amigos sí podéis desencriptarlo. ¿No es
así?
-No creas que es fácil. Tiene una clave extremadamente fuerte, no
es tan sencillo.
-Los chicos están intentándolo, dejémosle tiempo. Quizá pueda
darnos pistas de hacia dónde dirigir nuestros pasos. Tú sigues sin oír ninguna
voz, ¿no Antonia?
-Nada. Seguimos solos.
-Mientras tendremos que hacer algo con Mörgendammerung, pueden
hacer daño y distraernos de nuestro objetivo, aunque aún no sepamos donde
cojones está.
-¿Qué más habéis sacado de los micrófonos espía que dejó
Watanabe?
-La doctora Manuela Klein fue rescatada in extremis.
-Delante de mis ojos… ¡Cómo se me pudo escapar!
-Bueno, el caso es que están a punto de implantarle un chisme
de esos que te disuelven si no haces lo que te dicen.
-Unidad de Fidelización.-Volvió a intervenir El Notario.
-¿A Manuela?-Antonia se bajó de la cama de un saltito. Los
estantes vibraron.-Es raro. Creía que ella no tenía.
-Y no lo tenía. Es Toojo Hideiki el que ha dado orden de que se
lo pongan. Dice que puede representar un peligro para la organización. En un
primero momento había pensado en eliminarla, se ve que no le tiene demasiado
aprecio.-Se oyeron algunas risas.-Pero otros de los presentes resaltaron sus
conocimientos sobre la química de control, han decidido mantenerla con vida
para utilizarla.
-Así que ellos la consideran un peligro si está suelta…
-Sí. No sé si en realidad es una pura lucha de vanidades o realmente
Manuela podría comprometer a la organización.
-Bueno.-La niña se dirigía al baño mientras decía.-Pues
entonces, les daremos un poco de entretenimiento.
-¿Dónde vas?-Dijo Watanabe levantándose.
-A rescatar a Manuela Klein antes de que la conviertan en un
zombi obediente.-Toni se giró y sonrió con malicia.-El enemigo de mi enemigo…
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