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Como todas las mañanas, el Notario estaba el primero para
entrar en el Ok-Corral. No le importaba el olor a humedad, cerveza rancia y
orines que tenía el cuchitril de Manolo Gómez nada más levantar la persiana.
Llevaba su periódico y con eso le bastaba.
-Buenos días, don José Antonio.
-Buenos días, Manolo.
-¿Cómo está hoy la cosa?- preguntó haciendo un gesto
hacia el diario.
-Aún no lo he leído pero mire…- le mostró la portada.
El ministerio ha
actuado rápida y eficazmente con los inmigrantes que intentaban pasar a Melilla
-Esto me recuerda a hace diez años. ¿Qué fue lo que dijo
el presidente?
-Sí, cómo era…
Los dos se quedaron pensando. Nadie recuerda lo que dicen
los presidentes, afortunadamente para ellos.
-¡Ah, sí!: “Teníamos un problema y lo hemos solucionado”-
Contestó el Notario.
-Pero, ¿luego no aparecieron cadáveres en la frontera de
Argelia?
-Es cierto. Creo que fue una chapuza criminal.
-Pero esta vez llevan móviles.- Dijo Manolo encendiendo
la máquina del café.-Creo que una de esas organizaciones de derechos humanos los
controla.
-Qué fácil, ¿verdad?
El camarero no captó la ironía.
-En fin. Voy a sentarme. Cuando puedas, me traes un café.
-En cuanto que la máquina esté preparada.
Mientras tanto, a mitad de la plaza, Paco el Camboyano se
despedía de Jotabé después de haberle facilitado un chándal y unas deportivas
de su nueva talla.
-Bueno, creo que ya es mi hora. Nos vemos esta noche, si
es que nos vemos.
-¿Dónde vas?
-A mi ataúd.
El francés se sorprendió.
-¡Ja, ja! No hombre. Me largo a no sé dónde, la verdad.
Ahora aparecerá Antonia, no te preocupes.- Tocó el hombro, que le pillaba muy
arriba. -El acuerdo entre ambos es que yo estoy de noche y ella de día, no
debemos saltárnoslo salvo por circunstancias excepcionales. Claro que en ese
caso está la Ninja.
-Bueno pues que descanses, allá donde sea que vayas.
-Gracias amigo. Fernanda te traerá el desayuno, supongo
que tendrás hambre.
-Más de la que gecuegdo habeg tenido nunca.
-Normal, para alimentar ese nuevo cuerpo.
-¿Tú cgees que Antonia podgá explicagmelo mejog?
-Seguro. Antonia es muy lista.
Paco cerró la puerta tras de sí dejando a Jean-Baptiste
solo en una pequeña sala.
Había una mesa de comedor de color blanco, ocho sillas,
un par de estanterías con menaje, muchas macetas con plantas frondosas y una
gran ventana con visillos que daba a la Alameda y por la que entraba la fría
luz de la mañana.
Tomó asiento calculando cuánto espacio necesitaba ahora
para no tirar nada con sus nuevas piernas. Durante el tiempo de espera estuvo
probando a levantar la mesa con una mano sorprendido de lo ligera que le
resultaba a pesar de tener una tapa de grueso cristal. La puerta se abrió de
golpe y él dejó caer la mesa sorprendido. El ruido fue considerable.
-¡Ay señor!¡Tenga cuidado, que las cosas cuestan dinero!
Fernanda entraba con un carrito lleno de viandas.
-Lo… lo siento, no volvegá a ocuggig.
-Bueno, aquí llega el desayuno, espero que le apetezca
algo de lo que traigo. Ya me dijo la señora Antonia que tuviera mucha comida
preparada porque iban a volver ustedes muy temprano.
-Pues sí que es lista, si.
-Si usted supiera don Jotabé.
-Pegdón, ¿usted no es de aquí?-dijo sin dejar de mirar la
comida.
-No señor, soy peruana. Llevo aquí cuatro años y estaba a
punto de volver a mi país cuando la señora me llamó.
-Y la contgató.
-A mí y a mi marido, lo que pasa es que él trabaja fuera,
ya sabe, haciendo recados.
-¿Gecados?
-Sí.
Fernanda iba distribuyendo los platos por toda la mesa: huevos
y costillas fritas acompañados de cebolla cruda, una especie de rollitos o
burritos atados, salteado de verduras y carne, tostadas, cuencos con
mantequilla, guacamole, mermelada.
-La señora es muy buena con nosotros.
-Y con nosotgos- dijo el francés intentando que no se le
escapara la saliva de la boca.-¿Se puede sabeg qué es todo esto?
-Ay, mire usted. Eso de allí son huevos fritos, aquello
es chicharrón, más acá tiene los tamales, riquísimos, están rellenos de pollo,
en aquella esquina…
-Déjelo, déjelo. Con su pegmiso me voy a sentag, me muego
de hambge.
-Ahí queda, señor. Que lo disfrute.
Sonó la campanilla de la puerta.
-¿Ve? Nuca se equivoca.
A pocos metros de allí, Manolo empezaba a poner los
platillos para la inminente llegada de los primeros cafeteros sin perder de
vista al Notario que ojeaba el periódico pasando las páginas compulsivamente.
-¿Qué le pasa, no encuentra lo que busca?
-¿Cómo?- El notario se detuvo y le miró.-No, estoy
leyendo el periódico, como todos los días.
-¿Cómo puede leer el periódico si no se para en una
página más de una décima de segundo?
-¿Qué?
-Si hombre, que está pasando las páginas muy rápido, como
si buscara algo.
-Pues le aseguro que lo estoy leyendo. Y entendiendo.
José Antonio se quedó boquiabierto al finalizar la frase.
-¡Caramba! Sí que es raro.- Se levantó y se dirigió a la
estantería del fondo, tomó una de las pequeñas novelas de Marcial Lafuente y la
abrió. Pasó un dedo por las páginas pasándolas como si estuviese haciendo
juegos malabares con una baraja de cartas. Llegó al final.
-¡Ya está!
-¿Se encuentra bien?
-¡Caramba, no! No me encuentro nada bien. Estoy asustado.
Miró a todas partes, aturdido, se llevó las manos a la
cabeza. Se dirigió a la puerta y salió del bar deteniéndose para volver a mirar
en todas direcciones.
-Don José Antonio, ¿quiere que llame a un médico?-dijo
Manolo saliendo alarmado de detrás de la barra.
Pero el Notario no contestó, caminaba a toda velocidad en
dirección a la casa de Antonia López, necesitaba una explicación.
··
-¿Dónde están los rollitos esos de pollo?-La Peligro
entró como una elefanta enloquecida en el pequeño comedor donde Jotabé daba
cuenta del desayuno.
-Hola Peliggo. ¿Ya le ha contado lo que tenemos paga
desayunag, Fegnanda?
-No señor, se lo ha imaginado ella sola.
-No me lo he imaginado.-dijo acercándose a la mesa con su
enorme manaza por delante.-Os he escuchado desde la calle.
-Eso es imposible: la ventana está ceggada y la calle
está al otgo lado del jagdín.
-Desde luego señor. Y además, usted es muy educado y no
levanta nunca la voz.
-Ese es mi problema esta mañana.- contestó con un tamal
en la mano. -Lo escucho todo, TODO. Por ejemplo, escucho a Antonia bajando las
escaleras y a alguien tecleando en un ordenador abajo, creo que es Pepo, por el
sonido de su respiración.
-¿Pepo?
-Desde luego el señor don José está abajo en el sótano,
lleva toda la noche trabajando, pero desde acá no se le escucha.
-¿Ves, franchute? Estoy absolutamente brebadada pada esbiad
gualquied coza.- El pollo del relleno se peleaba con la lengua de la gorda
que intentaba hablar y comer a la vez.
-¿Así que esa es tu nueva habilidad?
-Si- tragó sin masticar.- La tuya es que te has puesto muy…
cachas. No está mal. Pero la mía es más divertida.
-Todos tenéis habilidades nuevas.- Antonia entró
sonriente y relajada, como el día anterior.
-¡Ah, señora, no la había escuchado acercarse!
-Yo zi.
-Peligro, Jotabé… -Se acercó al otro extremo de la mesa.-Bienvenidos
de nuevo. Pero siéntate mujer, que estás en tu casa.
Sonó de nuevo la campana.
-Ahí llega otra visita.- dijo la peruana saliendo del
comedor.
-Es el Notario.- El francés la miró extrañado.
-Respira como los tísicos: A golpes cortos y rápidos.
-Jodeg, Peliggo, ¡qué peliggo!
-Y que lo digas hijo, no pienso perderme nada de lo que
hablen a mi alrededor. Dentro de un par de días seré el “travestí” más
informado del mundo.
-De eso se trata.- dijo Antonia mientras se servía un
café.
-¿Están todos?- Pepo entró sin detenerse. Parecía que
había estado luchando con un par de osos: desarrapado, cansado, sucio y, por la
expresión, también hambriento.
-Faltan los polis, pero ya están a punto de salir.
-¿Los escuchas desde aquí?-El francés no sabía si mirar a
la travelo o a la comida.
-Y más allá.
Pepo rebuscaba entre los platos sin prestar mucha
atención.
-¿Y no te vuelves loca?
-No, puedo elegir lo que escucho, es estupendo.
-Hola… ¿Antonia?
De detrás de la desmesurada Peligro asomó la cabeza algo
despeinada de Antonia.
-Estoy aquí, José Antonio, siéntate con nosotros.
¿Quieres tomar algo?
-Eh… Esto, yo venía porque…
-Ya lo sabemos.- dijo Jotabé apartándose un par de huevos
fritos.- Has descubierto que tienes una nueva habilidad.
-¡Vaya, tú estás más…!
-¡Más fuerte y alto!- dijo Pepo dejándose caer sobre la
silla junto a Antonia.
-Shhh… tranquilo.-La folklórica no parecía alterarse
mientras se untaba mantequilla en una tostada.-Cada uno tiene lo suyo.
-Pero a mí siempre me toca del lado de la cabeza. Un
poquito de cuerpo no me vendría mal.
-¿¡Qué quieges desig, que yo soy todo cuegpo y poca
cabesa!?
-¡Eh…!-intervino La Peligro-Todo el mundo callado, que llega
la autoridad.
Sonó la puerta.
-Voy a abrir. Procuren sentarse y tranquilizarse, por
favor.
-Eso, todos tranquilos, que estamos desayunando.
El comisario Gallardo venía acompañado de Juan Carlos De
la Fuente. Los dos parecían preocupados. Antonia, con una sonrisa luminosa, les
invitó a sentarse.
-¿Un café?
Ambos policías se miraron y asintieron sentándose entre
el francés y la travelo que se peleaban por los trozos de lomo salteado.
-¿Y bien?- Dijo ofreciéndole una taza a De la Fuente.
-He estado pensando toda la noche.- tomó la taza y la
puso cuidadosamente en un resquicio de la mesa entre platos manchados de
restos.-Y creo que esto no funcionará. Es imposible que funcione.
-¿Puede explicarse mejor?
Sonó la campana de la puerta.
-Verá. A falta de evaluar las capacidades de una sola
persona con poderes excepcionales,-hizo un gesto hacia Antonia,-he estado
analizando las necesidades de una organización para la lucha contra el… Mal. Me
refiero a El Mal en mayúsculas.
De la Fuente apartó la taza y sacó un papel arrugado de
su bolsillo que extendió sobre las migas de pan. Había garabatos, cuadrados y
flechas en lo que parecía un organigrama.
-Empezando por lo más básico, necesitaríamos un grupo
operativo.
-¿Lo qué?-preguntaron a su izquierda.
-Un grupo de personas armadas, entrenadas y disponibles
para su despliegue e intervención rápida en cualquier momento.
-¡Am…!
-Lo tenemos.- dijo Antonia mirando a Jotabé que se quedó
con medio tamal colgando de la boca. De la Fuente miró al chico y, tras
comprobar que había cambiado de aspecto, se le quedó mirando incrédulo.
-Eh… si se gefiegen a mí, cgeo que exagegan.
El ex comisario se volvió hacia su anfitriona.
-He dicho un grupo.
-Un grupo es a partir de dos ¿no?
La puerta de la sala se abrió y apareció Tetsu Watanabe, aparentemente
con el mismo aspecto.
-Entra Tetsu, ahora justo estábamos hablando de ti. Continúe
De la Fuente, por favor.
-Necesitaríamos un servicio de inteligencia.- Miró a La
Peligro y aclaró.-Espías.
-De eso no se tiene que preocupar. –Contestó pasándose la
mano por el pecho. -Aquí tiene a la Matahari del siglo XXI.
El comisario Gallardo se acercó al oído de su ex compañero
y le susurró:”Esto es ridículo”
-De eso nada. Yo…- Protestó la gorda como un disparo.
-Por favor. Dejemos que Juan Carlos termine.
-¿Crees que merece la pena?
-Inténtelo.
De la Fuente suspiró.- De acuerdo.
Antonia se echó hacia atrás e hizo un gesto de
agradecimiento.
-En tercer lugar, y dado los tiempos que corren,
necesitaríamos un control absoluto de los sistemas de telecomunicaciones mundiales.
Y creo que eso está fuera de nuestro alcance, ¿no es cierto, Pepo?
-Casi lo tenemos.- Pepo se incorporó.-He establecido una
red zombi que abarca todo el globo. Durante la noche estuve creando un nuevo
sistema operativo neuronal para controlarla, lo que nos permitirá una potencia
de cálculo de aproximadamente.-Pensó un segundo.- 8 petafolps.
-¡Uy… qué locura de noche!
Pepo obvió el comentario de “la Matahari” y continuó.
-Además, junto con unos viejos amigos de aquí y allá, hemos
estado desplegando una conexión encriptada de anillos concéntricos-redundantes
que…
-Déjalo Pepo.-interrumpió De la Fuente.-Ni sabemos de lo
que hablas ni creo que podamos llegar a usar eso que tan duramente habéis
preparado tú y tus “amigos”.
···
A pesar de la confianza en Antonia, De la Fuente parecía
ejercer una fuerte influencia con sus bien razonados argumentos. La verdad es
que esto sólo se le podía ocurrir a un desquiciado: un notario parado, un
francés embrutecido, un travelo cotilla, un friki pirado… ¿cómo se puede luchar
contra El Mal con eso?
Todos lo entendían así, y la tristeza se fue extendiendo.
Nadie se percató de que el japonés había aparecido junto a Antonia de repente,
enfrascados como estaban en sus cuitas de organización contra el crimen.
La anfitriona tomó de nuevo la palabra.
-Está bien, tomamos nota. ¿Alguna carencia más?
-La Información. No nos basta con tener acceso a la
información. Necesitamos digerirla. No tendríamos tiempo para asimilar esa
cantidad de datos e interrelacionarlos entre sí ni en mil años.
-Eh…-El notario sonrió por primera vez.-Creo que yo
podría ayudar…
-¡Venga ya!-Saltó el ex comisario levantándose airado.-Esto
es ridículo. Seguro que también tenemos alguien con una intuición
sobredimensionada.
-¡Ejem!-Tosió Gallardo.
-¡Gallardo!¿Tú también?¿No estabas conmigo en esto?
-Bueno, y lo estoy. Lo que pasa es que desde anoche creo
que sé por donde tenemos que empezar, pero no me has dejado contártelo.
-¡Manda huevos…!
-¿Qué más nos falta?
De la Fuente resopló, cansado de luchar contra una
pandilla de energúmenos que se creía capaz de salvar el mundo. Pensó un segundo
y, mirando a Antonia, se atrevió a decir.
-Hace falta alguien que sea capaz de controlar y
coordinar todo esto. No estoy hablando de una superheroína, estoy hablando de
alguien que sepa dirigir un grupo.
Todos se le quedaron mirando. Hasta Watanabe, que, sin
que nadie se hubiese dado cuenta, había hecho desaparecer el pan y el guacamole.
-¡He dicho que hace falta alguien que dirija esto!
Siguieron mirándole.
-¿Cómo?- De la Fuente se alejó de la mesa y se puso a
hacer aspavientos.-¡Tengo sesenta y cinco años! Estoy a punto empezar a mearme
encima. ¿Cómo quieren que controle al grupo?
Antonia se levantó y se limpió la comisura de los labios
con una servilleta. Luego se dirigió a la salida y dijo abriendo la puerta sin
volverse.
-Ya lo está haciendo.



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