18-Cuerpo a cuerpo.



·

Los Muyahidines Mutantes aparecían por cualquier rincón disparando con sus armas automáticas a todo lo que se movía a su alrededor e interceptando a los habitantes de Gaza City cuando corrían a esconderse o intentaban ayudar a alguien. Sus rostros reflejaban un frenesí morboso, como si las muertes que iban provocando les produjeran una excitación sexual.
Los muertos caían sin parar, daba igual si eran hombres o mujeres, si eran niños o ancianos, todos eran objetivos. Como orcos salidos de una fosa inmunda se disputaban las presas sin reparar en medios. En sus venas corría una exquisita mezcla de adrenalina y endorfina que hábilmente suministrada por el dispositivo injertado en sus vientres provocaba en ellos una locura de odio y placer irrefrenables.

Hasta que una sombra oscura llegaba al lugar de su orgía de sangre. Entonces los disparos cesaban, los muertos dejaban de caer y un espantoso olor a carne macerada en vinagre se extendía hasta el último rincón. En el silencio que quedaba sólo se escuchaban lamentos, gemidos de dolor y llantos. Terminado su trabajo, la sombra se esfumaba.
La velocidad con la que La Ninja era capaz de acabar con la vida de los locos asesinos era sorprendente.  No pasaba ni medio segundo entre una muerte y la siguiente impidiendo que los muyahidines advirtieran su presencia cuando ya caían con el cuello roto, la cabeza aplastada o el pecho hundido. Una muerte excesivamente misericordiosa para unos tipos que no merecían el más mínimo perdón.
Lejos quedaba en la consciencia de Antonia la certeza de que en realidad aquellos muertos ya  habían sido víctimas antes. Víctimas inocentes de una organización perversa de fines inconfesados. Ahora se habían convertido en los más crueles asesinos y no merecían compasion. La folklórica dirigía los objetivos de La Ninja en compañía de su guitarrista. Sólo tenía que mirar hacia dónde debía dirigir el siguiente ataque mientras el engendro acababa con el actual.
No era difícil. Eran los únicos humanos que se movían con soltura por las calles. Además, de cada uno de ellos partía una línea de luz que se perdía en el cielo nocturno. Era una marca que sólo podía ver La Ninja pero que señalaba de forma incontestable la presencia de algún fenómeno desconocido por Antonia y Paco como el concepto de partículas entrelazadas y su peculiar forma de comunicarse entre sí.

El trabajo no obstante era extraordinario, dado el número de objetivos. La Ninja no tenía problemas de energía, a pesar de estar casi todo el tiempo en hipervelocidad, pero Paco y Antonia mostraban  síntomas de cansancio debiendo turnarse de vez en cuando en la función de localización de enemigos. Sólo de vez en cuando debía de parar y subir sobre algún edificio para echar un vistazo para tener una visión estratégica.
En uno de estos descansos Paco llamó la atención de Antonia.
-Oye, ¿estos tíos no volverán a revivir al cabo del rato?
-¿Cómo, no crees que quedan bastante descompuestos?
-Pues mira. El número de ellos no parece disminuir.
Antonia dejó un segundo de seleccionar candidatos y miró hacia el horizonte. Cientos de líneas blancas marcaban sendos objetivos hasta donde la vista de La Ninja podía alcanzar. Y eso era mucho.
-Es verdad. Tienen que ser nuevos. Mira, ves, aparecen más por allí.
-Esto nos va a costar un huevo.
-Pues no creo que podamos ir más rápido.
Una tremenda explosión la sacudió haciéndola caer desde la cornisa en la que estaba sobre un vehículo incendiado que al recibir su impacto saltó en mil pedazos. Mientras se intentaba levantar sonó otra un poco más lejos. Eran explosiones contundentes, secas y terribles.
-¡¿Y eso?!
-Misiles.-Respondió Antonia con seguridad.-En realidad no estamos haciendo gran cosa, quizá contener algo la masacre, pero el ojo por ojo ya se ha desatado y estos tipos, me refiero a los normales, parecen no tener muy bien puesto el coco.
El cuerpo imponente de La Ninja surgió de entre las llamas del vehículo como si nada.
-¿Ojo por ojo?
-Es el gran mal de la zona. Manda la venganz… ¿Qué…?
Justo delante de ella estaba apostado un miliciano de casi dos metros. Empuñaba un lanzamisiles que le apuntaba al pecho a bocajarro.
-No sé qué coño eres, pero te vas a ir al infiero.-Dijo pulsando el disparador.

La distancia que les separaban no era suficiente ni siquiera para La Ninja. El proyectil impactó contra su pecho al mismo tiempo que detonaba matando al muyaidín y lanzándola a ella contra la fachada de la casa más próxima. Su pesado cuerpo impactó contra la pared como un ariete destrozándola mientras la atravesaba. Aún tuvo que romper tres paredes más antes de quedar sin impulso, recostada sobre un montón de escombros en el fondo del edificio. Una nube de polvo la rodeó por completo. Desde el interior de la Ninja no se apreciaba ningún daño importante.

-En cualquier caso, tenemos que dar cuenta de esta gentuza.-Dijo Paco.
Ante la mirada asustada de un grupo de niños que permanecían refugiados en un rincón, el cuerpo negro y sucio de La Ninja se levantó y caminó a través de los agujeros que acababa de hacer en dirección a la calle.
Los chicos, aunque acostumbrados a una vida llena de violencia, quedaron aterrorizados ante la figura imponente y siniestra de La Ninja.
-¿Eso es bueno o malo?-Preguntó uno de ellos.
-No lo sé, esperemos que sea bueno.-Contestó el que parecía mayor.
-Tiene que ser bueno. Tiene tetas, como mamá. Y mamá es buena.-Dijo el pequeño.

··
-¡Shalif!
El malinés se quedó petrificado. Intentaba pasar desapercibido, caminando por la solitaria explanada del santuario de Horus y aquella voz, que no le resultaba familiar, lo llamaba por su propio nombre desde la oscura espalda de la estatua del dios egipcio. No tenía más remedio que acercarse si no quería que fuese quien fuese levantara sospechas. No obstante se echó mano a la pistola que llevaba bajo el cinturón.
Como si realmente su camino fuera en dirección a la estatua, Shalif se encaminó con decisión hacia la figura recortada en la oscuridad.
-¿Quién eres?¿Cómo sabes mi nombre?
Al llegar a la zona de sombra, sus ojos lograron descubrir a un imponente y pálido muchacho que le hablaba agazapado junto a la peana del ídolo.
-Soy amigo de Obama. ¿Cómo has conseguido ese atuendo?
-¡Obama, cómo no!¿Dónde está ese negro estúpido?
-Estoy aquí.- Susurró desde los cuarenta metros que le separaban del suelo.
-¡Mierda, cállate!¿Qué quieres? No pienso cargar con vosotros.
Justo cuando Jotabé iba a hablar sonó un sordo golpe sobre sus cabezas que les llamó la atención, otro, otro más. El chico intentaba reproducir la bajada espectacular que había realizado el francés, pero con nula pericia, de forma que caía dando tumbos de pared en pared como un saco de arena. Su cuerpo se detuvo en el suelo justo a sus pies. Los golpes llamaron la atención de la guardia. En una de las cabinas de vigilancia se asomó uno y miró. Aparentemente, nada pasaba en la explanada, como era de esperar. El guardia volvió al interior del muro desapareciendo.
-¡Pero hombre de Dios!- Dijo Jotabé.-¿Cómo se te ocurre?
-Al verte hacerlo a ti parecía sen.. sencillo… ¡ung!
-¿Ves?- Dijo Shalif caminando hacia atrás.-Con ese negro no llegas a ninguna parte.
El francés había cogido el cuerpo dolorido de Obama y lo intentaba poner de pie con sumo cuidado.
-Este negro viene conmigo. Tres son mejor que uno ¿No crees?
-No. Yo sólo podré salir, cargando con vosotros sólo tendré más dificultades.- Y empezó a caminar en dirección a los barracones para invitados donde hacía un rato estuvo alojado Al Galeb.
-Solo no podrás.- Susurró Jotabé sin dejar de vigilar al tambaleante africano que, aparentemente, no se había roto nada de importancia.
Shalif no se dio la vuelta. Continuó hacia el costado izquierdo del santuario con decisión, como si realmente tuviese algo que hacer.
-Achtung!- Gritó el guardia de la cabina.- machst du da unten?
El malinés continuó caminando como si no hubiese escuchado nada.
Un potente foco le alumbró cegándolo. Sus facciones árabes eran inconfundibles.
-Mujahideen losen!- Gritaron de nuevo, ahora a través de una potente megafonía. Shalif se quedó petrificado mirando a un lado y otro. El único lugar que le permitía esconderse, siquiera para pensar, era la estatua de Horus, donde Jotabé y Obama le observaban igualmente atónitos. Empezó a correr hacia ella. Su debilidad física quedó patente, pues lo hacía con paso inseguro y desequilibrado.
-Alt!- Gritó de nuevo el guardia.
Shalif cayó de bruces y empezó a levantarse sin perder tiempo, aunque con torpeza.
-Alt!- Gritó otro guardia, de pié en la propia explanada.
Empezó a correr de nuevo. Un disparo rebotó en la piedra y pasó a escasos centímetros de la cara de Jotabé.
-¡Coño!- Dijo en español.-Agáchate.
Otro disparo. Otro más desde la cabina. Un cuarto disparo hirió a Shalif en la pierna haciéndole caer definitivamente.
-Ich weiß nicht, wie du weg bekam, aber nicht sehr weit.-Dijo el guardia de la explanada acercándose confiado al herido. Shalif, que reptaba hacia la cercana sombra de la estatua, sacó su pistola y le apuntó con mano temblorosa disparándo casi de inmediato. La bala dió contra el piso levantando un puñado de arena.
-hat eine Pistole!
Diez o quince impactos acabaron con la vida del malinés justo cuando medio cuerpo suyo ya estaba tras la estatua de Horus. Cayó casi a los pies de Jotabé.
Otros guardias, alertados por los disparos, corrían hacia la estatua de Horus. El que le había disparado ya casi estaba a la altura del cuerpo.
-¡Mierda!-Dijo Jean-Baptiste viendo como un rápido charco de sangre le alcanzaba las botas.-¿Y ahora qué hacemos?
Obama lo miró con sus grandes ojos blancos sin saber qué responder.

-¡Pepo! ¿Cómo no nos has avisado de que el ataque de los Muyahidines había empezado. ¿Es que no tienes ojos?
-Pues no.- Sonó metálica la voz del tecnólogo por el minúsculo altavoz del ordenador.-Tenemos una comunicación intermitente. Estamos a punto de perderla.
-¿Por qué?-Preguntó Gallardo de pié, con su rotulador preparado para pintar la posición de las tropas.
-El sistema de seguridad de sus ordenadores es muy sofisticado, cada pocos minutos cambia la encriptación de sus túneles. Cuando la volvemos a pillar, otra vez la cambia. Además, creo que tienen algún sitema experto que nos ha detectado, los cambios son ahora tan rápidos que casi no nos dá tiempo a reconfigurar los nuestros.
-Osea.- Dijo Gallardo tirando el rotulador sobre la mesa de el Notario.-Que no servimos para nada.
-Tranquilo hombre. Esto debe ser muy complicado, incluso para un cerebro como el de Pepo.
-El mío y el de una cincuentena de frikis de medio mundo.
-¿Y no podemos hacer nada?
-Estamos intentando encontrar el mecanismo de comunicación de claves asimétricas, pero esto puede ser más difícil que lo de la máquina Enigma. Igual lo tenemos dentro de dos años.
-¡Joder...!-Dijo el Notario arrepintiéndose inmediatamente de haber dicho una palabra malsonante.-Algo deberíamos hacer.
-El único agente con el que podemos contactar es La Peligro, y no creo que sirva para mucho.
-No. Está en Dubai, a más de dos mil kilómetros del cualquiera de los escenarios. Pero quizá necesite ayuda... –De la Fuente miró a sus compañeros con cara de resignación.-¿Puedes contactar con ella?
-Cuando tenga un minuto la llamaré por megafonía del aeropuerto, esperemos que esté allí y no en el avión.
-La Peligro es muy suya, igual está montando un pollo en medio de la terminal de no te menees.
De la Fuente se levantó y tomó el rotulador de la mesa del Notario dirigiéndose a la pizarra.
-De todas formas, no nos vendría mal ver qué posibilidades tenemos de éxito. Veamos: En el sitio ese de Sudán, donde tienen la base está Watanabe, o debería estar. En Gaza está La Ninja, o debería estar y en el aeropuerto de Dubái la Peligro, o debería estar.
-¿Y Jotabé?
-Jotabé debería estar en algún sitio.
-¡Vaya una mierda de Control!
-Y que lo diga Gallardo... y que lo diga.

···
La Peligro empezaba a calmarse. La miles de voces del aeropuerto que llegaban a sus oidos se iban organizando en su cabeza, formando conversaciones inteligibles. De cualquier forma, aún no estaba para escuchar a nada ni a nadie después de haber sido consciente de la muerte y dilución de su esposo.
-¿Qué le pasa a esa señora?-Preguntó un niño a su madre.
-Habrá perdido el avión.-Contestó ella intentando alejarle del lugar.

-¿Y tú cuando te vas a casar?-Decía uno de los guardias del pasillo K1.
-No tengo ni idea. De eso se encargan mi padre y mi suegro.

-No, no he podido vender tanto. La cosa está mal, incluso para estos tíos. Se están gastando mucha pasta en construir islas artificales.
-Pues a ver cómo cierras el ejercicio.
Las voces de cuanto le rodeaban, se pronunciaran en el idioma que fuera, llegaban a los oidos de La Peligro claras y nítidas, incluso si procedían del minúsculo altavoz de un pequeño teléfono móvil. Intentaba no oir lo que se hablaba en el A380 donde su marido había sido acribillado. No necesitaba oir más.

-¿Qué son esos dos puntos?
-Estamos intentando identificarles. Parece que han despegado de Siri o de algún lugar cercano y vuelan a match 3 en dirección a Kuwait.
-¿Iraníes?
-No lo creo. No tenemos conocimiento de ninguna maniobra.
-Conéctate con Manama.
-¿Con los americanos?
-Si. No quiero sorpresas. Tienen una ruta muy sospechosa.
-De acuerdo.

La Peligro separó su rostro de las manos. Con el rimmel corrido por toda la cara a causa del llanto parecía más bien un comando de maniobras que una viuda gorda. Aquella conversación si tenía interés. Debía ser en la torre de control. Aguzó el oído, lo cual era mucho para la Matahari del Siglo XXI.
-Match 4. Van demasiado rápido.
-Son aviones militares, no hay duda. Llama a Manama.
-NSA.-Era una voz automática.
-Alerta de seguridad. Clave Delta India Alpha Alpha Charlie 2 5 Alpha 7.
-¿Qué os pasa Dubái?-Dijo inmediatamente una voz humana.
-¿Son vuestros un par de pájaros en pleno Golfo Pérsico a match 4 en dirección Norte Noreste?
-No. Pero los tenemos etiquetados. Gracias por vuestro interés.
-Nada. Si podemos hacer algo.
-No, ya nos bastamos nosostros. Corto.
La conversación de la torre de control ya queaba lejos. Ahora, La Peligro escuchaba la que se producía en la Task Force 58 de la base de la quinta flota en Barheim. Las voces llegaban igualmente cercanas aunque se producían a más de trescientos kilómetros.
-Dubai también los ha visto.
-¿Qué hacemos?
-Manténganlos monitorizados y hagan despegar aviones del Stenniss pero manténganlos fuera del alcance de sus radares. No hay que provocar un incidente internacional.
Aquella segunda voz sonaba un poco más lejana, pero La Peligro podía seguirla. Ignoraba que estaba escuchando lo que se cocía en el Mando Aéreo Estratégico de los Estados Unidos, en Nebraska.
-Tenemos otros dos aparatos. Parecen que proceden de Chipre. Van en dirección a Palestina, o Israel.
-De estos no tenemos que preocuparnos. Habla con Rota, que manden cuatro interceptores desde el Enterprise. ¿Es el más cercano, no?
-Si.

La Peligro se levantó. No sabía muy bien lo que había escuchado, pero algo le decía que a sus amigos de la fundación todo aquel movimiento de aviones les podía interesar y a ella también le convenía hacer algo.

-Peligro Pérez, por favor. Acérquese a la primera cabina y marque el número del día de su nacimiento. Llamada para Peligro Pérez.
El aviso por megafonía sonaba en perfecto castellano. Es más, la travelo juraría de que era la voz de Pepo. Justo a tiempo. Se levantó y empezó a buscar una cabina.
Ya no había cabinas casi en ningún sitio. Pero no en Dubái, donde había de todo. Tras unos cientos de metros de búsqueda desesperada y un par de avisos más, vio un grupo de teléfonos en una de las paredes de la terminal.
Se acercó a uno y marcó el número 17.

En la explanada del santuario de Horus, una decena de mercenarios rodeaban la estatua y estaban a punto de ver a Jean-Baptiste y Obama, pegados como lagartijas a la peana del dios. Una voz grave sonó a su derecha.
-Os dije que no os moviérais.


No hay comentarios: