LUNES
La bruja se acercó
al Notario sin que este se percatase, preocupado como estaba de lograr
introducir la pajita hasta el fondo del hielo picado de su mojito. Una manía
muy masculina.
-Lechuguino…
lechuguino…
-¿Eh…? Ah, hola,
Maru… ¿¡qué puñetas te pasa, pareces un agente secreto!?
-Nada, que me voy a
mi casa.
-¿Ya…?¿Y tu
clientela?
-Diles que estoy
chunga, que mañana. A todos menos a la china.
-¿Qué china?
-La china, cojones,
la única china que viene por aquí.
-¿La de las flores
de madera y las diademas de luces?
-Esa.
-Pero que…- La
bruja le dejó con la palabra en la boca y la pajita en la mano.
Entender a una
mujer era harto difícil para el Notario, si esta mujer además era gitana,
exprostituta y vidente ya era la ostia. Él lo sabía, así que se encogió de
hombros y volvió a su tarea de “meterla hasta el fondo”. La imagen recordaba a
esos chimpancés que sacan hormigas de un tronco con un palito, patético.
Al cabo del rato,
Agapito, el pobre y eterno descontento, hizo acto de presencia.
-No se siente,
amigo. La vidente no vendrá hoy, está algo pachucha. Mejor será que vuelva
mañana.
Tras unos
interminables segundos de desorientación, Agapito se dio media vuelta y se fue
sin dejar de mirar hacia atrás, por si
las brujas.
Por fin, ya bien
entrada la madrugada, apareció la china, con su diadema de luces y su ramo de
capullos de rosa de virutas de madera teñida. Empezó como siempre, a intentar
vender algo que, a la mañana siguiente, siempre es más feo y más inútil que la
noche anterior. Como cuando ligas borracho y amaneces mal acompañado.
-Oye, muchacha,
¿puedes acercarte?
-¿Quiele flol,
quiele lus? Tle eulo.
-No, no. No quiero
nada de eso.- Por un momento se imaginó con la diadema de luces y tuvo un
ataque de pánico.-¿Venías a ver a la señora Maru, la vidente?
La china se puso
blanca, bueno, en realidad amarillo muy muy clarito.
-¿Cómo sabe eso?-
dijo mirando nerviosamente a un lado y otro.
-Me lo ha dicho
ella. También me ha dicho que está enferma, que hoy no vendrá.
-De acueldo.
Maniana… ¿quiele flol?- dijo sonriéndole mientras le acercaba un capullo a la
cara.
-Que no leches, que
no quiero flol.
La china se alejó
sin perder la sonrisa y siguió vendiendo su mercancía.
-¿Qué hablabas con
la china?
-Joder Jotabé,
estás en todas partes.
-Me abuggo.
Últimamente no pasa nada.
-No, qué va… La
Maru que no quiere ver a la china esa ni en pintura. Es como si le diese miedo
de ella.
-¿La Magu tiene
miedo de alguien?
-Al parecer.
-No… Ahí tiene que
habeg algo más. Estamos hablando de la bguja Magu.
-Tienes razón…-
dijo el Notario fijándose en la china, que ya se alejaba en dirección a otras
terrazas, con su culo plano y sus piernas zambas y cortas, como todas las
chinas, aunque ésta, tuvo que reconocer, tenía un encanto especial.
-En fin. Me voy a
fgegag. ¡Ah… qué tgabajo me cuesta desig fgegag!
-Di lavar.
-Pego si digo “me
voy a lavag” quiege desig que me voy a lavag yo, mi cuegpo… ¿no es así?
-Di… Voy a lavar,
sin el “me”.
-“Voy a lavag”… ¿a
lavag qué…? ¿Los vasos, los platos, las cuchaguillas…?
-¡Déjalo
Jotabé…!¡Vete a fgegag!
-¿Ves…? No hay
solusion.
-Desde luego que
no.
MARTES
La bruja estaba
hecha una auténtica hidra, venía por el final de la plaza como una tanqueta,
dispuesta a acabar con los últimos reductos de resistencia. El Notario miró
inútilmente a derecha e izquierda. No había nadie, o sea que venía hacia él.
“¡Ay madre… que la
he cagado y me va a poner dos velas negras!”
-Hola Maru. ¿Mejor?-
dijo intentando disimular.
-Mejor. ¡Tu puta
madre, cabrón! ¿Dónde os metisteis ayer?
-Yo en mi cama y
Jotabé en la cama de alguna chica, probablemente.
-Vamos a ver,
lechuguino… ¿No te dije que le dijeras a todos que estaba chunga meeenos a la
china?
-Cla… claro.- dijo
cayendo en la cuenta de que a la china también se lo había dicho.-De lo que
interpreté que no la querías ver.
-¡Tanto estudiar
para nada!-Se dejó caer en la silla que emitió un lastimero crujido metálico.-A
ella sí la quería ver, pero a solas, al final.
-Será mejor que me
expliques las cosas porque si no…
-Ya veo, ya. Vamos
a ver. Dile al franchute que se venga, que dos capullos escuchan mejor que uno.
-Vale. Un segundo.
Mientras la bruja
apañaba su infraestructura de adivinación, el Notario se levantaba para avisar
al camarero, excitado sin duda por la nueva historieta que iba a conocer.
-A veg, Magu, que
tengo la teggasa llena… intenta seg bgeve.
-¡Calla y escucha!
Los dos tipos se
acercaron a la enorme cara de luna morena con intención de absorber todo el
conocimiento posible.
-La china vivía en
china.
-Coggecto.
-Caaaalla que te
arreo.
Ni una palabra
salió de sus bocas en los siguientes minutos.
-Al parecer, su
padre la dejó a ella y su madre en China y se vino, hace algunos años, a vivir
aquí, por aquello de trabajar y mandar dinero. Pero desde hace un par de años
no sabían nada de él. De algún modo tuvieron conocimiento de que el muy cabrón
se había echado otra mujer aquí y que tenía más hijos y la chica, ni corta ni
perezosa, se ha recorrido medio mundo para vengarse.
-Hasta ahí todo
normal.- dijo el Notario. El camarero lo miró extrañado, lo que le obligó a
aclarar.-Tú no lo entiendes porque eres francés.
-Ah.
-La chica lo que
quiere es que le haga una maldición gitana a la nueva esposa, otra china mucho
más joven que su madre, y así recuperar el sustento que habían perdido.
-Porque del esposo
pasan un huevo.
-Efectivamente,
como todas las esposas.
-Pobre hombre.
-¡Pobre…!¡Seréis
cabrones los tíos!
-No mujeg, lo que
quiege desir el Notagio es que si le echas una maldisión gitana el tío lo tiene
clago.
-¡Las maldiciones
gitanas sólo funcionan con los que creen en ellas! En realidad no puedo hacer nada,
pero a lo mejor puedo sacarle algunos cuartos.
-¿A una china que
vende flores?- el Notario se echó hacia atrás, desprovisto del más mínimo
interés.
-No, a un chino que
tiene dos esposas, cinco hijos y un par de restaurantes en la ciudad.
-¿Cómo?
-Ustedes dejarme a
mí. Tú, cuando vayas a cerrar, deja la persiana sin cerrar del todo, luego
vendremos la china y yo y haremos un conjuro dentro del local… verás de lo que
es capaz de hacer una bruja multinacional.
-Pero hoy no ha
venido aún.
-Tú hazme caso.
-Está bien.
Gecuegda que me tengo que levantag a las siete paga abgig el bag.
-Imagínate que
estás con una pilingui en la cama.
-¡Lo mismo es!
MIÉRCOLES
-¿Vendrá hoy?- Dijo
Jean Baptiste bajando la persiana a medias junto al Notario, que permanecía
allí como un clavo a pesar de que eran las tres de la madrugada.
-No tengo ni idea.
Ayer faltó y es posible que le haya ocurrido algo.
-Allí llega la
Maru.
-Vamos para
adentro. Esto se merece otro mojito.
-¿Otgo…?¿Cuántos
llevas ya?
-Ni idea, esperaba
que el camarero llevase la cuenta.
-¡Sacrebleu, he cgeado un monstguo!
Al cabo del rato,
dos golpes en la persiana despertaron de su letargo al trío que esperaba en el
bar. Era la muchacha de las flores. La dejaron entrar y, mientras Jotabé y el
Notario charlaban en la barra, la bruja y la china se sentaron junto a las
novelas de Marcial Lafuente. Y a pesar de un calor infernal, la persiana tuvo
que permanecer casi cerrada, pues no eran horas de abrir y la multa podría caer
en cualquier momento.
-Apágate, hija, que
me estás mareando.
-O, peldón…
La chica apagó
todas las luces que llevaba encendidas.
Un par de golpes
sonaron como dos estruendos. La chica se levantó asustada.
-Tranquila, esto
forma parte del conjuro.
-Segula.
-Segulo no hay nada, hija.
Jotabé abrió un
poco la persiana y un chino bajito de cierta edad entró junto con otro mucho
más joven y fornido.
-¡¿Qué pasa aquí?!
El camarero no
sabía exactamente qué decir, porque si decía la verdad igual el cachas de
detrás lo majaba a patadas, pero si no decía nada, igual también. La bruja,
como anfitriona de esa terapia interracial se levantó con autoridad.
-No pasa nada. Tú,-
le dijo al chino cachas,- Quédate ahí. Tú, ven para acá.
Con esa determinación
nadie podía negarse, así que cada chino hizo lo que se le ordenó. Cuando el
mayor estuvo a la distancia oportuna pudo ver con claridad la cara de la chica
de las flores.
-Mei Lin!- dijo con
cara de estupefacción.- Nǐ wèishéme zài zhèlǐ?
-Wǒ yǐjīng dàole shénme shì wǒ de.
Un gesto de la
bruja y el camarero sirvió dos tés en la mesa, uno para el padre y otro para la
hija, que no paraban de discutir entre sí.
Cuando el camarero
volvió a la barra el Notario le susurró al oído.
-¿Cómo la habrá reconocido?
Todos los chinos son iguales.
-Vegdag… está clago
que son un pueblo muy podegoso.
-Tú, franchute,
ofrécele eso al de la puerta.
-A sus ogdenes
madame.
El camarero se
acercó con otra taza de té al chino de la puerta y se la ofreció sonriendo y sin
decir nada. El tipo, mal encarado pero perfectamente enterado de lo que se
hablaba allí, aceptó la taza con otra sonrisa, forzada eso sí, y se la empezó a
beber a grandes sorbos.
Cuando hubo
acabado, algo se fue apoderando de la mente del guardaespaldas. Una ligera
niebla enturbiaba sus sentidos desenfocando las pocas luces que iluminaban el
local. Sus facciones, duras y agresivas, empezaron a tornarse suaves y
amigables.
-Chica… chica…-
interrumpió de pronto la bruja, sin perder de vista al matón de la puerta.
-Peldón, estoy
hablando con mi padle.
-Sí, pero quizá el
chico de la puerta tenga algo que decir…
La china se
incorporó y giró la cabeza hacia el guardaespaldas que, de repente, la vio.
Era como una
princesa ancestral, dulce y bella, que necesitara protección de un hombre
fuerte y caballeroso como él ante la agresión de un padre cruel y despiadado.
-Bù yìng gāi shuō
de nǚhái- dijo el de la puerta.
-Nǐ zěnme gǎn!- Contestó el padre.
-Bueno, bueno,
chicos… mejor nos sentamos juntos y discutimos más tranquilos, ¿eh? Además lo
podemos hacer ante notario, verdad Don José Antonio.
El notario se quedó
sorprendido, pero ante la mirada furibunda de la bruja no tuvo más remedio que
intervenir.
-Desde luego, aquí
estoy yo para dar fe.
“No sé cómo, porque
todo esto me suena a chino.”
La chica, que ya no
había dejado de mirar al fornido compatriota de la puerta, sonrió ruborizada y
agachó la cabeza asintiendo.
-Pelo… esto es una
enselona.- protestó el padre en castellano.
-No, amigo.- dijo
el notario.- Esto es el destino.
La bruja, por
señas, dijo al camarero: “Pon más té”.
JUEVES
Jotabé se movía
entre las mesas como un zombi descabezado bajo la atenta mirada del Notario y
la bruja Maru.
-El pobre, está
machacado. Como ayer, entre una cosa y la otra, nos recogimos a las cinco.
- Y eso que le dije
que no probara el té, pero como es francés, hace lo que le sale de allí.
-¡Qué gente los
franceses! Lo rápido que acabaron con la monarquía.
-Desde luego.
Cortando por lo sano.
-Por cierto… ¿qué
tenía el té?¿Era una poción de amor? Porque los dos tortolitos se fueron
cogidos de la mano y el padre los miraba sonriente y feliz.
-No existen las
pociones de amor.
-¡Ah, no… y
entonces qué le echaste!
-¿Te acuerdas de lo
que vendían los tres camellos de la esquina?
-¿Hachís?
-No… eso que tenía…
¿cómo era?
-Ketamina de
Ketama.
-Pues eso, le eché
eso.
-¿Y cómo lo
conseguiste?
-La yerbas. Lo toma
porque es terapéutico.
-Ya. Si. Y
entonces, en realidad lo que estaban es bajo los efectos de un narcótico para
caballos.
-Pues no les fue
mal. Mira… por ahí vienen los dos.
Efectivamente, uno
al lado del otro, el fornido guardaespaldas y la joven princesa de las flores se acercaban al bar sonriendo como bobos.
-Hola, señola Malu,
veníamos a agladecel-le sus desvelos.- dijo el chico echándose mano al bolsillo
y sacando un fajo mal apañado de billetes que desapareció de la vista como por
arte de magia.
-Gracias a
vosotros. Sentaros allí, en aquella mesa, es la mesa “de los enamorados”.
La chica sonrió
avergonzada mientras su compañero la cogía de la cintura y la dirigía hacia
allí sin dejar de sonreír.
-Ah, l’amour!- dijo
el camarero haciendo un brusco cambio de rumbo hacia la pareja china sin dejar
caer la bandeja.
-No, si verás, ¿a
que se termina partiendo la crisma?
-Es joven, y cree
en el amor.
-¿Y tú no, Maru?
-¿Yo…? El amor no
existe. Si supieras la de lechuguinos como tú que me he tirado porque sus
esposas ya no los querían.
-Bueno, el amor
dura lo que dura.
-¡Bah! Esos están
contentos porque se les ha arreglado la vida y ya está. Pero siempre que se
arregla algo, algo se estropea por otro sitio.
-Hombre, aunque yo
hacía de notario, no pillé ni media conversación porque hablaban en chino, pero
si tu sabes algo…
Maru sonrió
satisfecha.
-Las mujeres
sabemos cosas que no se dicen. Se sienten.
-Por eso yo no os
entiendo.
-Porque tú eres
además de un hombre, un marmolillo.
-Bueno, qué… qué
pasó.- dijo cortando.
-El padre y el
chaval llegaron a un acuerdo.
-Y eso ¿por qué lo
sabes?
-Porque se miraron
y se inclinaron uno frente al otro, lo que viene a ser un acuerdo.
-Y ese acuerdo es…
-Él se casa con la
niña.
-Vale, ¿y ya está?
-No. El padre le da
una dote al chaval, lo típico.
-Entre los gitanos
y los chinos.
-Vale, vale…
-O sea, la niña
encuentra marido, el padre le da pasta, ¿y la madre de la niña?
-Va en el lote.
-¡Pobre
guardaespaldas!
-¡Ja! Tú no sabe
qué dote le dio el chino.
-¿Y tú sí?
-No, pero ahora
mismo nos vamos a enterar.- La bruja hizo un gesto para que el Notario mirara.
Mientras la joven
pareja hacía manitas, por el final de la plaza aparecía otra mujer china, joven
y occidentalizada, que se acercaba al bar a grandes zancadas y con cara agria.
-¿Y esa?
-La otra.
-Joder… esto es un
no parar.
-¡Camarero… tráeme
de mí té!- gritó la bruja
preparándose para un choque de trenes.
-¡Magchando!- se
oyó responder desde el interior del bar.
La mujer llegó a la
altura de la pareja, gritó algo indescifrable e hizo que el joven se levantara
para, de improviso, recibir un bofetón a
mano vuelta que le dejó pasmado, con todos sus músculos.
-¿Pero, por qué le
pega a él?
-¡Ay lechuguino, no
te enteras de nada!-la bruja sonreía con autosuficiencia-¡Por qué él la ha
dejado sin calor de pecho!
-Coño, esto parece
una telenovela. Una telenovela china.
-En todos lados se
cuecen habas.
El camarero se
interpuso entre ellos y el trío de oriente que se había enredado en una
trifulca de gritos, manotazos y empujones.
-El té… lo he
puesto con hielo.
-Llévalo a la mesa
de “los enamorados”, les va hacer falta.
VIERNES
Aquella noche aún
no había aparecido la bruja. Y era extraño, porque, a pesar de todo, el
encuentro con la otra esposa del
padre de Mei Li no fue demasiado agotador. Al fin y al cabo, la mujer había
casi perdido la mitad de su patrimonio y gran parte de su alivio sexual, pero a
cambio había salvado su matrimonio y eso, desde un punto de vista económico,
podría considerarse un alcance limitado de daños.
-Ya se está
tegminando el vegano.
-¡Que no, Jean
Baptiste, que aquí nos queda para rato!
-Ya, pego cada vez
hay más gente pog ahí, paseando, eso sí. Nada de negosio.
-Porque son del PP.
-¿Del PP?
-Paseo y Pipas… es
para lo que hemos quedado.
-Al final
todos vivíais de la constgucsión.
-Casi, Jotabé,
casi. – El Notario hizo un gesto para mirar detrás del camarero.-Mira, allí
viene la señora Maru, como tú la
llamas.
La bruja sonreía
satisfecha, no traía su bolsa de rafia así que, aparentemente, no iba a brujear.
-Hola, mamarrachos,
¿cómo está la cosa?
-Nosotgos también
nos aleggamos de vegte.
-Es cariñoso,
Jotabé, ella es así. ¿No vas a trabajar esta noche?
-No. Esta semana,
con los chinos, ya he hecho mi cupo. Un gitano no trabaja más que lo justo para
vivir. Lo otro es vivir para trabajar.
-¿Cómo quedó lo de
los chinos?
-Bien, digamos que
antes había una mujer abandonada y una familia feliz y ahora hay dos familias
felices y una mujer abandonada.
-Te refieres a la
madrastra de Mei-Li.
-“Madrastra” ¡Qué
palabra más fea! Pero si, me refiero a ella. Tú, franchute, tráeme un poco de
mi te.
-No queda, se lo
acabagon ayeg los chinos.
-Bueno, pues tráeme
uno de esos que toma el Notario.
-¡Un mojito,
magchando!
El camarero se
marchó rápidamente para preparar el combinado.
-¡Mírale, tan joven
y tan gilipollas!
-No mujer, no digas
eso. Es un chico fenomenal.
-Claro, como te da
palique, so triste, que eres más triste que el escaparate de una ortopedia.
- En fin. ¿Cómo va
la obra de tu pensión Erasmus?
-Terminó hace dos
semanas.
-¡Dos semanas! ¿Y
cómo sigues leyendo la buenaventura aquí?
-Se está más
fresquito, además, quiero reservar la pensión para cosas serias.
-¡Anda que no
tienes jeta!
-¿Jeta? ¡Mi coño sí
que tiene jeta!
El Notario borró la
imagen que le vino a la cabeza. Afortunadamente, el francés ya estaba de
vuelta. Los mojitos más rápidos de la ciudad, decía.
-El mojito. Tiene
yegbabuena de la que compgé a los camellos.
-¿Cómo?- La Maru
miraba con aprensión la bebida.
-¡Es bgoma mujeg!,
ya sé que no ega yegbabuena.
El francés se quedó
mirando a ver cómo la bruja sorbía del mojito a través de la pajita. Un segundo
para saborearlo y un rápido escupitajo sobre el suelo.
-¡Cabrón… es
albahaca!
-¡Ops! Me he tenido
que equivocag.
El Notario y el camarero
rieron con ganas mientras la bruja cogía el vaso y se lo tiraba encima a ambos,
por partes iguales.
-¡Pero!
-¡Venga, reírse
ahora!
En la comisaría de
enfrente, la sargento Rubio miraba por entre las lamas de la veneciana del
despacho del comisario.
-Mírales. Parecen
una familia feliz.
-¿Tú crees?-
Sonseca ordenaba algunos papeles.
-Bueno, tal y como
está la cosa,-se volvió hacia el inspector,-digamos que razonablemente feliz.
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