La Leyenda del Trompetista



LUNES


-Ay, Doña Gertrudis, qué le voy a decir yo que usted no sepa ya. Lleva viniendo aquí más de dos semanas, le he leído la mano, las venas del brazo, los pozos del café, le he echado las cartas, los arcanos mayores y los menores, he invocado a sus antepasados con la güija. Ya sabe todo lo que tiene que saber, no puedo hacer más.
El notario escuchaba a la Maru quejarse de falta de recursos ante la encopetada Gertrudis que llegaba todas las noches con Don Mario, su marido, y mientras él hacía valer su posición de miembro relevante de la sociedad local en la comisaría de enfrente, ella se iba a buscar consuelo a la bruja del Ok-Corral. Y la bruja la estaba despidiendo, rechazando los suculentos pagos que la señora le hacía noche a noche. Esto sí que tenía miga.

-Entonces, ¿no hay más?
-Bueno, queda una última cosa. La más grande, pero es muy peligrosa.
“Esta es mi Maru, ahora le va a cobrar lo más gordo. ¡Qué pedazo de choriza que está hecha!”
-Buenas noches, notagio, ¿lo de siempge?
-¡Shhhhh.!- hizo un gesto para que Jean Baptiste se agachara-¡Le va a proponer algo nuevo, se va a forrar!
-No me integesa… estoy un poco hagto de tanto delincuente.
-¡Shhh…!

Doña Gertrudis se acercó a la inmensa cara de la gitana que, con brillo codicioso en los ojos, le susurró al oído:

-Vas a hacer lo que yo te diga, pero no le comentes nada a tu marido.
-Lo que tú me digas, Maru, lo que tú me digas. Cualquier cosa para recuperar a mi niña.
-Mañana, ven sola. Compra un buen papelón de pescaito frito ahí, en la freiduría. Nos lo tomamos aquí con unas cervezas que nos pondrá el franchute y luego te leo las manchas de aceite del papel.
-¿Cómo lo de los posos de café?
-Esto es un nivel superior, es una conexión directa con nuestros ancestros… ¿no sabías que hace muchísimo tiempo todos éramos peces?
-No, no sabía nada… pescado y frito cambia mucho, ¿no?.
-La esencia del pescado frito se refleja en las partes de sus cuerpos que no absorben el aceite, esas son las manchas, yo sé leerlas. Pero exige que te impliques y demuestres el cariño que sientes por tu hija pag… donando una parte importante de dinero a alguien necesitado.
-Hablaré con las monjas.
-He dicho a alguien necesitado.
-Las monj…- La manaza de la gitana, orlada de anillos, se posó sobre la boca de la clienta.-¡Shhhh…! Déjame a mí decirte a quién le tienes que hacer la donación.

El notario susurraba a Jean Baptiste mientras este volvía a limpiar por enésima vez su mesa.
-¡Te has dado cuenta…!¡Es una artista!
-Si como el susaniano.
-Otro artista, tienes que reconocerlo.
-Ya. Este país está lleno de agtistas, así os va.
-Cuidado con lo que dices de nuestro país que ya os echamos una vez…
-¡Uff…! Déjalo, notagio, es que no sé cómo voy a devolvegle los dosemil eugos que le gobagon a Manolo pog mi culpa.
-No te preocupes… ya apañaremos algo.

La bruja manejaba el mazo de cartas como un crupier, sacando de vez en cuando alguna y devolviéndola al montón según alguna técnica predictiva propia. Por fin apareció la que ella quería.

-¡Aquí está…! La Sacerdotisa.
-¿La sacerdotisa…?¿Y quién es esa?
-Alguien con la que se consultan las cosas que le tienen preocupado a uno?
-A ti. A ti te tengo que hacer el donativo.
-A mi no puede ser hija… a mí ya me pagas, el donativo es fueraparte.
“¡Que cabrona, le va a cobrar por dos sitios!”
-Espérate, voy a seguir…

Otro trajín de cartas arriba y abajo hasta que por fin aparece la carta esperada.
-El ahorcado… ésta es para mí. El donativo se lo tienes que hacer al ahorcado.
-¿Y quién es ese?
-¡Ese!- El dedo índice, gordo y anillado de la bruja señaló a Jean Baptiste, que pegó un respingo asustado.
-¿Al camarero?
-A ese. A ese le tienes que hacer el donativo. Ese es el ahorcado.
-Pegdone, señoga Magu, pego yo no estoy ahogcado, yo estoy desespegado…
-Efectivamente, hijo, estás desesperado y de ahí al suicidio sólo queda un paso.
-Pego yo no…- Un pisotón del notario tapó la frase del inocente camarero.
-¡Agg!
-Ves hijo, no puedes ni hablar.
-¿Y de cuánto dinero estamos hablando?- preguntó Doña Gertrudis sin visos de sospechar la estafa.
-Yo sólo puedo decir que doce fueron los apóstoles y que doce son los astros que gobiernan nuestros destinos.
-¿Doce euros?
-¡Doña Gertrudis…!- Susurró la bruja mientras su cara parecía querer lanzar sus grandes y ahuevados ojos contra el rostro de su clienta.-¡Que va a enfadar a los espíritus…! Se trata de un donativo, no de una limosna.
-Entonces…
-Te vas a casa, y sin dejar de pensar en lo que más quieres, haces cuentas.
-Vale, mañana sobre esta hora.
-Recuerda, sin tu marido.
-Lo intentaré, a ver cómo le doy esquinazo. Buenas noches, amiga.
-Buenas noches, Doña Gertrudis.

Las últimas palabras tuvieron que luchar con los inicios del son cubano que llenó de pronto la plaza. Doña Gertrudis se marchó y el francés, boquiabierto, no pudo por más que decir.
-Ggasias, pego…
-No hay que darlas. Cuando hay fortuna a tu alrededor, lo mejor es compartirla, si no las cosas se terminan torciendo. En realidad le estamos haciendo un favor a esa pobre mujer. Pero tienes que pensar qué le digo porque yo, después de dos semanas mareándola, estoy absolutamente seca.
-Pego yo no sé…
-No te preocupes, Jotabé, ya pensaremos algo.- Intervino el notario.
-Hasta mañana payos.
-Hasta mañana.

MARTES

Jotabé, el camarero francés del Ok-Corral, intentaba explicar su posición al Notario, que le escuchaba como el que escucha al ministro de Hacienda, incrédulo.
-Pego esa mujeg es gica pogque ha sabido haseglo. No tiene pogqué compagtig sus giquesa involuntagiamente, como dises tú.
-Esa mujer nada en dinero, un poco para ti no le afectará, en cambio, podremos darle algo de consuelo.
-Esa es otga. Su hija ha desapagesido cuatgo días antes de su boda, y nosotgos la estamos engañando. Y después de lo del susaniano no me siento con ganas de geigme de nadie.
-Unas veces te toca a ti y otras a los demás. Pero hablas de engañarla, pues bien eso no es exactamente así. Mira.

A pesar de que Doña Gertrudis estaba a punto de llegar, la Maru esperaba aún alguna pista de lo que debía decirle. Faltaba comprar el pescaito frito, comérselo y hacer el paripé de leer las manchas de aceite en el papel, pero la gitana ya miraba impaciente a la pareja de bribones.

-Verás, la historia de la hija de Gertrudis está aclarada. Cuatro días antes de su boda se fue con sus amigas de despedida de soltera.
-Sí, eso de que salen todas las amigas a embogachagse por ahí con unas enogmes pollas en la cabesa.
-Sí, más o menos.
-Y entonses desapagesió.
-No desapareció. Conoció al striper y se enamoró de él, fugándose ambos con los billetes del viaje de novios a Bali.
-¡Así… de pgonto!
-El amor surge cuando menos te lo esperas.
-Pego entonses pogqué viene todas las noches su padge a la comisagía.
-Quiere que la detengan y extraditen. La sargento Rubio sospecha que hay intereses económicos detrás del matrimonio.
-¡Qué cabgón!
-Doña Gertrudis no sabe nada, la Maru lo que hace es consolarla, a base de sablazos, eso sí.

Los músicos cubanos empezaron a sacar sus instrumentos (entiéndame) para una nueva velada de tropical cuando Jean Baptiste tuvo una idea.

-¡Espega un momento, tengo la solución!- Y salió a paso ligero dirigiéndose a uno de los enormes mulatos que formaban el grupo. Mientras hablaba con él, el músico rebuscaba en el maletín de su trompeta. Por fin le entregó lo que buscaba, una partitura.

De vuelta, Jotabé iba leyendo el papel asintiendo y con una sonrisa en los labios.
-Esta es la solusión: Le contagemos la vegdad.
-¿¡La verdad!?
-¡Mira niño! En los treinta años que llevo en este negocio y en los veinte que estuve en el otro no he dicho nunca nada que se parezca a la verdad. La verdad trae mala suerte.
-Escucha Magu. Llevamos escuchando esta cansión todas las noches, es la histogia que le vas a contag.- Le entregó el papel.
-¡Ay hijo! Podría decirte que no me he traído las gafas, pero en realidad es que no se leer. Notario…
-Dame, vamos a ver… Ligia Elena, la cándida niña de La Sociedad, se ha fugado con un trompetista de la vecindad, el padre la busca afanosamente… -Siguió leyendo en silencio. Al fin exclamó: -¡Es perfecto!
-Si tú lo dices. Léeme la letra entera, que yo vaya encajándola.

Mientras el Notario daba cuenta de la canción a la bruja, Jotabé se dispuso a atender las mesas, que ya empezaban a protestar, y los músicos despertaban del sopor a los vecinos afinando sus instrumentos.

De pronto, sin aviso, Doña Gertrudis apareció junto a la Maru, con su bolso de marca, su ropa estilosa y su pelo de peluquería.
-¡Uy hija…!- dijo la bruja realmente sorprendida.-No te he visto llegar, y eso que soy vidente. Pero este mamarracho me estaba distrayendo con sus tonterías.
El Notario no dijo nada, se volvió a su mesa y su mojito.
-Tenemos un problema.
-¿Cuál? – dijo la gitana mientras suplicaba para sí “¡Ay por Dios que no haya aparecido la niña!”
-No he conseguido deshacerme de mi marido, está ahí. ¿Realmente importa que esté ahí enfrente?
-Verás, mujer, importar, importar… Pero si aparece por aquí y me estás dando el donativo es posible que contamine con su aura las manchas del pescaito frito, y entonces no te garantizo nada.
-Pues nada.- La señora metió la mano en su bolso y sacó un sobre.-El donativo está aquí, házselo llegar a su destinatario que yo me voy a la comisaría. Mañana podremos seguir sin el contaminante del dinero y mi marido.
-Mira que eres lista, jodía, ¡si ya lo dice tu mano!

La zarpa de la gitana hizo desaparecer el sobre entre sus enaguas  mientras la mujer se daba media vuelta y para perderse entre la gente que empezaba a agolparse al son de Cuba.

-Ya puedes contarlos, se ha ido.- Dijo la Maru entregándole el sobre al Notario que lo abrió por debajo de la mesa y echó una ojeada.
-Son billetes de 500, tienen que ser doce mil euros.
-¡Bien!
-¿Perdone, leen aquí la mano?
Un hombrecillo insignificante permanecía de pie frente a la mesa de la gitana.
-¿Quién lo pregunta?
-¿Puedo decir un apodo?
-¡Uy, ni que esto fuera un consultorio de la radio! No se preocupe, todo lo que diga quedará entre nosotros. “Aunque el lechuguino de aquí al lado se lo va a contar al francés de ahí dentro.”
- Mi nombre es Agapito.
-¿Seguro que no es tu apodo?
-No señora, por desgracia es mi verdadero nombre.
-Ande, siéntese y cuénteme qué le preocupa.
“Pobre Agapito, se va a ir con una mano delante y otra detrás.”

 

MIÉRCOLES

La historia estaba aprendida. La partitura había sido devuelta a los músicos. El Notario y Jotabé estaban en sus puestos, éste último además, bastante más tranquilo tras recuperar los doce mil euros que había teletransportado el susaniano, y Doña Gertrudis cruzaba la plaza en dirección a la bruja Maru que esperaba hambrienta el pescaito frito.

-¡Franchute!¡Franchute!
El camarero salió del Ok-Corral secándose las manos.
-Si señoga, ¿Qué desean tomag?
-Yo quiero una jarra de cerveza bien grande, ¿y tú?
-Yo una Coca-Cola.
-Enseguida. Esta gonda invita la casa.
El camarero desapareció y Doña Gertrudis puso una bolsa de plástico sobre la mesa.
-¡Ay…! De todas las cosas que he hecho en los últimos días, la más difícil ha sido comprar el pescado… ¡cuánta gente y qué ordinaria!
-¡Que me vas a decir a mí, hija mía, ya no queda educación! A ver, saquemos el condumio.
La Maru empezó a abrir cartuchos de pescaito frito enumerando la clase de género.
-Chocos, huevas, adobo, pescada, um… todo buenísimo. ¿Un momento?¿Esto qué es?
-Croquetas. A mi Alicia le encantan las croquetas.
-Si hija, pero las croquetas no son pescado.
-Bueno, son croquetas de pescado.
-Estas croquetas no han visto el pescado en su vida, pero bueno, nos las comeremos también.

Doña Gertrudis se negó a probarlo aduciendo que ya había cenado con su marido, pero dada la cara de asco con la que miraba las presas de pescado desaparecer en la boca de la gitana, muy bien pudiese ser por otro motivo menos confesable. Al cabo de unos minutos, la gitana había dado cuenta de toda la compra y se disponía a ejecutar la ceremonia de lectura.

Los dedos pringosos de aceite de la Maru brillaban sobre el mapa de manchas de los papeles de estraza formando caminos invisibles. Era ya la segunda cerveza y, mientras los músicos empezaban a tocar, la bruja entró en trance.

-Veo aquí otro hombre.
-¿Alguien malo?
-Yo diría que no. Más bien alguien… dotado.
-¿Dotado de qué?
“De una polla como una olla, ¡no te jode!”, pensó, pero prefirió utilizar una metáfora, aunque la Maru no supiera qué era eso.
-Dotado de un gran talento.
-¿Quieres decir que Alicia ha conocido a otro hombre?
-Parece ser que si… a ver, ¿dónde está el papelón de los chocos?
-Creo que es ese que tienes ahí debajo, ves… sus manchas son más largas.
-Si.- La bruja movía los papeles de envolver pescaito como si estuviese revisando facturas.
-Un músico, un músico que sopla algo.
-¿Un fagot, un clarinete, una tuba?
-No, una trompeta, eso es… una trompeta.

Como por arte de magia, la trompeta de los músicos cubanos empezó a sonar por encima de los demás instrumentos. Doña Gertrudis no pudo evitar mirar al que la tocaba.

-¿No será…?
-¡No hija, no! Aunque imagínate algo así.
-¡Un negro de dos metros con mi Alicita!
-Perdona, pero eso no importa.
-De eso nada. Mi niña es muy delicada y además, esos negros… dicen que…
-Que tienen un buen instrumento.
-¡Oh…! Cambiemos de conversación, por favor, esto es muy embarazoso.
-Bueno, pues eso, que tu niña, tu Alicita, se está beneficiando a un trompetista.
-¡Pero si se iba a casar con Borja-Luis, que es ingeniero, rubio y encantador!
-¿Tienes una foto de tu yerno?

La mujer buscó en su bolso…
-Mira, estos son ellos dos estas navidades en los Alpes.
En la foto, una chica rubia perfectamente equipada posaba junto a un muchacho igualmente rubio y equipado. Ambos cuerpos perfectos y equilibrados, nada que ver con el morlaco que tocaba la trompeta junto al bar.

-Pues hija, se ve que a Alicia le gustaba algo más salvaje.
-¡Por Dios, Maru, que estás hablando de mi hija!
-No, yo no, son las manchas del papel de la freiduría. Yo sólo las leo.

La mujer se levantó totalmente ruborizada.
-Creo que me voy a ir, lo siento, pero esto es muy-muy fuerte.
-Guardaré los papeles de pescado por si quieres continuar mañana.
-Lo dudo.
“Yo no.”



JUEVES

-Bueno, pues ya estoy aquí.- dijo la Maru dejándose caer sobe la silla metálica que crujió como los vanos del Titanic en aquella fatídica noche.
-¿Has traído los papeles del pescaito frito, para seguir leyéndolos?- Preguntó el Notario sin mirarla, como un agente secreto.
-Los mismos no, los tiré sin darme cuenta. Pero en la freiduría me han dado otros.
-Con condumio.
-¡Qué va! Son unos malages.
-¡Ay mi madre!
-¿Qué pasa?
Doña Gertrudis, seguida de un atribulado Don Mario, cruzaba a grandes zancadas la plaza desde la comisaría en dirección a los músicos cubanos que empezaban a desplegar la orquesta.
-¡Dios mío… ¿qué va a hacer esa loca?!

El trompetista sacaba su instrumento de la caja como se saca a un bebé de su cuna, con cuidado y cariño, cuando la encopetada señora de Don Mario llegó a su altura.
-Disculpe, señor, ¿podríamos hablar?
El cubano levantó la mirada. Algo en su alma de inmigrante ancestral le dijo que saliera por patas, pero la edad y cierta dignidad le impidieron hacerlo.
-Claro, ¿qué se te ofrese mami?
-Usted ha raptado a mí niña y vengo a pedirle que me la devuelva.

El trompetista comprendió que, en algunas circunstancias, la dignidad es un lastre mortal.
-Perdona, no sé de qué me estás hablando. No conosco a tu niña.- El negro, al ponerse de pie, sobrepasó en medio pecho y una cabeza a Doña Gertrudis.

-Cariño, cariño…- intervino Mario mientras miraba al trompetista desde abajo.-Hay algo que no te he dicho.
-¡Déjame, yo sé lo que estoy diciendo!
-Cariño, que hay algo que tienes que saber antes de seguir con esto.

La sargento Rubio y un par de agentes cruzaban desde la comisaría en dirección al pequeño pero creciente tumulto que se estaba originando entorno al trompetista. La Maru recogía sus bártulos con cierta premura y el Notario permanecía de pié, pero a distancia, observando la que se iba a organizar.

-¿Qué es eso que de pronto tienes que contarme?
-¡¿Mario?!- Una mulata de carnes prietas y bien distribuidas se acercó a la pareja.
-¿Qué?- se volvió el marido de Doña Gertrudis
-¡Mario mi amor…!¿Dónde te metiste?
Mario no daba abasto entre su señora, el negraco de la trompeta y ahora aquello: una sensual y descarada mulata que se acercaba desde el extremo del bullicio.
-¿Cómo te fuiste y me dejaste en Varadero…?¡Pendejo!
-Perdone, señorita, pero yo a usted no la conozco de nada.
-¡¿Qué no, cabrón?!¡Pero si me volaste el cartucho, me hisiste dos jimaguas y me dejaste como a una perra…!
Los gritos de la mulata llenaban la plaza y divertían al personal que observaba los apuros de dos miembros de la Alta Sociedad rodeados de inmigrantes, putas, músicos callejeros, perro-flautas, y, cómo no, los agentes de la policía que se acercaban al follón.

-¡A ver..!¡A ver…!- empujaba la sargento Rubio: “la porra más larga de la comisaría”-¡Dejen paso, dejen paso!
Doña Gertrudis estaba a punto de romper a llorar, su marido intentaba recordar a la mulata de sus viajes de negocios a Cuba y la mulata estaba mirándole como una desafiante protagonista de telenovela venezolana. El trompetista, conmovido por la señora, la recogió en su pecho y la cubrió con su enorme brazo negro.

-¿Y ahora qué…?¿Qué vas a haser…  Colgar el sable como entonses?
-A ver. ¿Qué coño pasa aquí?- La sargento sabía en qué lenguaje había que entenderse.
-¡Pues pasa, señora polisía, que este que usted vé aquí dándose lija, es el padre de mis dos gemelos, y ahora se quiere haser el loco ¡
-Un momento, un momento. Esto no se resuelve aquí, en la calle, esto se gestiona allí: ¡Todo el mundo pal cuartelillo!

La mulata, de mala gana, se encaminó hacia la comisaría acompañada por los policías. Don Mario, a su pesar, también tuvo que seguirlos. El resto del personal les siguió como los niños siguen a los titiriteros lo que obligó a la sargento a detenerse y encararlos.

-Todo el mundo no les incluye a ustedes. ¡Jopo!

La gente se quedó un poco triste y no tuvo más remedio que volverse hacia los músicos, esperando el siguiente numerito. El trompeta consolaba a Doña Gertrudis que, involuntariamente, apoyaba su cara en el duro bicepts del negro mientras el olor a macho africano empezó a hacerle cosquillas en la pituitaria “de arriba”, y por ende, en la “de abajo”.
-No te preocupes, mami, estas cosas pasan, los hombres no pegamos los tarros. ¿Qué desías de tu niña?
-¿Cómo?- dijo ella mirándole desde debajo de su pectoral-¿Cómo se llama usted?
-Oswaldo, mamita, me llamo Oswaldo. ¿Y tú?
-Gertrudis, pero puede llamarme Gertru.
-Bien Getru, ¿quieres que nos sentemos en el bar y me cuentas lo que te ofusca?
-Si… gracias. Estoy un poco confundida.

La Maru, que era capaz de ver la plaza entera como si fuese un IMAX, dejó de observar al trompetista y se volvió hacia la puerta de la comisaría. La mulata hacía su entrada y se giró. Un gesto con el puño cerrado de la bruja y la chica sonrió satisfecha.

-Eres una máquina, Maru, pero… ¿Cómo piensas sacar a la mulata del embrollo en que la has metido?
-No te preocupes, saldrá. De mañana no pasa.

 

VIERNES

La velada estaba llegando a su fin. Jean Baptiste ya retiraba las mesas y el Notario, aun insomne, empezó a levantarse para irse a mirar las musarañas. La bruja Maru, hecha la recolecta del día, también organizaba su bolsa de rafia para irse a dormir, como los músicos caribeños, que hartos de tocar salsas y merengues recogían sus bártulos.
Una chica rubia, acompañada de un maromo con tatuajes hasta en el culo, se acercó al camarero. Algo hablaron que hizo que éste se secara nervioso las manos y luego señalara a la bruja.
-Ligia-Elena ha vuelto- dijo lacónico el Notario.
-¿Quién?

-Perdone, ¿la pitonisa Maru?
-¿Quién pregunta por ella?
-La hija de Doña Gertrudis.
-¡Uf…! – La bruja se volvió a dejar caer sobre la silla. -¡Franchute, trae café, que nos queda la prórroga!
-Enseguida… Notagio ¿tú también?
-Café no… dame otro mojito.
-Sentaros. ¿Tú debes ser el striper?
-Ex striper. Ahora sólo me desnudo para ella.- Dijo él mirando candorosamente a la chica.
-Si claro- dijo la Maru con cierta displicencia.
-Bueno, hija, y cuéntame ¿qué tal por Bali?
-Por Bali muy bien, por aquí un poco peor, según tengo entendido.
-Es que te fuiste por ahí con los ardores y dejaste la casa patas arriba.
-Y según tengo entendido, tú has terminado de liarla. He venido a pedirte que hagas entrar en razón a mi madre.
-¿Yo…?¿Y qué le pasa a tu madre, aparte de lo tuyo?
-Pues que se ha enamorado de un trompetista.
-¡Ah, la música, enaltece el alma y te hace imaginar cosas!
El ex striper sonrió asintiendo, lo que le valió un codazo de la rubia.
-Si… cosas que pueden destruir una familia.
-¿Cómo la tuya con ese rubito amariconao?
-Borja-Luis. Bueno, los dos éramos víctimas de los negocios de nuestros padres.- La chica se agarró al maromo con fuerza.-Ahora, afortunadamente, las cosas han cambiado.
-Pues deja que tu madre viva su vida.
-Seguro, y que se vaya por ahí con un… con un…
-Negro.- apuntillo el notario sin poder evitar su indiscreción.
-¿Y este señor quién es?
-El notario. Da fe de lo que aquí pasa. Somos muy legalistas.

El café y el mojito llegaron por fin. El francés comenzó a limpiar las mesas cercanas para no perderse nada.

-En fin, que no me vas a ayudar.
-No hija, yo ya te he ayudado a ti y a tu madre. Y eso se escapa a mis obligaciones que no son otras que las de llevar jurdores a mi casa.
-Vámonos Toni, esta señora es una lianta.- La pareja se levantó.
-Adiós, Alicita. Y tú, Toni, cuidado con lo que haces que no sabes cómo se las gastan los de su clase.
El fornido aunque no muy listo joven frunció el ceño, como intentando comprender el aviso de la bruja.
No acababan de irse cuando ya  el camarero, el Notario y la bruja formaron un improvisado corro.

-Joder, Maru, qué dominio, qué tablas, qué forma de controlar las situaciones. Si hubieras sido notaria…
-Estaría en el taco, no como tú, ¡tieso, que eres un tieso!
-Entonses, la niña se va con el stgipeg pego no deja que la madge se vaya con el tgompeta.
-Pero la madre es perro viejo, seguro que se las apaña.
-Pegga.
-¿Cómo?
-Pegga… la madge es pegga vieja.
-Mira niñato, perra es una cosa distinta de perro, a ver cuando lo aprendes.
-No, si ya lo sé, en fganses es igual: Chienne n'est pas le même que chien.
-¡Vete al carajo!

-Perdonen…- Jotabé se volvió y se topó con Oswaldo, el trompetista, y Doña Gertrudis, colgada de su biceps.-¿Aún podemos tomar algo?
-Pog supuesto. Enseguida voy. Pónganse en aquella mesa del final, estagán más íntimos.
-Gracias, Maru, si no llega a ser por ti no habría abierto los ojos.
“Si no llegas a tener dinero seguirías ciega como un topo”, pensó el notario.
-No hay porqué darlas, hala tortolitos, a seguir bien.
-Un beso señora Maru.  Y recuerdos de mi hermana.
El trompetista y la Gertru, como pasaría a llamarse a partir de ahora en los aledaños del Ok-Corral, se alejaron hacia el otro extremo de la terraza.

-¿Lograste sacar a la hermana del follón de comisaría?
-Salió solita. Y además salió bien acompañada. ¡Pues no son largas las mulatas!
-¿Cómo?
-Que salió del brazo de don Mario, que ya se sabía libre.
-Joder Maru. La de cosas que logras siendo bruja.
-¡Pues si te contara lo que hacía siendo puta!
-Calla, calla… casi mejor…
Un ráfaga de viento helado bajó por la calle y envolvió a los pocos clientes del bar.
-¡Uy…!- dijo la Maru estremeciéndose-¿Y este viento, de dónde coño viene?
-Será mejor que nos larguemos.
-Sí. Esto no me gusta nada.





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