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Casi
cuatro horas después de empezar a dedicarse en cuerpo y alma a la
matanza indiscriminada de civiles, la Milicia Muyahidín Mutante no
presentaba síntomas de agotamiento. Las bajas que causaba la Ninja de
los Peines apenas modificaban su estrategia. La paz que llegaba allá
donde Antonia y Paco dirigían al engendro para acabar con tanto dolor
destruyendo sin miramientos a los zombies químicos de la Organización
Sin Nombre, era “compensada” con la aparición en otro lugar de nuevos
efectivos que continuaban con tan atroz propósito.
Pero
no eran los únicos nuevos Muyahidines activados. En distintas partes
del globo, gente aparentemente normal que, en su momento, desaparecieron
inexplicablemente durante algunos días y que retornaron a sus vidas sin
recordar nada, cambiaban de aspecto, se volvían agresivos a la vez que
descubrían de pronto que tenían una misión que cumplir. Y se entregaban a
ello con ciega obediencia.
Para el Mundo, todo empezó con algunos mensajes de texto, algunos whatsapp’s improvisados o twits atropellados. Luego entraron en escena las Organizaciones No Gubernamentales, las embajadas y los freelances de las grandes multinacionales de la información.
Las
televisiones, con el propósito de informar y también de captar la
audiencia y hacer caja, interrumpieron sus programaciones para dar
cuenta de los hechos gravísimos que estaban sucediendo en Gaza City. Y
nuevamente tenían que interrumpir sus noticiarios de urgencia para
informar de atentados suicidas en el metro de las grandes urbes, aviones
que se estrellaban contra centros religiosos o matanzas masivas en
decenas de ciudades. Las agencias de noticias vomitaban una tras otra
catástrofe sin dejar tiempo al becario de avisar a sus jefes cuando ya
tenían el siguiente atentado en pantalla.
La gente ante el televisor no sabía si estaba viendo una película o estaba asistiendo en directo al fin del mundo.
Los
presentadores, igualmente atónitos, emitían comentarios sin
reflexionar, movilizando a la población a tomar partido, a pedir
venganza o mano dura. La vertiginosa sucesión de desgracias no dejaba
hueco en la parrilla para la reflexión y el análisis.
Las
cancillerías, los centros de poder, las organizaciones de derechos
humanos, los grupos políticos, las iglesias, las mezquitas, las
sinagogas y las embajadas hervían de protestas, gritos, indignación y
reproches. En cuatro horas, el Mundo se había dado la vuelta y la guerra
se cernía sobre él sin que nada ni nadie pudiese aplacar tanta ira.
En
ese río revuelto, los halcones, los más duros, nadaban en su medio
ambiente natural, haciendo prevalecer su visión intransigente de la
sociedad ante un poder político estupefacto. En Washington, el
Presidente de los Estados Unidos firmaba placets para el inicio de
ataques masivos en Medio Oriente. En Teherán y Jerusalem los
ultraortodoxos se hacían con el control del ejército enviando a miles de
soldados hacia la frontera iraquí acompañados de una ingente fuerza
aérea y naval. En China, el Comité Central del Partido Comunista miraba
los informes acelerados que llegaban continuamente sin tino para
posicionarse ante una situación que se les iba de las manos, con sus
fuerzas en alerta máxima. Rusia contemplaba con sus misiles nucleares
erectos los movimientos de su enemigo natural.
Nada
parecía poder detener la escalada bélica. Y nadie tenía el tiempo
suficiente para meditar y pensar: la crisis, la brecha fiscal, el caos
financiero, las diferencia norte-sur, el ascenso de los extremismos, la
corrupción política, todo parecía tener una única solución: ¡Guerra!
Las
redes sociales acallaban a los pacifistas. Los sesudos pensadores, los
que ayer eran gurús de la política internacional hoy no tenían la más
mínima oportunidad de ser escuchados. Sólo los descerebrados de grandes
palabras, que pedían grandes sacrificios por esta o aquella causa, idea o
religión, que escupían su odio al diferente, solo ellos lograban
audiencia, arreando como borregos a millones de followers.
Si
alguna vez nos habíamos preguntado cómo el asesinato de un archiduque
pudo desencadenar la Primera Guerra Mundial o Hitler perpetrar el
holocausto judío o cómo se invadió Irak por unas fotos trucadas ahora
teníamos una perfecta y terrible explicación.
Y
todo ese ruido monstruoso que precedía a la peor de las conflagraciones
imaginables venía acompañado de un silencio igualmente atronador: La
Ninja de los Peines ejecutaba su “trabajo” sin ser advertida por nada ni
nadie, como si las voces que solían orientarla en momentos de confusión hubiesen dejado de existir.
-¡Alto!
-Échese a un lado, soldado, la doctora y yo tenemos que salir. Es urgente.
-Lo siento teniente. Las órdenes de bloquear las puertas del silo son tajantes, nada ni nadie puede entrar ni salir.
-Las órdenes las he dado yo, así que yo puedo revocarlas.
-Lo siento, doctora Klein, el Coronel Untermann tiene el mando ahora. No pueden salir.

-¿Qué ha hecho?-El teniente Swarzschild miraba sorprendido a la pequeña hispanoalemana.
-¿Con quién está usted?
-Pero...-miró con aprensión el arma que casi le apuntaba.- Con usted, señora.
-Pues teclee la clave de acceso y abra la puerta, no tenemos tiempo.
··
El
teniente, todavía confuso por la inesperada reacción de su jefa, se
dirigió titubeante al panel de control de seguridad. Puso la palma de la
mano sobre la pantalla del escáner y esperó a que el barrido láser la
recorriera. Una luz verde indicó el desbloqueo del sistema de control.
Luego sólo tuvo que teclear algunos códigos numéricos y la pesada puerta
de acero de veinte centímetros de grosor empezó a deslizarse hacia
arriba lentamente.
-¡Venga...!¡Venga...!-
Manuela Klein miraba nerviosa hacia el final del corredor donde se
abría al silo con todos sus operadores y soldados ocupados en la tarea
de controlar el descontrol mundial. La pesada puerta parecía no tener
ninguna prisa.
En
la explanada, la sirena sonaba impidiendo casi que Watanabe,
Jean-Baptiste y Obama pudieran hacerse entender. Los mercenarios
deberían estar armándose o vistiéndose, porque de momento sólo estaban
ellos tres.
-voulez pas que le fusil?
El joven de Burkina Faso rehusó el arma que le ofrecía el francés.
-Je ne pouvais pas l'utiliser, je préfère ce couteau.-Dijo metiéndose un cuchillo entre los pliegues que formaba el uniforme.
-Ya está.-Dijo Jean Baptiste terminando de ajustárselo.-¿A dónde vamos ahora?
-Aquella
puerta de allí da al corredor de la sala de control, lo acabo de
comprobar. Había dos guardias. Ya no hay que preocuparse de los
guardias. Vienen más por allí arriba y por la derecha. Tenéis que correr
como si os persiguiera el mismísimo diablo.-La figura de Watanabe se
movía con cambios bruscos, apareciendo y desapareciendo de un lugar a
otro. Evidentemente estaba haciendo incursiones mientras hablaba con
ellos de forma que iba comprobando lo que decía conforme lo decía.
-¿Estáis preparados?
Jotabé miró al negro que hizo un gesto de asentimiento.
-Pues... ¡A correr!
A
pesar de que el africano tenía una pierna lesionada, probablemente por
un esguince causado al intentar emular al supermusculado Jean-Baptiste,
corría casi más que éste dando largos saltos con su pierna sana. Algún
disparo sonaba acá o allá, pero las balas no llegaban a dar en ningún
sitio. Watanabe estaba cubriéndoles. Después de unos interminables cien
metros, chocaron contra la puerta que ya empezaba a abrirse tras
detectar las placas identificadoras que colgaban de los uniformes que
acababan de robar.
-¡Mon Dieu! Casi no lo contamos. ¿Watanabe?
-Estoy aquí... -Contestó desde el interior del corredor, apoyado sobre el muro del fondo.-Creo que estoy empezando a agotarme.
-¿Empezando a agotarte?¿Qué quieres decir?
-Recuerda
que tengo un tiempo limitado para la hipervelocidad. Llevo demasiado
tiempo de un lado al otro...-el japonés se incorporó y se mostró
falsamente animoso.-Venga, venid conmigo, es por allí.
En
la sala de control de La Fundación, el Notario, el comisario Gallardo,
el ex-comisario De la Fuente, Pepo el tecnólogo, Fernanda la asistenta y
su marido miraban atónitos las imágenes de las cadenas de noticias de
todo el mundo.
-¡Ay Dios de mi vida! ¿Qué está pasando?
-Está
liándose la de Dios es Cristo.-Gallardo miró con reproche al Notario
que tardó un segundo en darse cuenta de lo inapropiado de su
expresión.-Dicho con todo el respeto.
-Desde luego, señor Notario, su falta de respeto es mínima si lo comparamos con eso.
-¿Te queda mucho, Pepo?
-Las
comunicaciones se han empezado a saturar. Algunas grandes líneas están
empezando a ser reservadas, el despliegue militar alcanza también a la
red.
-¿Y eso quiere decir...?-Preguntó un poco irritado ante tanta tecnología incomprensible.
-Que
ya casi lo tenemos, pero que no le puedo dar un tiempo fijo. Cuando
parece que lo vamos a conseguir, desaparecen rutas enteras y tenemos que
reencaminar las comunicaciones.
“Acabamos
de recibir un teletipo: Se ha producido una explosión en las
dependencias de la embajada china en Moscú.”- El presentador miró
desconcertado a la cámara.-”No sabemos nada más. Intentaremos ampliar
esta noticia, pero me informan que ya tenemos imágenes de la estación
Alexanderplatz de Berlín, donde una explosión ha sembrado el caos en uno
de los puntos más concurridos de la ciudad.”
···
En
Gaza-City la Ninja subió de nuevo a un edificio para planificar su
próxima incursión. La calle estaba llena de escombros, vehículos
incendiados y cadáveres. El olor a carne quemada y ácido llegaba incluso
a la azotea. Una rápida mirada alrededor le permitió comprobar que aún
cientos de Muyahidines estaban masacrando a la gente apenas a dos
manzanas de distancia.
-Antonia.
Esto es inútil. Yo no le veo el sentido, quizá nos hemos equivocado de
objetivo y deberíamos haber ido a Sudán, con Jean-Baptiste y Watanabe.
-Recuerda que cuando decidimos algo, si no es correcto, de alguna forma las voces nos lo hacen ver. En este caso no dijeron nada.
-Las voces llevan demasiado tiempo calladas. Me da la sensación de que algo no va bien.
-A mi también. ¿No te has dado cuenta de que llevamos mucho tiempo en hiperactividad y La Ninja no se agota?
-Pero eso es bueno.
-Pero no es lo normal. Efectivamente, algo no va bien.
Mientras
la preocupación se apoderaba del interior de La Ninja, empezaron a
sonar los móviles en toda Gaza City. Miles de aparatos emitiendo sus
músicas a la vez inundaron las calles de un tintineo indescifrable. Un
escándalo inesperado.
-¿Qué pasa ahora?
-Suenan los teléfonos.
-¿Los teléfonos... qué teléfonos?
-Todos, ¿no ves?
A
ras de suelo, entre los cadáveres y escombros, decenas de pequeños
rectángulos de luz se iluminaron recortando un mosaico disperso en la
oscuridad de la noche.
-¿Cómo van a sonar todos los teléfonos a la vez?¿Quién puede hacer eso y para qué?
Antonia tardó un segundo en averiguar la respuesta..
-¡Pepo! Es Pepo. Intenta ponerse en contacto con nosotros.
Como
un rayo, La Ninja volvió al nivel de la calle corriendo por la fachada
como si la fuerza de la gravedad no existiera. Se detuvo ante uno de los
aparatos. Lo cogió y lo descolgó. La inconfundible voz de Antonia López
entonaba su famosa versión de “Ojos Verdes”.
-¡Dios... es verdad, es tu voz! ¿Pero porqué no dicen nada?
-Tiene que estar todo el mundo contestando, no pueden establecer una conversación inteligible.
-¿Y cómo podemos escucharlos?
De nuevo, La Ninja pegó un par de saltos descomunales y se instaló en la azotea. Empezó a aguzar su oído.
Como
ya había pensado en alguna ocasión durante el viaje hasta El Cairo, los
poderes de la Alianza Inverosímil eran los suyos mismos, solo que
distribuidos entre distintas personas. Así, Jean-Baptiste tenía una
fuerza y agilidad sobresalientes, Watanabe podía moverse a
hipervelocidad, Pepo entender las máquinas sin ninguna dificultad o
Gallardo descubrir relaciones entre sucesos de forma diáfana. Ella
también tenía un super oído, como La Peligro. En realidad los sonidos de
todo el mundo se movían por todo el mundo solo que bajando de
frecuencia. Su oído tenía el ancho de banda más extenso de toda la
galaxia y su cerebro, o lo que sea que tuviera la Ninja sobre los
hombros, podría modular la escucha a cualquier rango. El mar, rugido de
aviones, gente en una trattoria, explosiones, gritos, llantos, disparos.
-¿Qué ocurre en el Mundo?
-Algo gordo, cállate que estoy intentando escuchar la respiración de Gallardo o Pepo. Ahí están, oigo a Pepo.
-¡Ya están sonando los teléfonos!
-Esperemos que La Ninja sea capaz de entender su estrategia comisario.
-Seguro.-Decía Gallardo.-Antonia es muy lista. Ahora podremos comunicarnos con ella.
-¿Como?-Decía el Notario.-¿A través de qué móvil?
-Eso es cierto. Si pongo las miles de voces que están hablando ahora no seríamos capaz de entender lo más mínimo.
-No.-Antonia
escuchaba pasos junto a la voz de Gallardo.-Vamos a comunicarnos con
ella gracias a La Peligro: Sí nos estás escuchando, Antonia, habla. La
Peligro te escuchará y nos contará lo que dices, estamos en contacto con
ella por teléfono y ella sabe perfectamente dónde estás.
-Estoy aquí. Os escucho perfectamente.
-”Dice
que os escucha perfectamente...”-La voz metálica de La Peligro repetía
las palabras que lograba escuchar desde Dubái. Los aliados emitieron una
exclamación de júbilo interrumpida por otro mensaje.
-Pregunta que qué está pasando, que oye mucho ruido.
-Necesitamos
que salgas de ahí y pienses algo rápidamente. Se está montando una
Guerra de proporciones apocalípticas.-De la Fuente contestó a las
palabras de la Peligro pero hablaba como si lo hiciera directamente con
La Ninja.
-Explicadme todos los detalles.
Mientras
De la Fuente, interrumpido por el Notario y los lamentos de Fernanda,
intentaba resumir el caos que se había desatado en todo el globo,
Gallardo se acercó a Pepo y le susurró al oído.
-Y ahora vas a hacer una cosita más.
Unos
murmullos y pasos acelerados les hicieron esconderse en un recodo.
Watanabe y Jean-Baptiste ocultaban a Obama seguros de que el negro sería
presa fácil de quienes quiera que se acercaran. La penumbra del hueco,
probablemente destinado en su tiempo para albergar a una estatua de
madera que se perdió, les ocultó de Swarzschild y Manuela que pasaron
junto a ellos como una exhalación sin verles.
-Pero, señora, permítame: me podría decir a dónde nos dirigimos.
-Nos
vamos fuera de aquí. La misión ya está cumplida y la presencia de ese
Watanabe y su endiablado movimiento no auguran nada bueno.
-Pero, no deberíamos esperar a que las puertas se volviesen a cerrar.
-No hay tiempo, teniente. Tenemos que salir de aquí, yo quiero sobrevivir y supongo que usted también.
-No me parece muy... correcto.
-Aún
quedan muchas cosas por hacer para llegar a la victoria final. La Causa
necesita de gente como usted y como yo para lograrlo.
Las voces de la doctora y el teniente se perdieron al salir a la explanada. Jotabé y Tetsu se miraron sorprendidos.
-¡Las puertas... se están cerrando!-dijeron casi al unísono.
Sin
pensarlo, echaron a correr en la dirección por la que habían aparecido
Manuela y su acompañante dejando atrás al pobre Obama.
-Attendez-moi!-Dijo empezando de nuevo a cojear tras ellos.
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