Las Vírgenes de Agosto




LUNES

Aquella noche empezó a animarse la Alameda. Algunos había retornado por falta de efectivo, pero había muchos que parecían estar “de paso” y no eran turistas.
-Ya se tegminó el vegano.
-Eso es en tu tierra, franchute.- dijo la bruja dejándose caer en su silla.- Aquí nos queda hasta mediados de octubre.
-Pego entonses, pogqué ha vuelto ya la gente.
-Esos no han vuelto. Vienen a ver a la Virgen.
-En Agosto, ¿qué Viggen?
-En general… la Virgen.- el notario se puso trascendente.- Aquí tiene un nombre y en otro sitio otro… se acerca el día de la Virgen o la Vírgenes de Agosto.
Levantándose con solemnidad, totalmente afectado por el mojito criminal que todo lo libera, Don José Antonio se puso a hablar en público como nunca lo había hecho.

-En la cultura mediterránea, el mes de Agosto es el mes del vino, de las noches cálidas y calientes, de los ritos báquicos y las lujurias desatadas. Afortunadamente tenemos a nuestra Santa Iglesia Católica, Apostólica y Romana que se encarga, justo en mitad de la canícula, de sacar a paseo a miles de vírgenes por todas partes; advocaciones, les llaman, de la madre de Jesús, para recordarnos que se puede ser madre sin tener que conocer varón.

-Pego hoy día, ese pgodigio se lleva a cabo a diagio en miles de clínicas de geproducsión asistida.
-Y además, si lo peor de estar con un hombre,- la voz de la bruja sonaba cavernosa,- es que te quedes preñada. Vamos que la Virgen se llevó lo peor.
Los clientes del bar, peña habitual incluida, arrojaron una mirada de reproche a la Maru.
-Calla canalla,- susurró el Notario como un Fernán Gómez redivivo,- que estás en una ciudad muy Mariana y muy Leal.
-Quitando que fue la madre de Dios, que eso compensa bastante.
El público, desagraviado por la aclaración de la bruja, volvió a sus quehaceres.
-Jodeg, Magu, casi te la juegas.
-¡Qué gente: tan moderna y tan carca a la vez!
-Ya te digo.

Tres americanas gordas y elipsoidales cual Venus de Willendorf tomaron asiento en una de las mesas.
-Camarerou, por favour…
-Good evening girls, what do you need?
-En espaniol, por favour, estamos practicandou.
-Bien, pues ya somos cuatgo, ¿qué vais a tomag?

-Como pidan de comer se van a quedar de piedra. El cabrón del franchute sólo sabe de bebidas… ¿cómo las llamas tú, lechuguino?
-Espirituosas.
-Eso… siempre se me olvida.
-Y eso que eres médium.
-Ya, pero no soy una borracha como tú.
-Permíteme que lo ponga en duda.
-¡Vete al carajo!

Al otro lado de la plaza, el Richal se excusaba atribulado ante sus camaradas, el Christian y el Kevin.
-Que no hay nada que hacer, que hasta que no le paguemos lo que nos birló el capitán, no nos vuelve a pasar nada. Y que demos gracias porque no nos han roto las piernas.
-¿Y cómo piensa que le vamos a pagar sin no podemos vender nada?
-Eso digo yo, si no podemos trabajar cómo vamos a pagar lo que debemos.
El Kevin, se había quedado mudo, con la mirada vacía en el infinito.
-¿Y a ti que te pasa, pasmao?
-Que hemos sido desahuciados.
-¿Desaqué…?
-Que o pagamos o estamos acabados.
-Pues hay que buscar pasta de donde sea.
-¡Eh…! ¿Tíos… y si robamos a alguien?
-¿Con estas pintas? Si nada más vernos la gente se echa la mano a la cartera.
-Sí, la gente de aquí sí, pero yo estoy hablando de robo internacional.
-¿Qué dise cabesona…? ¿Se te ha ido la olla?
La mano del Richal se extendió como la de Rodrigo de Triana hacia el Ok-Corral.
-¡Ballenas a la vista!
El Kevin abrió los ojos y la cara se le iluminó.
-¡Claro, tres guiris salidas, buscando tíos ardientes...! ¡Eso es!
-Pero…¿Os habéis vuelto locos? ¿Las habéis visto y os habéis mirado?- los tres canis, con sus chándales blancos, parecían el equipo de relevo de Somalia
-Pues yo lo voy a intentar.- dijo el Kevin, absolutamente seguro de sus capacidades seductoras. Por algo le llamaban el rompebragas del polígono.
-Y yo también.
-Qué cabrones.- El Christian, el más centrado de los tres, pegó un suspiro.- Bueno, pero a la más mínima señal de peligro nos najamos.

MARTES

Formando un corro demasiado grande para la pequeña mesa del Ok-Corral, las tres americanas recibieron a los tres camellos desahuciados con una sonrisa que no podía ocultar un deseo irrefrenable por sus huesos morenos.
-¡Kevin, Christian, Richard!¡Habéis venidou, qué bien!
El Richal murmuraba al oído del Christian sin dejar de sonreír.
-Cuántas veces le tengo que decir a la gorda que mi nombre es Richal.
-Tú di a todo que si y sigue palante, que de esta noche no pasan.

-¿Tú crees que esos tres y esas tres habrán…?
-¿Hecho el amog?
El Notario asintió, no sin cierta aprensión en la mirada.
-No cgeo, en el pgimeg polvo esos tges quedagían muegtos pog asfixia.
El camarero se alejó del Notario y se acercó al grupo multirracial.
-Buenas noches, ¿Todo el mundo mojito?
-¡Oh… mojitou, qué bien!

-Esa está todo el día  qué bien, que bien… cuando llegue a güisconsin le van a tener que dar una caja de limones para quitarle la cara de gusto.
-A saber qué se va a encontrar en “Wisconsin”, pero déjala Maru, déjala que disfrute.
-Y a esos tres no le van a quedar más que orejas cuando se vayan… ¡madre mía, qué percheronas!
-Pero a mí que me da que los intereses ambos grupos no son coincidentes.
-¡Habla para que te entienda, lechuguino, no para que te escuche!
El Notario se volvió hacia la bruja y la miró de arriba abajo.
-Digan lo que digan, eres una mujer muy culta.
-Déjate de peloteo… al tema.
-Que yo creo que ellos van buscando una cosa y ellas otra.
-¡Acabáramos! Pues claro, esos tiesos van buscando dólares y esas gordas van buscado morcilla de burgos.
-¿Hacemos una apuesta?
-¿Una apuesta, con dineros…?¡Quita, quita…!
-Bueno, pues sin dinero. ¿Quién obtendrá antes su premio, ellos o ellas?
-Ellas. Los hombres no podéis decir que no a un chumino, aunque sea como la Plaza Nueva de grande.
-Perfecto… yo creo que ellos. El dinero es el motor del mundo.
-Y ahora échate payá que viene mi Agapito.
-¿Cuántas semanas llevas leyéndole la buenaventura?
-Tres.
-Te superas… cada día te superas.

-Entonces tú eras…
-Barbará.
“Desde luego, bárbara total.
-Y yo soy April, y ésta es Susan.
-Perdona al socio pero es que nunca se acuerda de nada.
-Es verdad, siempre estoy con mis cosas. Pero esto no lo he preguntado antes, ¿las tres sois del mismo sitio?
-Sí lo has preguntadou. Y te hemos contestadou, somos de una pequeñia siudad de Arkansas. ¿Conoses Arkansas?
-¿Este…?- intervino el Richal- Este no ha salío de aquí en su vida, no conoce ni la playa.
-Pues te encantaría Arkansas, con sus grandes praderas y su cielo infinito llenou de estrellas.
“Se está poniendo guarrilla, ¿no?”, pensó el Kevin, más en el tema que sus compañeros.
-Pues podríamos ver hoy esas praderas bajo el cielo y disfrutar un poco.
Las tres gordas se miraron y soltaron una larga carcajada.
-Perdona, perou es que no paráis de insistir en esou. Nosotras somos vírgenes.
“Si vírgenes… ya, a mí con ese cuento.”
-Pues ya va siendo hora de estrenarse.- sentenció el Christian, muy líder él.
-¡Oh…!- rieron de nuevo.- ¡Eso no puede ser! ¡En nuestra comunidad no lo podemous hacer sin antes casarnos!
“Joder… tres estrechas, quién lo diría, con lo salidas que están las americanas y nos han tocao las únicas vírgenes que les quedan.”
-Voy un momento al servicio.- dijo el Christian dándole una patada en las espinillas al Kevin que esperó un momento para seguirle.

-Quillo, aquí no hay nada que hacer. Estas no vienen buscando machote.
-¿Y entonces que vienen buscando?
-¡Yo que se…! Pero mejor lo dejamos porque lo único que vamos a sacar van a ser veinte mojitos.
-¡Pues le robamos los bolsos y nos largamos!
-Si… en frente de la comisaría, con toda la clientela identificándonos… tú estás tela de pillao.
-Bueno, pues acabamos el mojito y nos vamos.
-Pues eso… escúrretela payá que me salpicas.
-Eh.. oh, sí, perdona.

Cuando los dos camellos famélicos salieron a la terraza se quedaron de piedra. El Richal se estaba poniendo las botas con la Bárbara que parecía fagocitarlo entre sus tetas.

MIÉRCOLES

De cómo el Richal y la Bárbara se habían terminado enrollando, nunca se supo. El caso es que, como invitados de piedra, el Kevin y el Christian veían a la desigual parejita en una mesa aparte mientras intentaban mantener una minúscula conversación de mantenimiento con la Susan y la April.
-Parece que les ha dado fuerte a esos dos.- dijo por fin el Kevin, que no abandonaba del todo la idea de ligarse a una de las dos.
-Bárbara siempre ha sidou muy impetuosa.
“Pues que se controle porque me lo va a ahogar”, pensaba el Christian más incómodo que Don Pinpón en una cama de velcro.
-Sí. El Richal también es muy valiente.- dijo el otro sin retirar la mirada de la apasionada pareja.

-Me parece que he ganado yo.
-No, Maru. Aún no. Están en los preliminares.
-Preliminares dices. Esos dos se casan.
-Venga ya mujer. Que el tipo ese es un gitanillo de tres al cuarto y la otra es una turista, probablemente con pasta.
-¿Pasta…?- El camarero se acercaba con el tercer mojito de la noche.-¿Habéis visto cómo tiene la nuca?
-Como un bollo de medio kilo.- Dijo la Maru sin dejar de buscar incautos.
-No, me refiego al colog.
-Roja, tiene la nuca roja, normal, es blanca como la teta de una monja, allá que le dé un poco el sol.
-Las monjas son ahora mulatas y sudamericanas, como las putas.
-Joder, Maru, qué bestia eres.
-Es verdad.
-Escuchadme, pog favog. Las he oído hablag, me gecuegdan a una que conosí cuando llegué a la ciudad. Es una Red Neck.
-¿Eso es puta en inglés?
-No Magu, no, es…- el camarero se quedó pensando la palabra en español, -es una campesina, sin educasión, gústica… no encuentgo la palabga.
-Una cateta.- dijo la Maru sin demasiado interés.
-Una palurda.- apuntilló el Notario.
-Eso… eso… una palugda.
-Joé, y además de ciento cincuenta kilos.
-Vamos que es un partidito.
-Como el gitano… son tal pa cual.
-A lo mejog ha encontgado su media naganja.
-Ella habrá encontrado su media naranja, pero él se va a llevar el naranjo entero…
El Notario y el camarero tuvieron que reír la gracia de la bruja.

En esto, la Barbara, como le llamaban los canis, y el Richal se levantaron y se despidieron del grupo llamando al camarero para que les cobrara.
-¡Qué se la tiga… que se la tiga…!- dijo Jotabé en un susurro.
-Oye, lechuguino, este francés cada vez está más alcahueta. ¿No te parece?
-Es que el verano es muy largo para pasarlo aquí, entre estas cuatro filas de casas.
-Si eso sí. Con lo bien que estaría yo en el pueblo.
-¿Pueblo…? Yo creí que tú eras de aquí.
-Que va. Yo también era una cateta, me vine de Linares hace mucho tiempo. Quería triunfar en el cante pero terminé tocando el trombón.
-Un día me vas a contar esa historia.
-¡No te lo crees ni tú! Pues no hay penas en el mundo para que yo te cuente mi vida. Una mierda patí.
No contestó. En su lugar, volvió la cara y se quedó mirando a la pareja que se alejaba.
-Al final vas a ganar tú.
-Claro, porque yo veo el futuro.
-Pues vuélvete, porque por allí viene el tuyo.
El hombrecillo llamado Agapito se acercaba como pidiéndole disculpas a la acera por pisarla.
-¿Y este…? ¿No es triste?
-¿Qué le pasa…?
-De to. El pobrecito mío no tiene por donde cogerlo. Pero echa payá que tengo trabajo.

JUEVES

Aquella noche, las tres gracias no aparecieron, en su lugar llegaron los amantes de Teruel (Barbara y Richal) y un poco después la Casa Stark (que diría Pepo el friqui), es decir, tres tiarrones de desayuno de mazorca y bacon y cara de pocos amigos: los hermanos de Barbara.

-Que dicen mis hermanous que quieren hablar contigou.
A un gitano no se le pone la cara blanca, se le pone verde. Pues así se le puso la cara al Richal, verde claro.

-¡Camarero… un mojito!
La cara de Jotabé asomó por el dintel de la puerta para mirar al Notario extrañado ya que nunca lo había llamado así. Claro que nunca se le había presentado la necesidad de que se asomara para ver cómo tres americanos del medio oeste acojonan a un gitanillo del polígono norte.

-¿Qué te pasa, notagio?
-Mira ahí, en la mesa del amor…
El camarero se volvió discretamente para retornar de inmediato con el Notario.
-¡Sacrebleu! ¡Le han tendido una emboscada!
-Tú, franchute, habla en cristiano.
-Una encerrona.
-Ah, sí, desde luego… el gitano carga con la gorda hasta el final de los tiempos.
-¿Pego, qué habgá hecho paga megeseg eso?
-Ser tonto. Y haber acabado con la virginidad de la niña-ballena.
-Y lo peog no es eso.
-¡Ah, nooo!- dijeron casi a coro los dos clientes.
-No. Que va a teneg que tgabajag como una mula.
-Eso está por ver. ¡Pues no es difícil hacer trabajar a un gitano!
-¡¿Tgabajal?!
-¡Mira que gracioso el gabacho…! Anda, vete a fregar con todos tus muertos.

El francés se largó sonriendo sin dejar de echar miradas furtivas al grupo de presión de Wisconsin. Entró en la barra con la intención de retomar sus tareas de limpieza cuando volvió a escuchar: -¡Camarero… por favor!
Tuvo que volver a salir.

-¿Y ahoga qué pasa?
-Vienen los Montoya.- dijo la bruja disimulando.
-¿Quién?
-Digamos que si aquí están los Capuleto, por el final de la calle se aproximan los Montesco.
El camarero se volvió hacia su izquierda.
Efectivamente, una troupe de gitanos encabezada por un señor gordo, bien vestido y bien recubierto de oro acompañado de una señora, también gorda y oreada, una vieja que se movía con dificultad y más de quince personas de todas las edades, tamaño y aspectos.
-¡Mon Dieu!¡Se va a liag, hay que avisag a la polisia!
-No temas, franchute, que esto tiene buena pinta.
-¿Buena pinta?
-Esto acaba bien, no te preocupes.

Efectivamente. Como si ya se conocieran o hubieran hablado antes, el patriarca y el que parecía el hermano mayor, se aproximaron el uno al otro y comenzaron a hablar. Parecía una charla amigable.
El Notario, presto a entresacar jugo de cualquier detalle observaba cómo la madre del Richal le miraba con las lágrimas contenidas, las hermanas lo hacían con cierto regocijo y el resto de los varones del clan lo miraban con cara de pena.
Richal miraba a unos y a otros sin saber muy bien que lo que se estaba jugando en aquella partida era su cuello.

-Pues no se hable más. Los Montoya somos gente de bien y este asunto no tiene porqué salir de aquí. Mi hijo se casará mañana mismo con tu hermana y el mal quedará resuelto.
-Pero paaapa, que yo sólo…
-¡Tú te callas, y afronta como un hombre lo que has hecho!

El hermano mayor le dijo algo a “la novia” que tradujo de inmediato.
-Que dise mi hermanou que si esto es como Las Vegas, que se puede casar uno así, sin más… que entonses no vale.
-Dile a tu hermano que a ti y al Richal os va a casar un cura con todos los papeles, que uno tiene primos hasta en el infierno.

La chica tradujo como pudo el mensaje del gitano y el hermano sonrió y estrechó su mano.
-Hasta mañana, ya os llamo yo para fijar la hora.
-Espera papa, que me voy con vosotros.
-No, tú te quedas con ellos, formas parte de la garantía de mi palabra.
-Puedes aprovechar para aprender inglés- dijo una de sus hermanas con rentintín.

El Richal se dejó caer en la silla, rendido, acabado, muerto en vida. Pepo el friki hubiera dicho "Se acerca el invierno", pero nadie en el Ok-Corral le hubiese entendido.

-Oh, my love, we’ll be so happy in Arkansas! Working the land, working the farm, working with my father and my brothers… so happy. And I’ll have many children, brown and small like you… -decía la gorda mientras acariciaba la cara fría y sin expresión del Richal.
-¿Que le ha dicho la guiri?
-Mejog no te lo tgadusco…

VIERNES

-Bueno…- dijo la Maru sentándose de golpe-¿Qué tal fue la boda?
-Rápida. Casi instantánea. Dos todoterreno se llevaron a los novios y a los de Wisconsin y nada más se supo. Los gitanos se quedaron hasta hace poco, bailando y cantando, supongo que aliviados de haberse quitado de encima al Richal.
-¡Qué pegga es la vida, cuando menos te los espegas, sas… te casan!
-¿Te casan o te cazan?
-No compgendo… ¿Qué difegensia hay?
-Ninguna, franchute, ninguna.

Un cierto regusto amargo quedó en los habituales del Ok-Corral. No era el Richal un ciudadano ejemplar pero ese cambio tan brusco, ese “abandono” de su propia familia, esa sensación de que estamos aquí hoy y mañana estamos en “Wisconsin” no dejó cómodo a nadie. Pero aún la noche tendría alguna sorpresa.

-Macetitas de albahaca, contra los mosquitos, ¿no quieren ustedes una?
-Miravé si se las vendes al franchute, pa que las ponga en las mesas.
El chico dudó un segundo para luego entrar con timidez en el bar.
-¿No te has dado cuenta?
-De qué.
-Que ese era uno de los amigos del Richal.
-¿Ese? Pero si va vestido de vaqueros y camiseta… ¿y el chándal?
-Se habrá disfrazado, por si aparecen las gordas.

-¿Unas moñitas de jazmines, contra los mosquitos?
-¡Anda, pero si es el otro!
-¿Perdón?
-Que sois los amigos del Richal… que os conocemos… ¿a quién vais a engañar?
-Es que está la cosa muy mala y después de lo que le ha pasado al gitano…
-Ya, y ahora a vender plantitas.
-¡A ver!
El chico se alejó hacia otra mesa, moña en mano.

La gitana los siguió un segundo con sus ojos saltones.
-Mírales, con el rabo entre las patas.
-Cuando las barbas de tu vecino veas rasurar…
-¡Qué lástima…!¡Con lo que eran esos tres…!
-Si vamos, la gloria del barrio- El notario parecía más divertido que enfadado.
-Bueno, pero tenían su negocio, y se buscaban la vida…
-Pues ahora tienen su negocio y siguen buscándose la vida. Y en cierto modo, no han salido del mismo sector.
-¿A no?
-Claro que no. Siguen vendiendo yerba.
-Ja, ja… qué cabrón eres, lechuguino.

De pronto, el Christian salió del bar sin una maceta acercándose a su socio con una sonrisa de satisfacción en la cara. Justo después salió Jotabé portando macetas que fue colocando por las mesas.
-¿Y eso qué es, franchute?
-Es una planta de albahaca, me han dicho que ahuyenta a los mosquitos. Y además huele muy bien.
-Eso no es albahaca.
-¿Ah, no…?
-No. Eso es yerbagüena, y no ahuyenta a los mosquitos.
-¡Ah…!- el camarero se giró rápidamente pero los dos vendedores de plantas habían desaparecido de forma instantánea.-¡Me cago en to! Pego…, ¿en este país no te puedes fiag de nadie?
-De nadie, amigo, de nadie.
-Bueno, de todas formas no está mal.
-Claro, ahora tengo plantas de yegbabuena que no ahuyentan los mosquitos.
-Peeero…- la cara de la Maru adoptó esa configuración de indicaba que iba a decir algo de tremenda importancia.-Sirve para los mojitos igual que la menta.
-¡Ah….! No mosquitos, si mojitos.
-Eeeso es. Muy bien.
El francés se fue retirando una a una las macetas para aprovechar sus hojas.

-Maru… eso no es yerbabuena. Eres una hija de puta.
-Probablemente.
El notario se acercó la pajita de su mojito y dio un buen sorbo. La bruja le cogió la mano con sus zarpas gordas y anilladas.

-Por cierto, yo que tú no pedía más mojitos hasta que se acaben. No se yo si el mojito con albahaca estará bien.



No hay comentarios: