19-Una extraña estrategia




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-Os dije que no os movierais.
La advertencia sonó clara pero nadie parecía haberla pronunciado. Tanto Jotabé como Obama miraban al vacío, acosados por la inminente presencia de la decena de soldados que rodeaban la peana de la estatua de Horus.
-¿Quién ha dicho eso?
-Watanabe. Estamos salvados.

Y efectivamente estaban salvados. Casi de forma simultánea, sin causa aparente, los soldados cayeron sobre la arena de la explanada del santuario.
-¿Y bien…?¿Alguna novedad?-Ahora sí había alguien y efectivamente era Tetsu Watanabe.
-Uf… Menos mal que apareces, casi no lo contamos.
-No sé cómo lo hace pero si fuera jugador de fútbol estaría en la cumbre.
Jotabé soltó una sorda carcajada.
-¿Qué ha dicho?
Él y Watanabe se entendían en español, pero Obama sólo hablaba árabe y un francés muy parco.
-Nada. Qué podrías ser balón de oro.
-No creo que la cosa esté para bromas. Hay que actuar inmediatamente. Rápido, tomemos tres cuerpos y traigámoslos aquí, hay que ponerse sus ropas.
-¿Vamos a entrar en acción?
-Sí. No quiero dejaros solos porque tendría que rescataros cada cinco minutos.

Jotabé se sonrojó, aunque no demasiado. En realidad, la situación le resultaba divertida, un efecto más de su presurización muscular. Mientras traducía las órdenes del japonés vio cómo Watanabe ya estaba vestido de militar.
-¡Eso es trampa!
-No hay tiempo que perder, esto se va a poner lleno de gente.
Como para corroborar sus palabras, el estridente sonido de una sirena llenó el espacio de la explanada.
-Vit! Vit!-Dijo Obama cojeando hacia el soldado más próximo.
-¿Y a este qué le pasa?
-Creía que tenía superpoderes y se ha lesionado.
-¡Esto va a ser más complicado de lo que pensaba!

Las pantallas de los ordenadores que había en la Sala de Control del sótano de la Fundación mostraban imágenes de radar. De una forma “mucho más sencilla” que con los ordenadores de la organización de Manuela Klein, Pepo y sus amigos habían entrado en los del Mando Estratégico estadounidense y observaban los aviones que desde Chipre y el Golfo Pérsico se acercaban a la frontera entre Israel y Palestina.
-Según estos fulanos, los aviones cambian de posición de forma imprevista, dudan de que realmente estén ahí. Piensan que son soñuelos.
La voz de la Peligro sonaba por los altavoces.
-Señuelos, Peligro, Señuelos.
-Efectivamente. Cambian de posición. ¿Qué piensan hacer los yankis?
-Están moviendo satélites espía, pero la visibilidad en el mediterráneo es muy mala, se acerca una tormenta a Jaifa. Esperad… esperad…
Las pantallas iban cambiando, reproduciendo las propias imágenes que se proyectaban en el control militar de Nebraska. Ahora mostraban una densa rueda de nubes que cubría el extremo oriental del Mediterráneo. La imagen parpadeó y pasó a mostrar imágenes de radar fluorescentes que se acercaban en un zoom rapidísimo. El objetivo del satélite probablemente se movía nervioso en todas direcciones buscando los esquivos aviones chipriotas.


-Han dado orden de que despeguen todos los aviones de la sexta y la quinta flota. Han puesto DEFCON 3, aunque no tengo ni idea de qué coño es eso.
-¡Ostias! ¿Pero qué se creen estos tíos?- Volvió a maldecir el Notario.
-¿Eso es un nivel de alerta, no?- Preguntó De la Fuente.
-Sí. El nivel de alerta del ejército americano, el máximo es el uno. El DEFCON 3 sólo se ha alcanzado cuando la crisis de los misiles de Cuba, durante la Guerra del Yom Kippur y en el 11 de septiembre. Todas las fuerzas norteamericanas deben estar ahora movilizadas.
-¿Pero… por cuatro aviones cochambrosos?
-¿Sabes lo que creen los militares cuando ven “señuelos”?-Gallardo hizo la pregunta pero no esperó la respuesta.- Que el ataque real está oculto y puede revestir una gravedad insospechada. Y son muy precavidos.
-¡Mierda!-Gritó Pepo.
-¿Otra vez has perdido la conexión?
-No. Mirad aquella pantalla. Es Irán. Están despegando muchos aviones de lo que aparecen como bases militares.
-¿Y eso porqué?-El Notario nadaba en este mundo de la defensa estratégica sin entender muy bien las razones para tanto movimiento.
-¿Crees que esos tíos no han visto despegar a las fuerzas aéreas norteamericanas? Pensarán que les van a atacar, recuerda que los americanos y los judíos tienen casi la certeza de que Irán tiene armamento nuclear y, probablemente, han decidido atacar antes de que lo use.
-¡Joder la que se está liando por nada!
-Esperemos que las fuerzas diplomáticas se estén desplegando con la misma celeridad.
-¡Esto sólo lo puede arreglar La Ninja! ¡Debemos localizarla!

··
Todos se miraron. La frase la había pronunciado De la Fuente como una sentencia tajante.
-Eso es imposible. No hay contacto con ella.
-Quizá la Peligro pueda ayudarnos.-Intervino Gallardo.
-¿¡Yo!? ¿Qué quieres, que le pegue un grito desde el aeropuerto de Dubái?
-No. Que la localices. Seguro que puedes.
-Puedo intentar escucharla, sólo eso.
-Hazlo.
-¿Y qué hago con los americanos?
-Déjalos un rato, ya sabemos de qué van.
Todos guardaron un silencio escéptico, pero nadie se atrevió a dudar de la estrategia de Gallardo, al menos de forma explícita.


Como un muñeco de gigantes y cabezudos, la Peligro empezó a girar sobre sí describiendo un lento círculo de 360 grados. Con su gran cuerpo y su enorme cabeza, y en el aeropuerto, daba la impresión de que se iba a abrir dejando paso a Arnold Swazanegger. Al menos eso le pareció a un chico que se agachaba junto a su padre.
-Papá, papá. Dentro de esa mujer hay un hombre.
-¡No digas tonterías y agáchate!
En realidad el niño recordaba la película que acababa de ver en el hotel, pero no estaba demasiado lejos de la realidad.
-Pero es que hace cosas raras.
-Hijo mío. Todas las mujeres hacen cosas raras. Son mujeres.
-Pero mamá no hace cosas raras.
-¿Mamá? ¡Mamá es la que más! Y ahora ponte de rodillas y reza conmigo, es la hora.

La Peligro escuchaba en profundidad: miles de voces, respiraciones, ruidos y músicas pasaban por su lado como si se adentrara en un túnel infinito. Pero como cuando buscamos un tornillo en una caja de herramientas, sabía perfectamente la forma que buscaba, la forma de la respiración de la Ninja, y estaba dispuesta a encontrarla. No era difícil, pero debía ir muy lentamente.
El chico que empezaba a rezar con su padre, en un recodo de la terminal con suelo alfombrado y luz más tenue, aprovechaba cada inclinación para echar una mirada de reojo a aquella mole de cara manchada que giraba lentamente con los ojos cerrados.
-No mires y reza.
-Perdón papá.

De pronto se detuvo. No era exactamente la respiración de La Ninja, era un movimiento muy rápido, como un latigazo, que iba y venía. Y allí, detrás del sonido principal, un silbido, suave pero muy agudo. Volvió a ponerse el teléfono en la oreja.
-Creo que la he encontrado. Está moviéndose como lo hace ella… ya me entendéis.

···
En la Fundación todos se miraron sorprendidos, incluso Gallardo.
-¿Estás segura?
-Bueno, segura no. Casi segura.
-¿En qué dirección estás mirando?-Gallardo apoyó la mano sobre el hombro de Pepo y le susurró al oído-¿Puedes mostrar un mapa de medio oriente en donde salga marcado el aeropuerto de Dubái?
Pepo no respondió, simplemente empezó a teclear.
-¿Cómo que en qué dirección estoy mirando?- Dijo la Peligro sin moverse del sitio.-Pues… miro hacia un lado de la terminal, no sé… creo que hay un Ferrari rojo dando vueltas en un rincón, un grupo de tíos con chilabas, gente para acá y para allá.
-No, me refiero a qué dirección geográfica.
-¿¡Y cómo coño lo voy a saber!?
-No hay nada por ahí con algún letrero que indique alguna dirección como puerta norte… o pasillo este.
-¡Ay hijo mío! Todo está en chino, bueno en inglés o en moro.
-Pero… ¿tú no entendías todos los idiomas?
-Cuando los oigo, no cuando los leo. De hecho, tengo a un par rezando justo a veinte metros y me estoy empapando de su letanía: “Doy fe de que no hay más divinidad que Dios y Mohammad es el mensajero de Dios”, y así una y otra vez.
-¡Pues vaya una mierda de poderes!
-¡Mira, Notario, cada una tiene lo que tiene! Tú tampoco eres García Márquez, que digamos.
-Un momento.- Intervino Gallardo.-¿Hay gente rezando?
-Un padre y su hijo, aquí al lado.
-¿Puedes mirar en su misma dirección?
-¿Hacia ellos?
-No, hacia donde ellos miran.
-Están mirando al suelo.
-¡No coño!-Saltó el Notario cuando entendió lo que Gallardo pretendía.-Hacia donde ellos rezan.
-¡Uich… espérate!- La Peligro, mirando de vez en cuando a los musulmanes que rezaban, giró lentamente  para encarar su misma dirección. El chico, que no la perdía de vista, empezó a inquietarse.
-Papa…
-Reza y no me interrumpas o te la vas a ganar.
-Pero…
-Re-za.

-Ya está. Ya estoy mirando en su misma dirección.
-Puedes escuchar ahora a la Ninja.
-No he dejado de escucharla en todo el tiempo.
-Puedes decir la dirección.
-A la derecha de donde estoy mirando. Por cierto, a dónde miro hay mucha más gente rezando.
-Es la Meca. Pepo, ¿puedes trazar una línea recta entre el aeropuerto de Dubái y la Meca, en el mapa.
Después de unos cuantos pantallazos, Pepo ya tenía una foto de la zona y podía marcar una línea desde Dubái a la ciudad santa del Islam.
-Bien, supongo que tienes reloj.
-Un Cartier. Es de imitación, pero me lo ha…
La voz de la Peligro se quebró.
-¿Estás bien?
Hubo un silencio. Pequeño pero expresivo.
-Sí. Continúa.
-Bien, pon el reloj de manera que las doce esté en la misma dirección en la que miras.
-Ya está.
-¿Qué hora debería marcar el reloj para que la aguja señalara hacia la Ninja?
-¡Joder Gallardo!-Dijo Pepo.-Luego el friki soy yo.
-Espérate un momento.-Se la escuchaba refunfuñar por los altavoces, maldiciendo algo incomprensible. Al cabo de un interminable minuto, contestó.
-A la una y cinco. Más o menos.
-¡Eso es precisión!-Intervino De la Fuente.
-Y eso que con estos dedos gordos me ha costado lo mío.
-Rápido, Pepo… marca la posición en el mapa.
-Tranquilo que yo no tengo un reloj.
-Pues píntalo.
-Es verdad… píntalo.
Pepo miró a sus compañeros indignado. Es lo que tiene la gente común cuando le enseñas lo de cortar y pegar, se cree que todo está chupado.
No obstante, buscó una imagen de un reloj, la colocó, la giró y luego trazó una línea que pasaba por el centro de las agujas y la hora indicada, para lo que se tomó su tiempo calculando fracciones de arco.
La línea atravesaba toda la Península Arábiga, Jordania y, tras pasar sobre Israel, se perdía en el Mediterráneo.

-¿Se escucha el mar?-Gallardo estaba muy nervioso.
-Sí, un poco más adelante pero prácticamente al lado.
-Aumenta eso…-Ordenó a Pepo.-A ver dónde está la Ninja exactamente.
Pepo movió el zoom de la imagen hasta dejar la franja de Gaza en primer plano.
-Si no hemos cometido ningún error, y podemos haberlos cometido todos. La Ninja estaría en Gaza City.
-Perfecto. Llámala.
-¡Ja!-Pepo se levantó de un salto.-¿A qué número?
-A todos.

En el silo donde estaba instalado el control central de los Muyahidines Mutantes, Manuela se había encerrado en su despacho, abandonando la operación y dejándola en manos de los mercenarios. Sabía que Hideiki le había estado ocultando algo, pero no podía precisar qué. Ahora ya lo sabía: no todas las fuerzas estaban bajo su control, lo que en cierto modo significaba que era una marioneta ciega movida en las manos de Toojo. La ira le quemaba.
Pero ahora empezaba a comprender que su brote de indignación la había hecho comportarse como una chiquilla apartándola del control y por lo tanto facilitando los planes de sus enemigos. En cualquier caso, el mal ya estaba hecho: Hideki estaba a punto de llegar y ella estaba allí, escondida y sin capacidad de maniobra, esperando a que la detuviera y, ahora sí, acabara con ella definitivamente.

Un zumbido le avisó de que alguien quería entrar. Venían a por ella, pero le daba igual. Ya todo estaba perdido. Pulsó sobre uno de los botones que había bajo su mesa y la puerta se abrió. Era el teniente Swarzschild.

-¿Me permite, doctora?
-¿Viene a detenerme?
-Nada más lejos de mis deseos, señora.- Swarzschild cerró la puerta tras de sí y se acercó a la mesa respetuoso, casi con miedo.
-Vengo a informarla. Las cosas han dado un giro inesperado.
-¿Un giro?
-Hideiki y Al Galeb han muerto, arrojados desde el helicóptero por ese guardaespaldas japonés,  Watanabe.
-¿Cómo?
-El piloto del helicóptero está en el control. Según cuenta, el guardaespaldas se mueve de un lado a otro de forma instantánea. Afortunadamente no les ha hecho nada y nos lo ha podido contar.
-Entonces… no era La Ninja.-Dijo como para sí.
-¿Quién?
Manuela se levantaba pensativa. De pronto la cara se le oscureció.
-¿Dónde está el guardaespaldas?
-El piloto cree que ha entrado en las instalaciones.
Manuela empezó a rebuscar entre las cosas que había aquí y allí, nerviosa, mientras llenaba una pequeña bolsa con algunos objetos. Al teniente le dio la impresión de que estaba preparando su fuga.
-Aún hay más.
-¿Más?-Se detuvo en seco.
-Ha saltado la alarma. En la explanada, más de diez hombres han caído fulminados de forma instantánea, las cámaras sólo muestran una sombra que emborrona las imágenes.
-¿Y el coronel Untermann?
-Está bloqueado, no sabe qué hacer.
-Por eso le ha mandado aquí.
-No. Él no sabe nada. Soy yo el que cree que debería usted tomar el mando.
-Muy halagador, pero en estas circunstancias ese papel no es precisamente un regalo.
-No todo está mal.-Swarzschild intentaba mostrarse convincente.-Las fuerzas aéreas americanas e iraníes parece que van a iniciar una guerra inminente. Los señuelos han funcionado a la perfección.
La cara de Manuela se iluminó con una amplia y maléfica sonrisa.
-¡Perfecto! La misión está terminada.- Pegó un tirón de la cremallera de la maleta y la cerró.-¡Venga conmigo!
-A sus órdenes.
Doctora y teniente se encaminaron uno detrás de otra en dirección a la puerta. De pronto, Manuela se giró y miró confiada al mercenario.
-¿Sabe pilotar?


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