El Susaniano



LUNES


Cuando Pepo se encontró por la mañana con Jotabé no pensó ni en saludarle. Total, el francés era guapo y ligón y él era un barrilete sudoroso, y, para qué negarlo, no le caía bien el puto gabacho. Pero al francés le dio una alegría tremenda: “Tienes que venig esta noche al Ok-Coggal… te va a encantag”.
Después de haberse visto por enésima vez los mejores momentos de Juego de Tronos, Pepo recordó el encuentro de la mañana y, aunque sin mucho convencimiento, se dirigió al bar.
-¡Hombge, amigo Pepo!- dijo Jean Baptiste con la bandeja en una mano y el trapo en la otra-Cgeí que ya no venías…
-He estado a punto de no hacerlo.
-¿Qué quieges tomag?
-No se…
-Siéntate, que te tgaigo algo que nunca falla. Invita la casa.
“¿Qué querrá este cabrón?”

Desde la mesa de Pepo se divisaba el paisanaje nocturno de la Alameda, una selección de lo más granado de la noche a su alcance, aunque él, realmente, hubiera preferido vero por el Facebook y, dado el caso, tener sexo por el Messenger… nada comprometido, desde luego.
En el interior, mientras el francés se afanaba preparando un combinado, un tipo navegaba por internet tras un portátil, aprovechándose sin duda de la nueva zona Wifi del Ok-Corral. Junto a la puerta, el notario parecía mirar a la nada mientras la bruja Maru, junto a él, atendía a una señora que sollozaba su desgracia sobre un mazo de arcanos mayores.

-Et voilá! El milaggoso mojito de Jean Baptiste.
-¿Tu te quieres mucho, no, cabrón?
-Digamos que, como desis los españoles, me sé dág mi puntito…
-Bueno, ¿qué es eso que me iba a encantar?
El camarero se sentó junto a Pepo, lo que acabó de incomodar al informático.
-Aunque tú y yo no somos eso que se dise, uña y dedo…
-Uña y carne.
-Eso… yo sé que tu eges un poquito fgiky o tgeky o como quiegas que se llame eso que eges tú.
-Si me vas a tocar las bolas podrías haberlo hecho por teléfono y te hubieses ahorrado el mojito.
-No es mi intensión tocagte nada, es que tengo un asunto paga ti que sin duda te integesagá.
-A saber…
-¿Ves ese señog que hay ahí dentgo, con el ogdenadog?
-Si… Un guiri chateando gratis.
-Guigi puede que sea, pego tela de guigi. Viene todas las noches y se sienta ahí, se pone a tgasteag con su ogdenadog y cuando nos vamos se va. Así lleva un montón de días.
-Y tú, claro, con lo dicharachero que eres, le habrás preguntado que a qué se dedica.
-Si… la vegdag, hase un pag de noches.
-¿Y qué es lo que hace?
-Dise que en gealidad es de otgo planeta y que ha sido teletganspogtado aquí pog eggog. Está intentando contactag con su nave nodgisa o algo así.
-Se ha quedado contigo, porque tú sí que eres un guiri, y además un gilipollas.
-Pgobablemente sea una o las dos cosas, pego cgeo que no se ha quedado conmigo. ¿Has visto cómo viste?
Pepo, que normalmente se fija más en los aparatos que en las personas, había comprobado que el sujeto tenía un ordenador Toshiba, pero no se había percatado de su indumentaria. Ahora, avisado por el francés, empezó a reparar: las zapatillas eran negras, como los pantalones y la parte inferior de la camiseta. La parte superior era de color azul eléctrico. Su ropa estaba totalmente ajustada, lo que con ese calor parecía un sufrimiento.
-¡Coño, si va de treki!
-Efectivamente, y no te quiego desig las cosas que habla, y las palabgas que usa…
-¿Entonces tú le crees?
-¡En absoluto! Pego he pensado que podgias sonsacagle, a veg qué te cuenta, yo la vegdag es que me piegdo un poco.
-Y así te ríes de los dos…
-No hombge no, quiego geigme contigo.
-¿Y eso porqué?
-¿Pogqué no?

MARTES

-¡Hola…! ¿A qué te dedicas?
El hombre del ordenador casi no miró a Pepo, que tras su segundo mojito del martes, se disponía a sentarse junto a él sin ningún apuro.
-Estoy intentando encontrar el canal de comunicación con mi nave.
-¡Um…! ¡Qué interesante! – Intercambió una mirada cómplice con Jotabé, aparentemente atareado en la barra.
-¿Y cómo te va…?
-Es imposible, las comunicaciones de este planeta son extremadamente arcaicas, lentas, imprecisas… no sé cómo podéis vivir.
-¿Has probado a través del SETI?
-Ahí estoy, pero es catastrófico. Espero que ellos sean capaces de mandar un mensaje modulado a vuestra frecuencia para recogerlo y encontrar un punto de transferencia.
-Para teletransportarte.
-Claro, ¿para qué va a ser?
-No, ya… y, ¿cómo has llegado aquí?
-Seguramente un error de la computadora.
-¡Ay, los ordenadores…! Uno confía en ellos y, cuando menos te lo esperas ¡ZAS!, pantallazo azul.- la mirada de Pepo se quedó fija en el infinito.
-Ya. ¡A mí me lo vas a decir!
-¿Y de dónde vienes?
-Soy el capitán Mateus Heiden de la nave estelar NCC-1701-Nakoya.
-José Arjona,… um… Jefe de Sistemas de Mantenimiento Vital de Forgasa.
-Paz y harmonía.
-Igualmente.
-Hace un par de meses llegamos al planeta U-71-7699-3. He estimado que está a unos 200 parsecs de aquí. Le dimos el nombre de nuestra teniente médico: Susan.
-Susan…
-Sí, una mujer muy popular.
-Ya…
-Susan tiene muchos aspectos curiosos. Me refiero al planeta.
-Entiendo.
-Sin embargo, sus habitantes son absolutamente… como diría, inconsistentes.
-¿No tiene forma?
-¡No… que va…! Aparentemente son como nosotros, humanoides.
-Eso tranquiliza mucho.
-¡Ya te digo! Sin embargo, en un par de meses, nos habían tangado 40.000 créditos interestelares, y eso que, al no haber sido descubiertos nunca, es imposible que los susanianos supiesen en qué y por cuánto podían usar esos créditos.
-Los susanianos.
-Sí, los habitantes de Susan.- el turista se quedó mirando a Pepo y aclaró- El planeta.
-Ya…
-Los habitantes de Susan son trapicheros, mentirosos, promiscuos (esto último fue lo que nos dio la idea para el nombre del planeta), en definitiva. Un peligro.
-¿Por qué no le llamásteis Bankia?
-¿Cómo?
-Da igual… continúa.
-Lo peor es que creo que hemos terminado seriamente afectados, y que el Consejo Interestelar, al recomendarnos que permaneciéramos en órbita, en realidad lo que quería era aislarnos.
-Porque estabais contaminados…
-Efectivamente.
-¿Y en qué te basas para afirmar eso?
-Por ejemplo, la Oficial de Comunicaciones, Dimitah iLlitah, puso una emisora de radio global y trajo a la nave unos 15 susanianos que viven en su camarote como si fuese un habitáculo de refugiados.
-Bueno, eso puede entenderse como una acción solidaria.
-¿¡Solidaria…!?
El extraterrestre pegó un salto que asustó a Pepo y al atareado camarero.
-Hombre, no te pongas así… en este pai… planeta, cuando acoges a personas necesitadas se te tacha de solidario, y eso no es malo.
-¿Y en este planeta los acogidos terminan aprovechándose de su situación?
-Algunos, algunos, pero aprovechados los hay en todas partes.
-¡En todas…! Te lo puedo asegurar.
-Bueno, y ¿qué le pasó a esa… Trinita?
-Dimitah… Dimitah iLitah. Pues nada, que empezó a consumir “skriittzz”.
-A ver, déjame adivinar, una droga susaniana.
-Efectivamente. Un desinhibidor moral.
-Eso pagese integesante…- intervino el francés secándose las manos.-Cuéntanos… cuéntanos…
-Lo siento- dijo el extraguiri cerrando el portátil de sopetón.- Creo que ya he hablado demasiado.
Recogió sus bártulos y se marchó ante la atónita mirada de Pepo y Jean Baptiste.

-¿Y este no paga?
-Solo ha bebido agua.
-Agua terrícola.
-Del ggifo concgetamente.
-¿Y crees que mañana volverá?
-Segugo.
-Pues mañana nos vemos, porque de todos los tipos pirados, este creo que se lleva la palma.
-Te lo dije- El francés se metió tras la barra y Pepo se dirigió a la salida- Hasta mañana.
-Hasta mañana.

MIÉRCOLES


Cuando Pepo por fin se decidió a entrar para retomar su absurda conversación interplanetaria, la bruja Maru ya estaba consolando a la señora de todas las noches, el notario hacía como que no se enteraba de la conversación y un grupo de negros cubanos empezaba a amenizarla sin que absolutamente nadie les hubiese invitado. El calor obligaba a mantener las ventanas abiertas y el mambo se colaba hasta las sudorosas sábanas de los insomnes vecinos, pero nadie protestaba: ¡Cha, cha, chá!

-¿Qué tal amigo, hay suerte?
-Nada. La misma mierda que todos los días.
-Cuéntame más cosas de Susan… el planeta. Nos quedamos en que la Oficial de Comunicaciones se había enganchado al… shirz?.
- Skriittzz, nosotros le llamamos Susanita. El Susaniano es muy difícil de pronunciar.
-Susanita.
- La susanita actúa como depresor de las terminaciones nerviosas y del cerebro. Es antagonista competitivo de las sustancias que estimulan el sistema nervioso parasimpático, a nivel de sistema nervioso central y periférico, produciendo un efecto anticolinérgico, que bloquea en forma competitiva e inespecífica los receptores muscarínicos localizados en…
-Para, para… dejémoslo en desinhibidor moral.
-De acuerdo. Todos estos datos los proporcionó la Teniente Médico, Susan, que también ha terminado enganchada.
-Joder con la Susanita.
-El turista espacial miró sorprendido a Pepo.
-La droga, me refería a la droga.
-El Oficial Diplómático, el shrongin U-Top, a pesar de sus estúpidas orejas, sus cejas picudas y su presuntuosa actitud racionalista, tras engancharse a la Susanita, ha perdido todo control sobre su emocionalidad y se lleva el día contándole a la tripulación lo dura que era su vida como adolescente shrongin en los monasterios Monng. Hemos terminado huyendo de él como de la peste ghiin.
-Una enfermedad malísima, supongo.- Pepo miró por primera vez al francés, haciendo un gesto de complicidad.
-¡Y que lo digas! Los síntomas de la peste ghiin son variables; el comienzo suele ser, generalmente, súbito y caracterizado por fiebre alta, postración, mialgia, artralgias, dolor abdominal y cefalea, pero en un lapso de una semana, aparece en todo el cuerpo una erupción, frecuentemente hemorrágica que…
-¡Déjalo Mateus! Acabo de cenar. Sigue contándome lo del shoni.
-Shorngin, U-Top. La computadora había verificado que se llevaba las noches en vela, llorando. Tuvimos que relevarlo de su puesto ya que, en las negociaciones con Susan (el planeta), su baja autoestima había logrado que los susanianos obtuviesen enormes avances y el acuerdo de adhesión a la Federación Interplanetaria que estábamos preparando era un absolutamente nefasto.
-Como negociador era una mierda.
-Para los susanianos no, pero para nosotros…
-Entonces formáis una federación de planetas- Pepo, inesperadamente interesado, hizo un gesto a Jean Baptiste para que rellenara el mojito sin dejar de mirar al extranjero.
-Sí, más de 50 sistemas, por ahora.
-A ver si os pasáis por aquí.
-No estáis preparados aún.
-¿Y los susanianos si?
-Bueno, aún no se han integrado y, visto lo visto, creo que cuando vuelva, si vuelvo, no encontraré ni la nave: la habrán desmontado y vendido por piezas.
-Menudas piezas, estos susanianos.
-¡Un momento…!
-¿Qué ocuge?- dijo Jotabé reponiendo la copa de Pepo.
-Creo que tengo algo…
El guiri empezó a tomar notas de unos números que aparecían en pantalla, tecleó otros,y se echó hacia atrás satisfecho.
-¿Qué ha pasado?¿Te han encontrado?
-Perfectamente. Mañana abrirán un puente de Minyo-Uod  justo aquí, y podré volver.
-¡Un puente de Miniod en el Ok-Coggal! Lo que nos hase valta es que se nos llene esto de susanianos, para completag el plantel.
-¡Oh, no se preocupe! Los puentes interdimensionales sólo funcionan para una persona.
-Eso me tganquilisa.
El extraterrestre cerró el portátil y se levantó.
-Bueno, hasta mañana amigos.
-Hasta mañana, Mateus, paz y armonía.- Dijo Pepo levantando la mano y separando los dedos anular y corazón. El francés se le quedó mirando alucinado.
-¿¡Qué!?
-Nada, nada… me voy a gecogeg. Pas y agmonía.

JUEVES

Ya de lejos, Pepo, notó algo extraño en el Ok-Corral. Un grupo de chicas de la noche, ataviadas con sus minifaldas, minibolsos y miniestima, se agolpaba en la entrada mirando hacia el interior mientras los clientes de mesa seguían con sus chanzas y el grupo de son cubano, definitivamente instalado en los aledaños, hacía mover las caderas a todo el que pasaba a pesar de los 35 grados de medianoche. La ciudad era un horno.
Para suerte del informático, las chicas se alejaron entre risas justo cuando él iba a entrar. El turista espacial estaba de pié junto a la estantería de novelas baratas y el francés, un profesional, fregaba los vasos como si tal cosa.

-Hola, Jean Baptiste, ¿Cómo… está la cosa?
-Hoy estamos espegando la puegta del miniyó. No paga de migag el gelog, cambiagse de sitio, migag el gelog otga ves… en fin, espegando el suceso.
-Es la puerta de minyo-uod, una especie de agujero de gusano.
-C’est le memme. Ton mojito ce ça.
-Gracias.

Pepo, cogió su mojito escarchado y verdoso y se acercó al extranjero deteniéndose a cierta distancia.
-¿Cuándo te recogen?
-Tiene que ser en uno u otro momento en un sitio u otro, los hechos simultáneos, lo que tú y yo llamamos “presente”, son relativos. No existe una noción de simultaneidad independiente del observador.
-Vamos, que no tienes ni puta idea.
-Digamos que barajo un conjunto de probabilidades que, por ahora, están siendo desechadas.
-Ya. Y mientras, por qué no me cuentas algo más de tu nave, la Nagoya.
-Nakoya, NCC-1701-Nakoya.
-Eso.
-¿Me permites?- El guiri apartó con cuidado a Pepo del lugar que ocupaba y se colocó en él, miró el reloj e hizo unos cálculos mentales mientras permanecía absolutamente quieto.
-Sobre la nave poco puedo contar, la maneja la computadora y el piloto Svoj Ktakag, nadie más la conoce, lo que me hace recordar que, estrictamente, no tenemos piloto.
-¿Ha desaparecido?
-Al llegar a Susan (el planeta), desapareció en extrañas circunstancias durante una breve visita a  Sfiigtrik, la mayor urbe. Al cabo de un par de días susanianos recibimos una llamada de su hijo.
-¿Su hijo viajaba con él?
-Perdona.- Mateus miró el reloj y dio un paso atrás perfectamente medido.
-No, es un tipo que dice ser su hijo, de hecho se le parece. Susan, la doctora, ha comprobado que en el enrevesado genoma del sujeto hay trazas del de Svoj. Hemos dado por válida su paternidad.
-Un hijo en unos días. Interesante.
-Se me olvidaba comentar que los susanianos crecen muy rápidamente. Svoj Junior, como le llamamos dado que pronunciar su nombre susaniano provoca la estrangulación inmediata, ha ocultado el paradero de su padre.
-Bueno, entonces estáis literalmente sin piloto.
El guiri volvió a cambiar de sitio, mirar su reloj, y a hacer cálculos mentales.
-No exactamente, Svoj junior parece que se maneja bien con los controles de la Nakoya. Si olvidamos, claro está, el incidente de la pérdida de la unidad de propulsión de babor durante una maniobra rutinaria.
-Disculpa.
Pepo, aprovechando una recolocación del viajero, se acercó a la barra para comentar con el francés.
-Este está hoy desatado.
-No lo sabes tú bien. Es el espectáculo del bag desde hase dos hogas.

-Y si no tenéis piloto y sólo os queda la computadora, ¿crees que funcionará tu teletransporte?
-Bueno, mis esperanzas están puestas en el Ingeniero de Máquinas Tommy, un androide.
-¡Ah, claro…! Un androide siempre viene bien.
-Bueno, con todo el jaleo, Tommy está un poco confundido.
-¿Confundido?
-Sí, está empeñado en ser madre.
-¿Cómo?
-Ha organizado un grupo de chicas que le apoya, hay gente para todo, y va vestido como una putilla rulljana por los pasillos de la nave.
-Joder… sí que lo tienes chungo.
-Bueno, la verdad es que el tipo no ha desatendido sus quehaceres, pero se niega a poner en marcha los motores de la Nakoya hasta que algún miembro de la tripulación le ayude a cumplir su sueño. Hemos hecho una porra a ver quién de nosotros se rinde antes.

-¿Y crees que en esas circunstancias te podrán localizar?
-¡Mierda!
-¿Qué pasa…?
-Creo que he cometido un error de cálculo. Hoy no es el día.
-¿Hoy no?
-No.- se quedó pensativo.-¡Claro, estúpido, es mañana… el día es mañana!
-Mañana.
-Sí. Lo siento, he estado fastidiando a este pobre hombre toda la tarde.
-¡Oh! No se pgeocupe pog mí.
-Bueno, en cualquier caso, perdonen las molestias.
El guiri, sin más gestos, salió dando grandes zancadas y se perdió entre la muchedumbre que bailaba salsa.
-¿Crees que mañana lo teletransporatán?
-Espego que no, esta noche se ha dado bien.
-Ja, ja… el negocio es el negocio.
- Naturellement, mon ami.

VIERNES


Jotabé charlaba al oído del notario sin disimulo mientras la Maru empezaba a desplegar sus distintos artilugios de predicción que llevaba en un par de bolsas del supermercado a la espera de que llegase el primer incauto, normalmente incauta. Los negros del grupo cubano también desplegaban sus artilugios con ruido metálico preparándose para amenizar la calurosa plaza. El guiri espacial cambiaba de posición de vez en cuando, como ayer. Ahora estaba detrás de la barra, justo al lado de la pila de cajas de botellines.

-Cgeo que este tipo debegía estag en algún hospital.
-En un siquiátrico.
-Sí, más o menos.
-Pues mira a tu alrededor. ¿No te parece que este sitio tiene un punto de manicomio?

La gente que poblaba la plaza, que se iba agrupando alrededor de los músicos, los clientes de las mesas, la Maru, las chicas de minifalda y esquina, los policías de la acera de enfrente, los gordos sudorosos en camiseta de las ventanas, las perroflautas de pantalones cagados, y Pepo, que se acercaba hoy más temprano que de costumbre. Sí, en realidad era todo un poco loco.

-Hola Jean Baptiste, hola notario, he venido en cuanto he podido. ¿Le han teletransportado?
-No, pero le queda poco. Ha estado un buen gato en el segvisio.
-Los nervios del viaje.
-Seguramente.

Pepo entró en el bar en busca de su confidente interestelar mientras el francés arreglaba las mesas vacías a la espera de nuevos y sedientos transeúntes. Dos minutos después salía blanco como la leche.

-¡No está!
-¿Quién?¿El loco?
-Sí. Se ha… ido.

El notario y el camarero entraron en el reducido y caluroso local.

-¡Ea! ¡Pues uno menos!
-No espera. Hay una nota en la mesa.

Los tres corrieron hacia el pequeño papel que ocupaba el lugar del desaparecido pirado. Estirando el brazo más de lo esperado, Pepo la trincó y empezó a leerla en voz alta.

-“Queridos terrícolas. He pasado unos días terrestres muy agradables en vuestra compañía, pero ha llegado el momento de la despedida. He de volver a Susan (el planeta), y he de confesaros una cosa. No lo sabía con certeza, pero ahora puedo asegurar sin ningún género de dudas de que estoy seriamente contaminado. Espero que mi enfermedad, el susanismo, no haya anidado en vosotros, buenos amigos, y con ello, creado en vuestro planeta una epidemia de consecuencias fatales para vuestra especie. Sin otro particular, recibid mi más sincero abrazo. Mateus Heiden. Paz y Harmonía”

Los tres tunantes se miraron. Pepo tenía cierto estupor en la mirada.

-¿Será verdad?
-¿Qué cosa?
-Que era un extraterrestre y que ha sido teletransportado.
-Yo no lo vi salig. Pego en gealidad estaba ocupado con las mesas.

El notario se había alejado de la pareja y miraba con interés detrás de la barra, como buscando al susaniano escondido entre las cajas.

-Una cosa es clara… estaba contaminado.
El francés y el friki se giraron alarmados.

-¿Susanismo?
-Sin duda.- La mano huesuda de José Antonio señalaba el cajón abierto de la caja registradora.
-Merde!- gritó el camarero corriendo hacia el mostrador.
-¡Me cago en sus muertos!- dijo admirado el informático -¡Se ha llevado la pasta!
-Mon Dieu, mon Dieu…- murmuraba el francés rebuscando entre los objetos que apilados en el suelo. El notario intentaba ver lo que hacía empinándose sobre la barra.
-¿Qué haces?

El francés se levantó desesperado, con las manos en la cabeza y las lágrimas cayéndole a caños por la cara.

-Se ha llevado la caja de los depósitos de Manolo.
-¿La caja de los depósitos?
-Sí, una caja de sapatos donde iba guagdando el dinego.
-¿De cuánto dinero hablamos?
-Unos dosemil eugos.

-El cabrón estaba contaminado.
El notario, sin poder reprimir una sonrisa, se puso la mano en el pecho y dijo:
- Doy fe.

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